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Responsabilidades, comunicación, gobierno y miseria

Para atravesar las tormentas de lo que, probablemente, sea el peor momento del gobierno, yo, si estuviera en el lugar de ellos iría corriendo a contratar de inmediato como equipo de comunicación, imagen y encargados de la campaña a todo el gabinete de Axel Kicillof.

No hace mucho el ministro de salud Nicolás Kreplak admitió haber robado un equipo de medicina compleja que el Ministerio de Capital Humano le había entregado a la provincia de Buenos Aires y que Kreplak se atribuyó como compra propia, gracias al esfuerzo que hacia el gobernador Kicillof pese a los “recortes de Milei”.

Ni hablar de lo que fue el tratamiento del tema fentanilo con el propio Kreplak y su hermano -el juez de la causa- a la cabeza, seguidos por los diputados en el Congreso Federal que congelaron todas las vías de investigación sobre lo que había sucedido.

Ahora es el ministro de seguridad de Kicillof, Javier Alonso, quien, en un informe que le hizo llegar al jefe de la Casa Militar (que es la encargada de la seguridad personal del presiente), manifiesta, con total crudeza, el estado en que se encuentra la provincia y, en este caso particular incluso, el municipio que ellos gobiernan.

Alonso dice que el lugar es un “potrero” lleno de barro, en donde las calles de acceso son de tierra, “llenas de pozos” y “consolidadas con escombros”, “sin iluminación”, “sin calles de pavimento que puedan ser utilizadas como vías de escape”, que las zonas aledañas “se encuentran completamente anegadas…”

Agrega que “la calle de tierra del sector de atrás del escenario, situada entre el predio y calle Santos Dumont, se halla inutilizable, en razón de encontrarse parcialmente inundada y con pozos que dificultan la circulación, más aún para vehículos blindados”.

En un párrafo llamativo (que dentro de las barbaridades que se escucharon en estos días, incluidas las del inefable Machi Cabrera que insinuó que Milei podría recibir en Moreno no un piedrazo o un botellazo sino algo más) Alonso, casi como dándole a ese aspecto una connotación positiva, agregó que lo bueno era que en ese lugar “se encuentran pocas casas ‘en altura’, lo que no representa un riesgo grave para posibles tiradores y resulta de fácil control”.

O sea, el ministro, en consonancia con el terrorista del Frente Argentino Revolucionario (FAR), considera posible un eventual ataque a tiros contra el presidente, pero se alegra de que esa posibilidad se vea menguada porque allí solo hay casas bajas…

Machi, por su parte no se anduvo con chiquitas. El gremialista comunista dijo “Que se fije lo que va a hacer porque acá en Moreno no sé lo que puede llegar a pasar…  Acá en Moreno… No, mejor no lo digo…”, dijo como reteniendo su pensamiento.

Y continuó: “Pero mejor que no venga a Moreno porque acá en Moreno no va a ser como donde estuvo él… (refiriéndose a Lomas de Zamora) [Acá] no va a ser una piedra eh, no va a ser una botella… Mejor que no venga”.

Como para que no queden dudas de la clase de persona de la que estamos hablando digamos que Cabrera agregó “A este gobierno hay que voltearlo antes de fin de año”.

Y a la gente que vive en el municipio les dijo que se “fijen lo que van a hacer” cuando venga Milei.

Como verán, más allá de la gravedad de la situación y de la entidad criminal de algunos de los comentarios que hemos revelado aquí, no hay mejor vocero para enumerar las cosas por las cuales el pueblo argentino vive como la mierda que los que dicen desvivirse por salvarlo, esto es el peronismo.

Desde 1983 hasta aquí han trascurrido 41 años y medio. De esos años, 28 años y medio el peronismo ha ejercido la presidencia de la república. Además en los 41 años y medio SIEMPRE controló el Senado y la mayoría del tiempo TODO el Congreso. Es decir, aun no ejerciendo la presidencia (con Alfonsín, De la Rua, Macri y Milei) siempre conservó el poder de dañar al gobierno de turno o incluso de derrocarlo. Lo intentó siempre y lo logró con Alfonsín (simbólicamente porque las elecciones ya se habían celebrado) y con De la Rúa (plenamente, porque lo desalojó de la presidencia dos años antes de que se cumpla su periodo y se autoeligió para reemplazarlo).

En la Provincia de Buenos Aires (la capitana de la miseria nacional) la cuenta es aún peor. De los 41 años y medio transcurridos desde 1983 hasta aquí, el peronismo gobernó 33 años y medio y también siempre conservó el poder legislativo, ejerciera o no la gobernación que solo estuvo en manos opositoras 8 años (los de Armendariz y Vidal).

Es decir, el estado miserable en que viven los argentinos (en el barro, rodeados de potreros, sin luces ni asfalto, sin agua, pero inundados, con calles de tierra pero sin cloacas, para mencionar solo algunas de las propias palabras con las que Javier Alonso describió el área de Moreno donde el presidente se propone estar hoy) es responsabilidad pura y exclusiva del peronismo, porque es el peronismo el que ha gobernado la mayoría del tiempo el país y la provincia y, cuando no los gobernó, le hizo la vida imposible a quien intentó hacer algo distinto.

Eso aumenta la pena que uno siente cuando un gobierno que tenía la posibilidad histórica de clavar el último clavo en el ataúd de esta calamidad la viene pifiando de la manera que la viene pifiando la administración de Javier Milei cometiendo errores, como mínimo de manejo y comunicación que a esta altura y para este país son imperdonables.

Porque lo único que falta en este estofado es que las únicas ideas capaces de terminar con la decadencia y la miseria (que son las ideas de la libertad, de la apertura, del capitalismo, de la modernidad, del comercio) se vean embarradas porque un conjunto amateurs no supo cómo implementarlas y cómo estar a la altura de los rigurosos requisitos de limpieza que se precisaban para pedir los esfuerzos que era inevitable pedir dada la ciclópea tarea que había por delante.

Ojalá el presidente y su gobierno estén aun a tiempo de demostrar su absoluta transparencia para que recuperen la autoridad moral que hay que tener para pedirle a la gente el apoyo que se necesita para remover los obstáculos, aun vivientes, de la miseria peronista.

Por Carlos Mira

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