De repente es como si la policía se hubiera colocado en el primer plano de la previa de las elecciones en EEUU. En efecto, el FBI (lo más parecido a nuestra Policía Federal, aunque no exactamente igual) ha cobrado un protagonismo inesperado cuando las encuestas muestran datos de 48% a 44% a favor de Clinton, en un increíble achicamiento de las diferencias que la ex primera dama llevaba hace solo unas semanas.
Si bien estos son números nacionales y los EEUU no tienen una elección “nacional” sino 50 elecciones estaduales, no puede negarse el crecimiento del republicano desde que el Director del FBI, James Comey dirigió una carta al Congreso diciendo que la oficina iba a rever el caso de los emails de Hillary después de que algunos de ellos aparecieron en la computadora del ex marido de una de sus principales asesoras.
El FBI estaba investigando a Anthony Weiner, esposo de Huma Abedin -la principal asesora de Hillary desde hace 20 años- por intercambiar mensajes de texto de contenido sexual con una niña de 15 años. Weiner fue diputado y candidato a la alcaldía de New York pero se vio obligado a renunciar cuando se develó el escándalo. Dentro de aquella investigación federal se descubrieron en la computadora de Weiner emails de Hillary (cuando ella era Secretaria de Estado) que contenían información sensible.
Dado ese hecho nuevo, el Director del FBI decidió hace cuatro días, no precisamente reabrir la causa de los correos de Hillary, pero sí echarle un nuevo vistazo, de lo cual informó públicamente al Congreso.
Los demócratas inmediatamente lo acusaron de interferir en el proceso democrático y de tener una conducta inapropiada en plena campaña electoral, algo que nunca había ocurrido con un funcionario de su rango.
Para colmo de males, luego de decir que la oficina no comentaría más sobre el hecho hasta llegar a una conclusión definitiva, ayer volvió a informar sobre una investigación que llevó adelante hace 15 años cuando revisó el perdón que el presidente Bill Clinton le había concedido, en su último día día como presidente, a Marc Rich, uno de los principales aportantes a la Fundación Clinton que era un prófugo de la Justicia por distintos cargos relacionados con cómo había hecho su fortuna personal.
Los demócratas bramaron. ¿Cómo se atreve el FBI a traer a la superficie un caso cerrado hace 15 años? Enseguida las acusaciones sobre Comey aumentaron y muchos pidieron su renuncia. Otros se preguntan cómo hará para completar su período al frente de la oficina federal de investigaciones si Hillary gana las elecciones.
Resulta efectivamente muy extraño que el FBI haya hecho comentarios sobre estos hechos en estas circunstancias. Muchos ex integrantes de la oficina, analistas, y, por supuesto, políticos, han declarado que esta campaña está convirtiendo a los EEUU en una república bananera, en la que –como en los países así caracterizados- se busca criminalizar los actos de los políticos.
Y si quieren, para hacer más sospechosas las cosas, el FBI acaba de descartar que la campaña de Trump haya actuado en consonancia con Putin para perjudicar a Clinton hackeando sus correos electrónicos. (Desde hace meses la campaña de Hillary acusa a Trump de asociarse con el líder ruso para perjudicarla)
El asombro de algunos comentaristas por la “judicialización” de la campaña, se basa en que las decisiones políticas pueden ser equivocadas o acertadas pero pretender llevarlas al terreno judicial para perseguir y eventualmente meter presos a adversarios políticos, es típico de las democracias subdesarrolladas, pero no de la primera potencia mundial.
Trump mientras tanto ha sacado provecho de estos últimos acontecimientos. De repente, en muchas encuestas se ha colocado dentro del margen de error, si bien esa cercanía se verifica en mediciones de intención de voto nacional, que, en este país, tienen un peso relativo.
En efecto, lo que hay que mirar es cómo están los números en los 10 estados indecisos o con historial político cambiante entre los dos partidos. Esos estados son New Hampshire, Carolina del Norte, Florida, Colorado, Iowa, Michigan, Nevada, Ohio, Pennsylvania, Virginia y Wisconsin.
Hillary está concentrándose en visitar los que más electores entregan al Colegio Electoral de esos once, es decir, Florida (aquí el 1 de noviembre, y el jueves estará el presidente Obama), Pennsylvania, Ohio, Michigan y Carolina del Norte. Trump no puede ganar si no se impone en al menos tres de esos estados, entre los que sí o sí debe estar Florida. El republicano está empatado en intención de voto en el Sunshine State, al que piensa visitar el miércoles.
Mientras, 24 millones de americanos ya emitieron su voto (sobre un total de 132 millones habilitados para votar) en una muestra más de cómo el sistema democrático está adaptado a las necesidades del ciudadano y no al revés.