En 2009, cuando se vivía la previa de las elecciones de medio término en que Néstor Kirchner se presentaba como candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires contra Francisco De Narváez, éste enfrentaba citaciones judiciales por una causa que luego se comprobó era el producto de una operación de inteligencia sin pruebas, sin testigos, sin amparo documental; es decir una fabricación (como Kirchner estaba acostumbrado a hacer con cierto éxito: recuerdan el famoso caso de las elecciones a Jefe de Gobierno porteño en donde una operación de similares características pero hecha muy sobre la hora de las elecciones contra Enrique Olivera, influyó en el resultado electoral que le terminó dando la gobernación de la capital a Aníbal Ibarra, aliado de Kirchner).
En ese contexto, como De Narváez ya era diputado e iba por la reelección en contra de Kirchner (que efectivamente terminó perdiendo contra “el Colorado” en la provincia de Buenos Aires) el ex presidente desafiaba a su contrincante a deshacerse de sus fueros para enfrentar las citaciones de la Justicia.
Kirchner decía que el candidato , en sus spots publicitarios, decía que “era igual a vos”, pero que en realidad eso era mentira porque si uno recibía una citación judicial debía afrontarla sin ampararse en sus fueros porque eso lo ponía en una situación de desigualdad respecto de los ciudadanos que no los tienen.
“Yo pienso -decia Kirchner- que es hora que la dirigencia política deje de lado sus fueros y rinda cuentas permanentemente cada vez que es citada ante una intervención de la Justicia” (
Fuente “ArchivoDeportivo.com.ar”
De esa aseveración, cuando la Justicia era manipulada y le respondía a los Kirchner, hemos pasado a la elaboración de una idea según la cual la Justicia no es un poder de la democracia, sino de los poderes concentrados y de los medios para oponerse a la revolución que protagonizan y encabezan los movimientos populares y nacionales.
Es decir, aquí hay un movimiento que encarna al “pueblo” (que son ellos) que pretende llevar adelante la revolución para colocar a los “pobres” en el poder, y un contrapoder mediático-económico-judicial (que son todos los que no piensan como ellos) que intenta abortar la revolución para que los pobres sean más pobres y los ricos sean más ricos.
Sin embargo, lo que arroja la realidad de los hechos es que los “revolucionarios” han terminado siendo hipermillonarios (con miles de millones de dólares robados al erario público y que hoy aparecen en cuentas, empresas, estancias, hoteles, etcétera, etcétera) y los que los vitorean y creen que los ayudaron, han terminado hundidos en el barro, sin educación, sin trabajo, sin medicina y, fundamentalmente, sin futuro.
Cristina Fernández podría seguir los consejos de su marido. Dejar de amparase en los fueros, deshacerse de ellos y enfrentar los cargos que tiene en la Justicia, dejando de presentar escritos y hablando; explicando de dónde sacó la plata que hoy tiene, no habiendo sido otra cosa en su vida que funcionaria pública, desde Santa Cruz hasta aquí y sin que a nadie le conste que haya ejercido alguna vez su profesión de abogada, si es que realmente lo es.
No me queda claro lo que debe pasar por la cabeza de la jefa de la banda (perdón, por la “presunta” jefa de la banda) cuando ve esas imágenes de su marido invitando a la clase política a deshacerse de los fueros para ser igual, ante la ley y ante la Justicia, a los demás ciudadanos.
Pero la cara de piedra que siempre la caracterizó seguramente le hará sacar un conejo de la galera para pasar de victimaria a víctima y lanzar acusaciones trasnacionales a todos los que se oponen a lo que dice “el pueblo”.
Parece olvidarse que desde hace cinco elecciones “el pueblo” le viene diciendo que no la quiere ver más ni en fotos. Pero parece que esos mensajes, cuando tienen ese contenido, se desoyen, se hace como que no existieran y se insiste con la cantinela de lo nacional y popular y de la revolución de los que menos tienen contra los poderosos, apoyados por los medios y por los jueces.
Existe un tufillo muy peligroso en la Argentina. Un tufillo que siempre germina en minorías y que siempre termina tomando el poder por alguna manera de violencia en contra de las auténticas mayorías que pasan luego a ser esclavizadas por la nueva casta dominante.
Así ocurrió en todos los lugares donde el totalitarismo prevaleció: siempre fue un germen minoritario el que lo concibió y siempre también una minoría bullanguera la que lo convalidó, una mayoría bullanguera apoyada en la fuerza indomable del odio, la envidia y el rencor.
Ese video de Néstor Kirchner debería ser de difusión obligatoria para que todos sepan cómo pensaba (cuando los jueces eran dominados por él) el marido de quien hoy se parapeta en una institución que la Constitución pensó para otra cosa, para evitar dar cuenta de sus desmanes contra el pueblo argentino, ante los jueces que le piden explicaciones.