Aruba

¿Parecido a quién?

Los problemas generales de los países no difieren demasiado. Con mayores o menores profundidades esos problemas tienen naturalezas similares.

Lo que diferencia la suerte de las naciones son las soluciones que esos países aplican a sus problemas parecidos.

Naturalmente esas soluciones derivan a su vez de un sistema de creencias e ideas que predominan en sus culturas y que los inclinan a elegir diferentes caminos para iguales problemas.

La pandemia ha sido, quizás, un ejemplo dramático de esto que decimos porque, como su nombre lo indica, es algo que le ha ocurrido a todos. 

Sin embargo los países han teñido aproximaciones muy diferentes al problema.

Y esas aproximaciones son las que han marcado la suerte de cómo les fue a esas naciones frente al problema. 

En ese sentido, van quedando pocas dudas de que a la Argentina le va mal porque aplica soluciones malas a problemas que son más o menos comunes al resto del mundo. 

A su vez, siguiendo nuestro razonamiento anterior, esas soluciones malas derivan de un sistema de ideas y creencias (plasmado en un orden jurídico positivo) que no se adapta a las reacciones espontáneas de la naturaleza humana sino que, más bien -con una altanera aspiración iluminista-,pretende combatirlas y modificarlas.

Ese choque entre las reacciones humanas espontáneas y un orden legal que pretende domarlas en lugar de dejarlas fluir, es lo que produce el descalabro que, a su vez, dirige al país hacia el fracaso y la frustración.

Pero hay un aspecto aún más dramático en el caso argentino.

Antes de las elecciones de 2019, estaba claro que una de las opciones de las que disponía el electorado estaba constituida por una banda de mafiosos,  corruptos y dinosaurios ideológicos que sólo se proponía llegar de nuevo al poder para buscar impunidad y para borrar las huellas de los crímenes que había cometido en su gestión anterior.

Que una mitad del país haya elegido votar una opción así, también habla de los patrones de decisión que el país tiene y por dónde pasan los vectores que los argentinos privilegian para elegir a sus gobernantes.

Es más  -estamos conscientes de que no es simpático decirlo- pero lo que le está ocurriendo a mucha gente que votó al kirchnerismo es como que se lo tienen merecido por haber votado cómo votaron.

Son ellos los que votaron a ladrones de vacunas; son ellos los que votaron a incapaces que -en el mejor de los casos- dejaron sin vacunas por negligencia y mala praxis a una población que, dadas las circunstancias del coronavirus, era poco menos que lo único que esperaba.

De nuevo: las soluciones aplicadas por el gobierno argentino al problema común de la escasez de vacunas, empeoró el inconveniente. 

Muchos otros países (inclusive de la región) se han enfrentado con la dificultad de la provisión de inmunizantes. Pero allí están Chile y Uruguay, por ejemplo, que ya han vacunado a más del 40% de la población.

El gobierno dejó caer un acuerdo con Pfizer -que le hubiera provisto con casi 14 millones de dosis de la mejor vacuna del mundo a U$S 2 de costo- por un capricho ideológico (¿sólo ideológico?) de la señora de Kirchner que condenó al país a depender ahora de vacunas oscuras que ninguna organización internacional de salud valida.

El problema es que la predilección del gobierno por este tipo de soluciones (encierro en vez de buscar vacunas buenas, cuarentena cavernícola que fundió la actividad económica, conflicto con el mundo en un momento en que se depende de él) no afecta solo a la porción del país que lo votó sino que afecta a todos.

Cuando la muerte por Covid se cuela como opción en estos algoritmos, quizás no haya escenario más injusto que ese: que el resultado de una elección coloque en el gobierno a gente que por su impericia, su corrupción y su ceguera ideológica manda a la muerte a gente no lo votó, es una especie de glorificación de la injusticia.

Se trata de un ejemplo que le pone una lupa de aumento a la aberración que supone creer que es “democrático” y lo que corresponde por justicia que el que gana una elección pueda hacer lo que quiere y que todo el mundo deba rendirse ante su única voluntad.

Ese modelo -que el kirchnerismo está tratando de imponer incluso desde la positiva dad del Derecho (impulsando ideas que borren del mapa al poder judicial independiente)- es el que terminaría por moldear un horizonte de vida en donde la suerte de todos los ciudadanos quedaría supeditada a las ocurrencias de la casta a la que solo una parte del pueblo decidió entregar el gobierno.

Si el hombre pudiera inventar un sistema político en donde las consecuencias de las decisiones de un gobierno fueran soportadas solo por la parte del pueblo que lo votó, entonces sí podríamos decir que las cosas son más justas.

Pero que, ahora, todos los argentinos estén con riesgo de morir porque algunos argentinos eligieron a un conjunto de delincuentes incapaces para que se sienten en los sillones del poder, es flagrantemente injusto.

Máxime cuando las diferencias son tan pequeñas. Por supuesto que aunque una elección salga 99 a 1, aún así ese uno tiene derechos que no podrían ser avasallados ni siquiera bajo esas circunstancias. 

Pero aún más nociva es la injusticia cuando el país está dividido casi por mitades y solo un porcentaje marginal es el que le ha devuelto el poder al mal.

Repito: es muy antipático decir, con todas las letras, que lo que le esta pasando especialmente a los que votaron por el gobierno (porque son esas franjas sociales las que están sufriendo los peores embates del virus y de la miseria) se lo tienen merecido.

Pero es mucho peor lo que le esta pasando a la gente que no votó por el gobierno (porque sabía lo que se venía) y que ahora debe lidiar con el riesgo por su vida y con la ruina económica.

Según un reciente estudio del centro de estudios políticos de la Universidad de San Andrés, un 72% de los argentinos rechaza la gestión de los Fernández. 

Pero ahora es tarde, muchachos: las cosas hay que verlas antes, más cuando estaban a disposición de quien con un poco de buena fe quisiera verlas, toneladas de evidencias que demostraban que lo que está pasando, iba a pasar.

Los países tienen los gobiernos que se les parecen, dicen algunos.

El problema con la Argentina es que el gobierno se parece solo a una parte del país, no a todo.

Por Carlos Mira

Si quieres ayudarnos a respaldar nuestro trabajo haz click aquí
o podes comprarnos un Cafecito.
>Aruba

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.