
Tengo totalmente en claro las diferencias entre lo financiero y lo económico. No se me escapan las urgencias de lo primero y las profundidades de lo segundo. Pero cuando veo que la eterna espera que el país viene ralentizando desde hace décadas para que se busquen aquellas bases sólidas que, justamente, lo pongan a resguardo de las intemperies de la urgencia, me siento tentado a hacer abstracción del momento y a concentrarme, aunque más no sea para beneficio del debate, en lo que podría hacerse en el terreno económico de la Argentina antes que en el financiero.
Es obvio que entiendo que este planteo en este momento no puede pasar más que de un bosquejo teórico que, sin darle explicaciones a nadie, justamente, puede darse el lujo de hacer a un lado todos los problemas y dedicarse a observar el escenario desde una distancia más lejana, no comprometida por los apuros de la hora.
Pero dicho eso, no quiero privarme de hacer ese análisis porque me parece que la constante postergación de las reformas económicas y la nunca concretada llegada de dinero genuinamente fresco al país son las verdaderas y profundas causas que no solo explican las urgencias financieras sino que tienden a producirlas.
Voy a tomar incluso parte de las cosas que están ocurriendo hoy en día para proponer otra mirada que -una vez más- desde ya admito que es teórica y si se quiere “ideal, pero que solo traigo a la superficie para que lo pensemos.
El presidente Trump ha decidido, por las razones geopolíticas que fuese, respaldar fuertemente a la administración del presidente Milei concediéndole, justamente, un aporte financiero (que veremos que andamiento procedimental tiene) para sortear un cuello de botella que ponía en peligro la continuidad de un determinado programa de reformas.
No vamos a analizar aquí, justamente, el hecho de que la lentitud en el avance del programa de reformas estructurales en los terrenos tributario, previsional, laboral, comercial y administrativo ha sido lo que provocó el cuello de botella, porque eso nos obligaría a también a considerar las debilidades que el presidente tiene en el Congreso y la ineptitud que ha mostrado su equipo para torcer ese escenario con el tejido de una coalición fuerte que lo ayude. Meternos en ese terreno ahora transformaría esta columna -que solo se propone tirar un guijarro al agua para ver cuantos círculos genera- en un análisis sociológico interminable.
Vamos a partir, como muchas veces hacen los economistas, de una abstracción que deje fuera de foco (son los lujos que la teoría puede darse) las urgencias financieras pero que tome, del momento que las tiene a ellas en el centro de la escena, algunas cuestiones para tratar de imaginar qué ocurriría si con algunos de esos mismos elementos que se están dando ahora (y que se van a manejar de una determinada manera) se trabajara y se propusiera un manejo diferente.
Tomemos por caso la disposición norteamericana a poner arriba de la mesa 30 mil millones de dólares. Sabemos que bajo las presentes circunstancias ese dinero se utilizará básicamente para dar garantía a los acreedores de corto plazo que sus créditos no corren peligro.
Solo para beneficio del debate imaginemos que el país no tiene esa urgencia, que por distintas razones el hecho de que va a pagar lo que debe no está en duda. Pero que aun así contáramos con la disposición norteamericana a ayudarnos.
¿No sería mejor que Milei le dijera a Trump, “Mirá, no me des la plata directamente a mi… Dásela a un conjunto de empresas norteamericanas para que sean ellas las que vayan a ponerla en la Argentina bajo la forma de nuevas inversiones que generen innovación, nuevas plantas, nuevos empleos y una mayor capacidad de producción real… En todo caso conversemos las condiciones que esas empresas deban tener desde el punto de vista legal. Pero dinero directo para tapar agujeros no quiero: vamos a armar un pequeño Plan Marshall que les de otros mercados y otros horizontes a las empresas de tu país y que a la Argentina le de la posibilidad de tener una andanada de dinero productivo no financiero por primera vez en 35 años…?”
La Argentina necesita salir urgentemente de la magia y de los pases entre instrumentos financieros que la hacen comportar como si fuera la mesa de dinero de un banco, para pasar a generar una estructura sólida que le permita aumentar el producto. Las urgencias financieras provienen de una shortness en la capacidad productiva que se deteriora por minuto por la ausencia de inversión en infraestructura e innovación. Si ese problema de fondo (que es económico y no financiero) no se ataca fortísimamente las urgencias serán cada vez más recurrentes. El país necesita agrandar la torta. Y para agrandar la torta necesita comprar ingredientes, reemplazar los hornos, tener más empleados, vender (y comprar) más… El país necesita trabajar. Pero no sobre la base del verso peronista de la “producción y el trabajo” porque detrás de ese eslogan lo que hay son propuestas fascistas de acuerdos oscuros entre lo que el peronismo llama “los actores de las ramas de actividad” (los empresarios, los sindicatos y, obviamente, los funcionarios del Estado -sus funcionarios-) NO. Esa “producción y trabajo”, no.
La Argentina necesita producción y trabajo libres. Generados, no por los artificios creados por una legislación laberíntica que solo produce hijos y entenados, sino por el fluido libre de las decisiones que tomen empresarios innovadores que estén estimulados a crear e invertir. Solo la existencia de esa raza de personas fabricará la “locomotora” que luego arrastrará a un mejor nivel de vida a todos, incluyendo aquellos que no tienen ni el capital ni la imaginación para inventar bienes y servicios nuevos.
Sin la creación de bienes y servicios nuevos, la vida podrá estirarse un poco más o un poco menos dependiendo de las habilidades financieras de los magos de turno, pero la verdad de fondo seguirá siendo la escasez. Es ese grano nuclear el que hay que cambiar para torcer el rumbo definitivamente.
Tomemos otro ejemplo que nos entrega las urgencias de hoy: las retenciones agropecuarias. El gobierno, corriendo detrás de los acontecimientos -como si fuera Massa a fines de 2022- establece un programa de retenciones cero hasta el 31 de octubre o hasta que se liquiden 7 mil millones de dólares, lo que ocurra primero.
¿Por qué no hacer algo realmente audaz y terminar con las retenciones de una?
Arthur Laffer probó ya hace muchísimo tiempo cómo la recaudación fiscal AUMENTA a medida que se bajan los impuestos hasta que la curva de baja de los impuestos es cruzada por la curva de baja de los ingresos. Todo el espacio del gráfico que queda dibujado entre las dos curvas a partir del momento en que ambas se tocan es impuestos que la ciudadanía paga de más y que el fisco potencialmente deja de ingresar por el fuerte estímulo que hay a evadirlo.
Entonces, ¿por qué no apostar por una vez a Laffer? ¿Cuál sería la capacidad de producción agroganadera sin retenciones de ningún tipo? ¿Cuanto trabajo e inversiones nuevas podría generar el sector? ¿Cuánto saldo exportable adicional aparecería? ¿Cuantas divisas nuevas, dinero fresco genuino, aportaría esa medida?
Entonces, ¿por qué un gobierno con las “formas” de la audacia como el de Javier Milei no opta en un momento crucial como este por una movida osada, por algo que agite fuertemente (en el sentido positivo) ese ingrediente tan importante pero tan inasible que es la confianza?
Hay veces en que los momentos de mayor preocupación entregan una oportunidad única para hacer las cosas de una manera diferente. Quizás este sea el momento. Por supuesto que habrá que estar preparados para los estúpidos de siempre. Para los que planteen que una idea como la que comentamos sobre los EEUU, es “entregar el país a los Yankees”. ¿Debería recordar que, probablemente, esa gente sea la misma que entregó soberanía territorial a China con la base en Neuquén y soberanía financiera al mismo país con el swap de monedas? ¿Debería recordar que esa gente vaya a ser probablemente la misma que decía que si venía la vacuna Pfizer contra el coronavirus (lo que hubiera significado en su momento, por un lado, evitar la pérdida de 100000 vidas pero, por el otro, hacerle perder a los funcionarios kirchneristas miles de millones en oscuros negociados con los rusos) EEUU se iba a quedar con los glaciares y hasta con el agua de las cataratas del Iguazú?
Porque hay que estar preparados para escuchar estas sandeces. Pero un gobierno no solo debe estar justamente preparado para eso, sino tener el arrojo que se precisa para pararse delante de la tormenta con la más salvaje e inesperada de las movidas. (¡Tenga mano compañero! No se apure aun con su insulto: dije “salvaje” solo en el sentido de “intrépido”, “valiente”, “atrevido“… No se enoje amigo, que no insinúo matar a nadie…)
En fin, en medio de las turbulencias, sentí la irrefrenable tentación de salirme del huracán y situarme en su ojo (donde todo es calmo y plácido) porque es allí donde se hallan las respuestas que pueden curar la furia de los vientos. Paradójicamente, dentro de ese fenómeno natural destructivo y feroz, se da -al mismo tiempo que lo peor está ocurriendo- una situación de serenidad desde donde todo podría resolverse si esa calma fuera bien manejada.
Ojalá que ese sosiego reine en la mente del presidente. Que salga de esto ahora. Está bien. Pero que no pierda de vista que si realmente cuenta con estos apoyos exteriores o con la decisión de tomar medidas fuertes como las de las retenciones, quizás sea el momento de usar esas herramientas no como salidas eventuales del corto plazo sino como los caminos para empezar a solucionar de verdad los problemas argentinos. Con esa base sólida y sana, es probable que las urgencias ya no se presenten con la insalubre frecuencia que lo hacen.
Carlos: coincido contigo en que hay que buscar una solución disruptiva, que no siga la línea aplicada en forma consistente desde siempre. No podemos seguir el mismo camino si queremos llegar a otro lugar. Por ahi, dándole una vuelta más a la rosca, podríamos pensar en una propuesta mixta: una parte en dinero fresco y otra con tu propuesta combinada con el RIGI.
Lamentablemente solamente un “Alberto Fujimori” (con defectos incluidos) podría “salvar” este país de la ignorancia perpetua. Para los que no lo entendieron, habría que dar un “autogolpe”… Infelizmente no queda otra, aún si el Gobierno “ganara” las elecciones (difícil), se la van a seguir complicando ad-infinitum…