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Nuevo Comienzo

Y sucedió.

Nadie creía -incluido este articulista- que los candidatos del gobierno podían tener el resultado que tuvieron ayer.

No hay dudas que este fue un triunfo personal del presidente MIlei. Contra lo que muchos podían pensar, la firmeza del presidente se mantuvo en el que quizás haya sido el peor momento desde que asumió en diciembre de 2023, y una mayoría electoral decisiva de la sociedad decidió respaldarlo.

La pregunta es por qué.

Y la primera respuesta que se me ocurre es que la sociedad lo respaldó primero porque, en el fondo, vio en su mirada una mirada de sinceridad (y hasta de cierta candidez) que, en un país tan acostumbrado al ambiente de los truhanes y los taitas, marcó una diferencia trascendente.

En segundo lugar, parecería que una porción social importante está entendiendo (y arrancando casi desde reacciones estomacales porque racionalmente fue víctima de una destrucción cerebral sin precedentes) que la mejora en el nivel de vida personal no se alcanzará por los clásicos caminos peronistas.

Las inundaciones de la provincia de Buenos Aires en las horas previas a la elección, fue la fotografía dramática de la mentira populista. Por supuesto que no es la primera vez que la gente tiene evidencias certeras de que la demagogia produce estos resultados. Pero parece ser que la acumulación de esas pruebas alcanzó el borde del vaso este fin de semana.

Remontar la diferencia que el peronismo había sacado en las elecciones provinciales del 7 de septiembre solo podía concretarse si el mensaje sobre la firmeza del cambio era claro y contundente.

La aparición de Diego Santilli en ese escenario quizás haya sido providencial. Acostumbrado a la persistencia, pese a lo que pueden haber sido reveses duros en su carrera política, Santilli es un politico acostumbrado al trato llano con la gente común. Y no hay dudas que hoy muchos deben estar viendo el episodio de Espert como una bendición (lo que los norteamericanos llaman “a blessing in disguise”) : que “el Colorado” haya tomado la lanza caliente de la campaña con solo 15 días para darla vuelta es algo que, con el resultado puesto, adquiere un relieve insospechado.

Pero hay otras sensaciones que se perciben hoy en la atmósfera argentina.

Una es la incipiente sensación de que, por fin, un grupo importante de dirigentes (incluido el propio presidente) se ha convencido de que los cambios que necesita el país (y que la sociedad empieza a dar muestras mayoritarias de que los quiere) solo pueden conseguirse con un profundísimo cambio legislativo.

En más de una ocasión desde estas columnas (y aprovechando el lujo que te da la teoría) dijimos que, si quería realmente reconstruirse, la Argentina debería hacer de cuenta de que hoy es 2 de mayo de 1853 y de que no tiene ninguna ley, para así empezar de cero, from scratch.

Prácticamente no hay ninguna ley en al Argentina (en el área económica ni hablar) que sea realmente buena. Todas, aunque sea mínimamente, contradicen el espíritu de la Constitución en cuanto a que para esta lo más importante es la autonomía de la voluntad individual y para la legislación lo más importante son las directivas de la autoridad.

Está más que claro que ese ideal teórico de hacer tabla rasa con todo lo legislado desde Urquiza hasta hoy y empezar de nuevo no es posible. Pero para perforar el núcleo duro de lo peor de la legislación contra-constitucional se necesita conformar una coalición social de una amplitud tal que excede con creces los limites acotados de un partido político.

La Argentina necesita darle nacimiento a un nuevo orden jurídico de libertad fruto de un nuevo consenso, de un nuevo contrato social que, paradójicamente, retrotraiga al país a los acuerdos alcanzados después de Caseros: basta de caudillismo, basta de iluminados, basta de que la suerte de la vida individual se dicte desde los escritorios del poder.

En ese sentido, el mensaje del presidente Milei después del triunfo de ayer ha sido muy bueno.

“Sabemos que hay otras agrupaciones -más allá de la nuestras- con las que podemos hablar porque esas fuerzas, cuando suman uno más uno, les da dos”.

En la simpleza de esa idea (que trasmite la imagen de la racionalidad y de que emprenderla contra la ley de gravedad puede traer alegrías partidarias circunstanciales pero en el fondo generan la miseria general y, antes que nada, de aquellos a los que se dice defender) se haya encerrado el secreto de lo que el presidente y su coalición LLA-PRO deben hacer en los próximos dos años: la construcción de una base social que respalde la profundización de un cambio legislativo copernicano en el país.

Los países se diferencian por el tipo de soluciones que adoptan para problemas similares. Esas soluciones se traducen en leyes y las leyes son producto de costumbres, ideas y creencias que brotan casi espontáneamente de los estómagos de las personas.

Son esas concepciones las que hay que cambiar. Si esos arranques naturales se modifican, el tipo de legislación también cambiará porque la sociedad elegirá representantes que estén de acuerdo con esa visión de la vida y del mundo y, a su vez, ese tipo de legislación catapultará el progreso, la apertura, el comercio, la innovación, el trabajo y la elevación del nivel de vida.

La perforación de esa roca solida legislativa que el peronismo construyó en los últimos 80 años debe ser contundente y definitiva. Todo ese edificio de prohibiciones, regulaciones, artificios y hasta supercherías debe ser demolido hasta que de él no quede nada.

Para hacer eso se precisa que la nueva base de sustentación sea amplia y fuerte. Que los que se pongan a construirla sepan que no se puede ir contra la idea de que si sumas uno más uno la cuenta te va a dar dos, es un gran avance. Y, principalmente, que el que ganó ayer (que de acuerdo a la típica tradición argentina podría subirse a un pony inútil) haya admitido que esta es una empresa, que sí necesita un líder, pero que con un líder solo no alcanza, es casi una revolución en la Argentina.

Muchas veces se ha dicho que se estaba ante el comienzo de un cambio. Recuerdo, sin ir más lejos, las elecciones intermedias de 2017 cuando Mauricio Macri se anotó un resonante triunfo que no supo instrumentar y cuyos efectos estaban acabados menos de un año después.

El presidente Milei esta decidido a otra cosa. Tiene esa llama beligerante que quizás Macri prefirió no usar aquella vez. Y parece haber aprendido también que la beligerancia debe usarse con templanza e inteligencia: fue Eisenhower el que salió airoso en la post guerra en EEUU, no Patton.

Creo que el presidente puede estar cerca de alcanzar ese punto de equilibrio que te permite distinguir cuándo apretar y cuándo ceder: debe ser implacable en la defensa del core de libertad que debe tener el espíritu de la nueva legislación (que por simplificación muchos limitan a los campos laboral, tributario y previsional  pero que debe ser mucho más amplia y profunda que eso) y a la vez versátil en las formas que le permitan atraer apoyos imprescindibles para dar vuelta la historia.

Estoy consciente de que la Argentina debe ser de los países que más oportunidades recibió de Dios y del Universo para dejar atrás los fantasmas del atraso. Todas las desperdició por dejarse tentar, víctima de atracciones fatales por el caudillismo y la paternidad de seres a los que creía superiores.

Apostemos a que esta vez se produjo un choque mágico de planetas en el sentido favorable. Por una vez en la vida quizás estamos ante la posibilidad cierta de dejar atrás una noche de 80 años. El presidente tiene la posibilidad de liderar este proceso.

Contra todas las adversidades que la sociedad atraviesa, víctima del corte abrupto de la droga peronista, la gente apretó los dientes y le dijo: “te seguimos bancando… entendimos lo del síndrome de abstinencia y queremos curarnos… Por favor, no pifies la rehabilitación… LLevanos con pie firme pero con la mano tendida hacia ese nuevo orden que nos permita sentirnos personas y no zombies; dueños de nosotros mismos y confiados en que nuestras decisiones individuales -tomadas con la claridad que tienen los que no se drogan- nos lleven a vivir mejor…” 

Solo resta decir, ¡qué así sea!

Por Carlos Mira

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3 thoughts on “Nuevo Comienzo

  1. Anónimo

    Reboot you move Mr President

  2. Fulanito

    La parte de la mirada sincera y cándida es ridícula. La gente no quiso volver al kirchnerato, y además en provincia de Bs. As. los intendentes no movilizaron, si no hubiese estado desdoblada la elección habrían ganada en Bs. As.. Quien ganó las elecciones fue Donald Trump, cuando dijo: “Si Milei no gana, NO hay ayuda” PUNTO FINAL. El miedo ganó (gracias a Dios).La asistencia fue inferior al 70%. Ahora habrá que ver cuántos de estos electos votan efectivamente CON el Gobierno y no se “dan vuelta” como una media, ya que la mayoría son MERCENARIOS, gente que está allí por la guita y el poder (por ejemplo Lorena Villaverde).

  3. Fulanito

    Dato curioso sobre el uso de la BUP: en los ocho distritos donde había que elegir senadores además de diputados, los últimos recibieron el triple de votos en blanco que los primeros. Esto se debe a que en la boleta los diputados se encontraban DEBAJO de los senadores (como corresponde), y por lo tanto mucha gente ni se dio cuenta de que había que hacer dos cruces….

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