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New York, New York

Es difícil que los pueblos se den cuenta de cuándo empezó a ocurrir un cambio que, en un momento, alcanza un desenlace disruptivo.

Es posible que hoy esté por pasar eso en la ciudad de New York en donde la sociedad elegirá un nuevo alcalde.

Qué ha ocurrido para que uno de los dos partidos principales del país -el Partido Demócrata- lleve como propuesta la candidatura de un extremista musulmán de origen socialista, pro-palestino y severo critico de Israel, que ni siquiera es americano de nacimiento y que solo se naturalizo en 2018 -es decir hace nada más que siete años- nadie lo sabe con precisión.

Pero lo cierto es que esto es lo que está por ocurrir hoy: New York, la capital del mundo, la ciudad que alberga más oficinas centrales de las compañías más grandes del mundo, la sede de la Bolsa de Comercio más influyente del planeta, el hogar de los creativos tecnológicos más inspirados y el lugar de la tierra con más población judía después de Israel está por elegir a un extremista que propone gravar a la gente que gana más de 1 millón de dólares por año (que es mucha en NYC) para implementar un sistema inviable de transporte “gratis”, cuidado infantil “gratis”, congelamiento de alquileres y otra serie de cuentos de hadas que a los argentinos nos pueden resultar muy familiares (y que por las malas razones finalmente entendimos su impracticabilidad) pero que conducen a quienes los practican a morder el polvo de la miseria, los rencores del resentimiento y la discordia de la división.

¿Cómo puede ser que los neoyorquinos hayan caído en esto? ¿Cómo puede ser que una sociedad tan avanzada, dueña de uno de los polos educativos más excelsos del mundo haya llegado al punto de estar por elegir a un delirante que creció en otros países y que, en la ciudad, se formó en una corriente que  veía odio en lo que no era otra cosa más que la respuesta humana lógica al más grande atentado terrorista jamás cometido sobre la faz de la Tierra y que dejó en un solo día más de tres mil muertos inocentes?

Nadie lo sabe.

Pero es obvio que hace rato debe haber comenzado a formarse este caldo de cultivo que, de triunfar Zohran Kwame Mamdami, se cristalizará hoy.

El presidente Trump no se ha hecho esperar con su respuesta. El jefe de Estado ha adelantado que profundizará la política inmigratoria que ya aplicó en Chicago y que retirará de inmediato toda la ayuda federal a la ciudad. Con lo que es probable que New York se convierta en un campo de batalla ideológico entre Trump y Mamdami con los neoyorquinos como prenda de victoria.

New York es el símbolo de dos ideales norteamericanos: el pluralismo y las oportunidades. La ciudad alberga más inmigrantes que ninguna otra urbe del país viviendo en una relativa armonía, es el lugar que eligen los graduados universitarios para iniciar sus carreras.

La ciudad es una sede las más caras del mundo para vivir, pero si Mamdami cree que va a morigerar eso convirtiendo en “gratuitos” los principales servicios municipales, los argentinos podríamos llamarlo para contarle cómo va a terminar su propia película.

Más allá de lo disparatado de sus ideas no se puede entender cómo una persona formada todavía no entendió el engaño de la “gratuidad”. ¿Cómo alguien que haya pasado por la universidad no advirtió aun que todo bien o servicio debe ser creado por una cadena de valor agregado cuyo costo alguien debe pagar? Y, lo que es peor, ¿cómo no aprendió que dentro de los que inexorablemente pagarán por ellos están aquellos a los que convencí de que tendrán acceso a todas esas facilidades, sin costo, “gratis”?

¿Y cómo esa gente no advierte que lo que le dan por un lado (aparentemente “gratis”) se lo sacan con creces por el otro con una baja en la calidad de los servicios, con mayores precios, con escasez de productos o, incluso, con mercados negros?

Resulta francamente inquietante que la penetración gramsciana de un verso delirante haya llegado tan lejos. No hay dudas de que detrás del avance de estas ideas en mentes supuestamente pensantes debe explicarse por un lugar diferente al de la instrucción y el aprendizaje: dado que es imposible que la enseñanza  académica trasmita la idea de que la ley de gravedad puede ser desafiada o, como diría Milei, que hay formas de lograr que uno más uno no dé dos, es obvio que la existencia de gente que sostiene esos disparates se debe a razones no “científicas” sino de orden sociológico o psicológico que son las que hacen posible que semejantes dislates se sostengan y que, quienes los sostienen, lleguen a unas elecciones con posibilidades de ganarlas.

¿Cuáles son esos misterios insondables del cerebro humano? ¿Qué elementos hay en los pliegues íntimos del pensamiento como para que una sociedad decida, libremente, boicotearse eligiendo lo peor?

Los argentinos podríamos dar cátedra sobre eso. No sé si tendremos la explicación final del fenómeno. Pero sí estoy seguro que somos los que más lo conocemos.

Esta tradición norteamericana de votar el “primer martes después del primer lunes” de noviembre, puede encontrar en este martes 4 un hito histórico que será una escala obligatoria de estudio para los futuros analistas que pretendan descubrir, parafraseando a Vargas LLosa, cuándo se jodieron los Estados Unidos de América.

Por Carlos Mira

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3 thoughts on “New York, New York

  1. raúl

    El partido Demócrata ha virado al socialismo marxista. Bernie Sanders, Nicasio-Cortez, son ejemplos de ello. Pobre USA si esto se extiende.

  2. Silvina

    Habría que preguntarse quién está detrás de este candidato? Quienes aportan para su campaña y lo quieren en el poder… muy triste

  3. Fulanito

    “No hay mal que por bien no venga” Equivocarse hoy, para aprender mañana. Si el “proyecto” de este sujeto fracasa (como la lógica indica), el partido Demócrata quedará aún más desprestigiado a nivel nacional, para futuras elecciones….

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