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Más embates kirchneristas

El kirchnerismo continúa con su incesante avance sobre la Justicia, en su afán por conseguir su objetivo de concentrar el poder en un solo puño, la misma razón por la que los argentinos vivieron en una anarquía fratricida durante 43 años (desde 1810 hasta 1853) y por la que juraron condenar a todo el que lo intentara de nuevo con el cargo de “infame traidor a la patria” (art 29 de la Constitución)

No han cejado un solo instante, desde que han nacido a la luz pública en la vida política de la Argentina (primero en Santa Cruz y luego en la nación), en su empeño por controlar los tres poderes del Estado. Lo lograron en su provincia a poco de tener acceso a la gobernación. Convirtieron la Legislatura en una mera secretaría del gobernador y terminaron con la independencia de la Justicia provincial y de la procuración general, cargo que directamente eliminaron después de que la Corte Suprema les hubiera ordenado reponer a Eduardo Costa en el cargo del que había sido echado por Kirchner.

Ni bien llegaron al poder ejecutivo nacional se propusieron replicar para toda la Argentina el orden contraconstitucional que habían impuesto en su provincia. Para ello se valieron del uso de los DNU más allá de las excepcionales autorizaciones constitucionales, lo que transformó al poder ejecutivo en un solo poder unificado con el legislativo, algo completamente contradictorio con los fundamentos por los cuales la Argentina se dio a sí misma una Constitución.

No conforme con el manejo facineroso del Congreso, nunca abandonaron su meta última que es la negación misma del principio de división de poderes. La comandante de El Calafate se dio el lujo, incluso, de elaborar, teorías pretendidamente sofisticadas sobre la necesidad de un “Nuevo Orden” que, justamente, termine con la división de poderes (porque, según ella, esa concepción deriva de un hecho antiguo como la Revolución Francesa, momento en que “el mundo no conocía la luz eléctrica”… Nota del autor: La Sra. Fernández demuestra, una vez más su ignorancia histórica [Mmmm… ¿o debería decir, simplemente, “ignorancia” y punto?] ya que el principio de la división de poderes no deriva de la Revolución Francesa sino de las instituciones inglesas nacidas primero en la Carta Magna de 1215, luego en la Revolución Gloriosa de 1688 y finalmente en la Revolución Americana de 1776, hechos, todos, anteriores a la Revolución de París de 1789. Por lo demás, justamente, el mundo no conocía la luz eléctrica porque hasta ese momento había estado gobernado por concepciones totalitarias muy parecidas a las que ella propone ahora y cuya consecuencia había sido la oscuridad de las ideas, el aborto de la innovación y de la creatividad, y la persecución al diferente. Solo el advenimiento de la libertad [garantizada, justamente, entre otras cosas, por la división de poderes] destrabó el ingenio humano y zambulló al mundo en una ola de invenciones, mejoras y adelantos nunca antes visto en 5000 años de evolución humana) y pase a concentrar todo el poder (el de hacer la ley, el de juzgarla y el de ejecutarla) en quien gana las elecciones.

Solo así, según esta aberración, se respetaría lo que ellos llaman “voluntad popular”. Para ello (y este fue el modelo del proyecto de la llamada “democratización de la Justicia” del anterior kirchnerato) los jueces deberían pasar formar parte de los partidos políticos y poner sus lugares a consideración de la voluntad popular para ser verdaderamente democráticos.

Si hay algo que los constituyentes quisieron evitar fue justamente esto, porque esto había sido lo que había tenido a la Argentina detenida en el tiempo desde la Revolución de Mayo hasta Caseros. A esa prehistoria nos quieren hacer regresar.

El kirchnerismo no quiere entender la diferencia que hay entre “voluntad popular” y “voluntad constituyente”. La “voluntad popular” es una opinión electoralmente vertida en un momento dado y bajo ciertas circunstancias, en donde lo que se impone es una minoría sobre otra para discernir quien se encargará de la administración del Estado. Pero ese resultado NO ES la opinión DE LA ARGENTINA. Ese resultado, insisto, refleja cómo piensa una parte de la Argentina que, en esa ocasión y bajo esas circunstancias resultó ser numéricamente superior a otra. Pero de ninguna manera da a conocer una opinión nacional.

La “opinión nacional” fue dada hace 168 cuando los argentinos dijeron que querían constituirse de tal y cual manera. Esa es la “voluntad constituyente”.

Su desiderátum máximo, por lo tanto, sería lograr una “voluntad constituyente” nueva que les permitiera derogar la Constitución de 1853 y sancionar otra de cuño chavista. Pero como, naturalmente, la “voluntad constituyente” requiere de mayorías súper especiales y les es difícil conseguirlas, tratan de obtener los fines que persiguen por otros medios.

Entre ellos, ayer se conoció la designación, en el Consejo de la Magistratura, del hijo de la acomodaticia juez María Romilda Servini de Cubría, Juan Cubría, como secretario de la Comisión de Disciplina, con el voto de la mayoría kirchnerista más el apoyo de la impresentable consejera Graciela Caamaño, que la va de “republicana” pero siempre vota con los Kirchner.

La designación motivó la inmediata renuncia del juez Ricardo Recondo que era el presidente de dicha comisión en el Consejo, arguyendo “motivos personales”.

La movida de Recondo me recordó la retirada completa de la oposición de la Asamblea General Venezolana en tiempos de Chávez cuando éste propuso una de sus tantas embestidas contra la democracia. ¿Ustedes por ventura creen que Chávez se ofendió por la retirada? ¡Al contrario! ¡Festejó con champán el camporegano que le dejaban!

Si las respuestas a los embates anti-república del kirchnerismo van a consistir en estos abandonos, la Argentina puede ir despidiéndose de lo poco que le queda para no ser una dictadura hecha y derecha.

Es una pena que Recondo haya tomado esta decisión. Por supuesto, el kirchnerismo ya llenó su lugar con una soldado propia, la senadora camporista por Chaco, María Inés Pilatti Vergara. Y así continuará pisando todo lo que se le interponga a su paso, si es que alguien se le interpone a su paso.

Por Carlos Mira

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