No hay dudas que el tema sindical puede jugar un papel fundamental en el año político que se inicia. Los muchachos no son nada disimulados en ese aspecto.
Pero tampoco pueden sacarse de encima su tradicional cultura mafiosa, su herencia extorsiva y sus costumbres de chantaje.
Ya han alertado sobre “algo” que ocurrirá el 7 de marzo. Ni ellos saben cómo llamarlo (“paro”, “marcha”, “movilización”, “convocatoria”) pero advirtieron al gobierno que si no ocurren determinadas cosas, se enfrentará con ellos.
Es cierto que el gobierno está en deuda con el proceso de activación de la economía. Su apuesta a la lluvia de inversiones demostró estar en una instancia mucho más lenta que lo el país necesita.
Encima, una de las cartas a las que Macri más apostaba -una mejora sustancial en la relación económica y comercial con los EEUU- se enturbió por la llegada de Mr Flequillo a la Casa Blanca.
La administración demócrata aseguraba una continuidad respecto de las convicciones de la globalización y del libre comercio; Trump ha puesto en duda todo eso y, con ello, gran parte de las aspiraciones de inversiones directas norteamericanas en la Argentina.
El nuevo presidente amenazó seriamente a compañías privadas estadounidenses que tenían planes de inversión en el exterior. Las amenazó con aplicarles un impuesto especial si pretendían ingresas, luego, productos manufacturados a los EEUU.
De más está decir que cualquier posibilidad de negociar un acuerdo de libre comercio con Washington también se diluye porque Trump es un nacionalista que cree en las fronteras y no el la libre circulación de las mercaderías-
Por lo tanto las vías para la generación de trabajo nuevo y bien pago deberán venir por otro lado. Mientras tanto es necesario detener ciertas hemorragias de empleo puntuales que algunos sectores están teniendo. Para eso el ministro Dujovne está trabajando sobre una reforma impositiva integral.
Lo que quizás sería interesante (aunque no siempre es lo mejor) es que partes de esas modificaciones puedan ir implementándose de a poco aun antes de que la revisión de todo el sistema tributario argentino esté concluida: a veces lo mejor es enemigo de lo bueno y, siendo lo mejor encarar y terminar una reforma completa que se ponga a funcionar de golpe y de una sola vez, quizás lo bueno en este caso sea apurar algunas modificaciones que rápidamente le pongan dinero en el bolsillo a le gente sin generar efectos inflacionarios, por ser dinero anabólico.
Esta luego por verse la buena fe de la dirigencia gremial, que, obviamente es una cuestión de naturaleza completamente distinta. En efecto, un conjunto de gente con buena fe que defendiera realmente los intereses de los trabajadores, valoraría esos esfuerzos y pondría en la balanza todos los obstáculos que el gobierno tiene para operar una realidad maliciosamente intervenida por doce años de desvarío kirchnerista que muchos de esos muchachos apoyaron.
Pero si en realidad los intereses de los trabajadores son una variable meramente secundaria en su ecuación está claro que el gobierno podrá hacer muchos esfuerzos pero le resultará difícil eludir las prácticas de la mafia extorsiva.
Es natural que ese residuo político que hoy es el kirchnerismo trate de subirse al carro de cualquier gritón que ande suelto. El desorden, no importa de dónde venga, es su aliado estratégico. El desorden desanima, irrita, muchas veces enfurece. Y todo eso le conviene a este grupo de alienados a los que nunca les interesó el país más que para enriquecerse personalmente.
Los dirigentes sindicales no deberían hacer a un lado fácilmente esa consideración. Quedar pegados a un conjunto de corruptos que no dudaron en echar mano de cuanto método existiese para quedarse con el esfuerzo de todos los argentinos no sé si es un buen negocio.
La fuerza de los gremios debería estar también en las consideraciones que hace la gente para decidir su ubicación dentro del arco político.
La sociedad vivió presa de la extorsión sindical por muchos más años de los que cubrió “la década ganada”. Sería interesante que los trabajadores se sentaran en silencio a pensar que han ganado en todos estos años y quienes han sido los verdaderos beneficiados del sistema sindical fascista que la Argentina se ha dado a sí misma.
Por supuesto que es difícil comparar lo que se tiene contra lo que se podría haber tenido si el país hubiera organizado sus relaciones del trabajo de una manera diferente. Pero si pueden hacer un ejercicio de pensamiento e imaginación sería bueno que lo hagan. Quizás, como una ayuda, podrían empezar a comparar cómo viven quienes dicen ser sus representantes y cómo viven ellos.
Sería un interesante método para descifrar el misterio de porqué la Argentina se hundió en el subdesarrollo después de haberse encaramado entre los primeros países de la Tierra.