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Los dichos de Mena

El verdadero ministro de justicia, Juan Martin Mena, soldado al mando de la comandante de El Calafate, Cristina Fernández, dijo ayer que si los jueces quieren gobernar “armen un partido político, ganen las elecciones y después hagan lo que quieran”.

El mismo sonsonete -calcado- que el que gritara, absolutamente enajenado, Néstor Kirchner en las escalinatas del Congreso en 2008, en plena guerra contra el campo.

Mena es otro a quien le cabe una de estas dos opciones: o es un burro que debería volver a la facultad, o un cínico que habla en la seguridad de que su audiencia desconoce los palotes más elementales de la Constitución y que, por lo tanto, se tragará las mentiras demagógicas que dice.

En primer lugar, el viceministro de justicia debería saber que, efectivamente, los jueces son parte del gobierno de la República.

La Constitución, en su segunda parte, divide el poder del estado en tres ramas de gobierno: el ejecutivo, el legislativo y el judicial.  De modo que sí, Mena, el poder judicial, los jueces, integran el gobierno.

En segundo lugar, cómo debería saber si alguien le dio por aprobada la materia Derecho Constitucional, esa rama del gobierno controla a las otras dos en resguardo de los derechos de los ciudadanos y de las facultades delegadas de las provincias.

Baje el copete, mi amigo, porque según la jerarquía constitucional, el poder ejecutivo federal es el último orejón del tarro en este juego: primero, los ciudadanos; después las provincias, que se congregaron para darle nacimiento a usted; y luego, por último, usted.

En segundo lugar, Mena debería pensar con cuidado lo que dice. Lo que se desprende de sus burradas es que lo que el y los suyos quieren implantar es un sistema en donde si un ciudadano o una provincia creen tener un derecho que difiere de las posiciones del gobierno central no tendrán un puto lugar donde defenderlo, porque según ese mismo esquema que proponen, el “servicio de justicia” (porque ya no podría hablarse de “poder judicial”) siempre debería darle la razón al gobierno.

Sería interesante que Mena asumiera con valentía lo que propone y sin pelos en la lengua, sin caretas y de modo simple le diga en la cara a su gente “miren muchachos lo que nosotros queremos es implantar un régimen según el cual si ustedes opinan diferente a nosotros no van a tener ningún lugar para expresarlo porque nosotros vamos a dominar y a poner a los jueces (que nos van a responder a nosotros y no a ustedes) y porque nosotros vamos a tener el monopolio de la prensa con un esquema de censura previa para que nadie pueda publicar ideas que contradigan las nuestras.

Siguiendo su propia lógica y la de su prócer Néstor, ármese de guapeza, enfrente a la gente, dígale que lo único que valdrá de aquí en adelante es lo que dicen ustedes y que, en caso de diferencias, la gente no tendrá ninguna defensa. Someta eso a votación y vea cómo le va.

Es bastante compatible con lo que usted le sugiere hacer a otros ¿no le parece?

Se sinceran, le hablan sin rodeos al pueblo y se someten a su palabra. Después de todo es lo que ustedes le proponen a los jueces y a todos los que se animan a emitir una opinión contraria al pensamiento único.

Ustedes solo tomaron de la democracia un envoltorio hueco, Mena. Ustedes en realidad se sentirían satisfechos si pudieran sentar sus reales a sablazos violentos como anhelaban sus antepasados de los ‘70.

La historia les enseñó que esa táctica estaba destinada al fracaso y la cambiaron por la charada de los derechos humanos y las elecciones.

Pero ustedes son milicos, Mena. Pero no milicos en el sentido de los militares respetuosos de las instituciones democráticas. Ustedes son milicos en el sentido de combatientes clandestinos que pretenden subvertir el orden constitucional vigente para reemplazarlo por un estatuto de cuartel en donde ustedes manden y nosotros obedezcamos. A ustedes les encanta el mando y la obediencia, siempre que las órdenes las den ustedes y los que tengamos que acatar seamos nosotros, sin derecho a nada. A ustedes les encantan los rangos, por eso se llaman a sí mismos “cuadros”. Ustedes heredaron la concepción fascista de un Duce que tiene todo el poder y que se vale de soldados obedientes que, a su vez, someten a otros con sus órdenes. Ustedes son un ejército de ocupación, Mena, no un partido político. Solo toman de la política sus formas exteriores para, una vez dentro, destruirla y corroerla. Son una bacteria en la democracia, no un remedio.

Ese es el sistema con el que sueñan. Pero cómo decíamos ayer en este mismo lugar, tienen aún un pequeño problema: ese no es el sistema legal que rige el país. Mientras la Argentina no decida entregarse definitivamente al suicidio marxista, en esta tierra son los derechos de los ciudadanos los que siguen estando por encima de las razones del Estado y de los privilegiados funcionarios que ocupan sus sillones. Cómo usted, por ejemplo.

Por Carlos Mira

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