En plena campaña preelectoral, en donde se están decidiendo las listas de candidatos a ocupar cargos que diseñarán por nosotros el destino que tendrá la Argentina, uno percibe, quizás más que nunca, cómo la corporación política ha plasmado un esquema para imponerse sobre la sociedad común, para que solo ellos sean los beneficiarios de privilegios intolerables y para que el ciudadano común se convierta en una especie de robot, metedor de papeletas llenas de nombre s que no conoce en una caja, para que esos nombres se repartan toda la riqueza y accedan a las fuentes del robo.
En medio de este aquelarre acomodaticio que, con los años, se ha ido perfeccionando en favor de ellos, se levantan voces para cambiarlo. Son gentes de la sociedad civil que se han lanzado a la política con pretensiones de cambiarla, como la científica Sandra Pitta (foto) que acompañará a López Murphy en la primaria de JxC de Capital.
Todos están en algunas de las variantes de la oposición, naturalmente. El kirchnerismo no quiere hacer otra modificación como que no sea alguna que profundice aún más el sistema de corrupción política que los entroniza en el poder. Como dijo el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla Corti, ayer, sin ningún empacho: “tenemos que tener las mayorías en las dos cámaras para cambiar la estructura judicial de la Argentina”.
Es lo que siempre han tenido entre ceja y ceja; el control total del país, el certificado de defunción de lo que queda de República, con su cada vez más tambaleante sistema de división del poder: ellos no quieren un poder dividido, quieren un poder concentrado en una única mano: la de ellos. Quieren un regreso a las más oscuras épocas de la humanidad en las que un tirano era el dueño de la vida y la suerte de sus súbditos. Quieren un esquema imperial, en donde los emperadores sean ellos.
Quienes llegan a la política, repito, a las filas de la oposición para tratar de cambiar esta inmundicia totalitaria se encuentran con varios inconvenientes.
El primero es de procedimiento: la estructura armada durante décadas por la corporación resiste un cambio en el proceso de elecciones que pueda terminar con el dominio de su imperio.
El director de la Fundación Libertad y Progreso, Agustín Etchebarne, presentó, por ejemplo, la idea del sistema “VUT”. El voto único transferible (VUT, a veces abreviado como STV, por el inglés “single transferable vote”) es un sistema de voto basado en la representación proporcional y el voto preferencial. Bajo el VUT, el voto de un elector se le asigna inicialmente a su candidato favorito, y si el candidato hubiera sido ya elegido o eliminado, todos los votos sobrantes se transfieren según las preferencias seleccionadas por el votante.
El sistema minimiza el efecto del voto útil (dado que los votantes pierden el miedo de votar a un candidato que pueda no tener opciones), mantiene mejor que otros sistemas la proporción entre representantes y votantes (porque los votos no se pierden si van inicialmente a candidatos menos relevantes), y permite votos explícitos a candidatos individuales en vez de a una lista electoral cerrada (orientando las campañas electorales a los votantes, y dejando de ser un elemento crítico la elaboración interna de una lista). Esto rompe con las dinámicas de otros sistemas electorales más extendidos, como el voto aprobatorio o el escrutinio mayoritario uninominal, donde el voto útil es tan crítico que, como mecanismo de defensa, los grupos de votantes se ven obligados a pactar listas cerradas previas al día de la votación para evitar que se dispersen los votos a candidatos con más opciones.
El VUT es considerado el sistema de votación más justo y más avanzado del mundo y tiene un fuerte arraigo en sociedades afiliadas a Gran Bretaña, como el propio Reino Unido, Australia, Irlanda o Malta.
¿Qué pudo haber ocurrido? La justicia lo rechazó por ser incompatible con la regulación establecida para las PASO. Lo que ocurre es que con las PASO ocurre algo parecido que con el sistema de coparticipación federal de impuestos. Así como el problema con el sistema de coparticipación federal de impuestos, es el sistema de coparticipación federal de impuestos, el problema con las PASO, son las PASO. ¿En qué cabeza cabe que los ciudadanos se vean obligados a votar dos veces en primarias de partidos que no son los suyos? Only in Argentina…
El segundo problema es de fondo. Quienes están en la oposición, y más aún, “los nuevos” deben nadar contra una corriente con la que se ha machacado por décadas en la mente de la gente: la idea de que “alguien” (el Estado) no sólo se hará cargo de lo los problemas de cada uno sino que debe hacerse cargo. Este mantra de irresponsabilidad y que tiene a transmitir la idea de una desconexión entre las decisiones de vida que cada uno toma y sus resultados ha sido perversamente dañino, más aún cuando ha logrado instalarse como un nuevo sentido común medio de la sociedad: una mayoría importante de argentinos da por descontado que las cosas son así, que, efectivamente, lo que cada uno haga no importa en la resultante de su vida y que otros son los responsables de los que le pasa a cada uno.
Presentarse ante un electorado compuesto mayoritariamente por este criterio con un mensaje que lo contradice, que pregona la idea de la responsabilidad individual y de la supremacía de la soberanía personal de las decisiones es un desafío de tal magnitud que uno duda sobre el éxito que puedan tener estos nuevos gladiadores.
El populismo es más sencillo: le inocula a la gente la idea de que el Estado (la casta que se sienta en sus sillones) les resolverá los problemas que les crean los desalmados cipayos que solo piensan en lo extra-nacional. Con esto trasmite una sensación de sencillez de la vida (“Vos elegíme a mi y quedate tranquilo”) que el recién llegado a la política debe contrarrestar con un mensaje mucho más antipático (“Vos sos el dueño de tu vida y de tus decisiones. Si decidís mal debes hacerte responsable de las consecuencias. Yo llegaré para intentar remover todos los obstáculos que hagan que tus decisiones sean más difíciles; pero no te aseguro ningún resultado”).
Estas son las enormes dificultades que enfrentan los que quieren hacer las cosas mejor y que quieren imitar los sistemas que se aplican en los países más exitosos de la Tierra, allí donde la gente vive mejor y tiene un excelente nivel de vida. ¡Qué paradoja que esos personajes sean los que carguen rótulos de descalificación que, en muchos casos, son comprados alegremente por los argentinos que deberían ser los primeros en defenderlos!