
El presidente pudo haber muerto ayer o haber sido seriamente lesionado.
Lo mismo puede decirse de otros dirigentes que pretendían participar de un mitin político en Lomas de Zamora.
Una enorme tosca lanzada desde no se sabe dónde pasó muy cerca de la cabeza de Javier Milei cuando éste estaba en una camioneta abierta que quedó atascada en medio de una multitud.
¿Qué hubiera pasado si hoy el presidente estuviera internado en una terapia intensiva con un serio traumatismo de cráneo?
La violencia se ha hecho parte de una práctica aceptada de modo natural como si fuera un capítulo al que se da por descontado en la política argentina.
El mismo día que el presidente asumió, un botellazo lanzado desde una vereda próxima a su paso, dio en la cabeza de uno de los custodios y estuvo a centímetros de impactar en Milei.
Quizás aquel episodio haya sido un anticipo simbólico de lo que vendría después.
El kirchnerismo ha cultivado un gen violento y se ha enorgullecido de eso: ha hecho un culto de lo que seguramente para ellos es “irla de guapo”.
El propio presidente Kirchner instaló esas modalidades ni bien asumió, arengando como alienado desde tribunas políticas, reclamando que la gente asumiera acciones violentas contra otros argentinos en una reedición de aquel famoso “reclamo” de Perón a las masas “eso de ‘leña’ que ustedes me piden, por qué no empiezan ustedes a darla primero”.
Con el correr del tiempo esta postura “taita” del peronismo se fue profundizando de parte de ellos y aceptando como natural de parte de los demás.
Si los términos de la violencia en algún momento se invirtieron, el peronismo no tardó en asumir la postura de la víctima atacada.
El país, en buena medida, se ha peronizado en ese sentido: acepta la violencia peronista y se compadece de los peronistas atacados; justifica los ataques peronistas, señala la violencia recibida por los peronistas pero es muy dadivoso con los atacantes cuando los atacantes son peronistas.
Obviamente que lo sucedido ayer es muy grave y que ha habido reacciones que señalan la seriedad con que deben tomarse estos hechos.
Pero comparado con lo que fue el supuesto atentado contra Cristina Kirchner -en donde hasta se decretó un feriado al día siguiente sin que hasta hoy se conozcan los motivos de esa decisión- los efectos de lo que pasó ayer parecen bastante menores.
Que las autoridades de la provincia y del municipio no hayan dado una sola explicación atendible a por qué las fuerzas policiales locales no ayudaron en ningún momento a la custodia presidencial para salvaguardar la seguridad del presidente, es algo que, salvo que lo encuadremos en el entendimiento de que el peronismo puede hacer lo que quiere pero los demás no, no tiene ninguna justificación.
Según el presidente y otros miembros del gobierno aclararon, ellos van a continuar con su presencia en la provincia. Entonces, ¿es esperable que lo que vimos ayer se repita?
Porque si ese es el caso, sería mejor que alguien diga con todas las letras que las barras bravas peronistas tienen el camino allanado para ejercer la violencia contra cualquiera que ellos identifiquen como su enemigo pero que los demás serán juzgados con las disposiciones previstas en la ley si incurren en comportamientos parecidos. Así todo el mundo tendrá claro que, si sos peronista podes atropellar, prepotear y agredir a cualquiera pero que si no sos peronista te la tenés que aguantar.
Si este es el orden social que queremos dejar asentado, sería mejor que todos lo supiéramos de modo claro y expreso para saber cuáles son las consecuencias que debemos esperar según estemos en un lugar u otro.
Si la Argentina está dispuesta a organizarse bajo dos órdenes de leyes distintas según las cuales unos pueden hacer libremente lo que otros no, es mejor que la parte de la sociedad que no puede hacer lo que hace la otra, quede notificada y, a partir, de allí decida lo que va a hacer de ahora en más.


Qué lacra los peronchos!