“Nunca sería socio de
Groucho Marx
un club que aceptara como
miembros a gente como yo”
La elección en el Perú asusta. No está del todo resuelta aún por la incidencia del voto de los peruanos que viven en el extranjero, pero lo sola idea de que Pedro Castillo pueda ser el presidente del país agrega un componente de dramatismo que, francamente, alarma.
Castillo es directamente un iletrado. Su único “activo” para presentarse como candidato es haber reunido en su persona todos los mensajes de repulsión, venganza, rabia, resentimiento, odio de clases y envidia que al menos una parte de la sociedad peruana parece sentir.
La mitad de los peruanos ven en Castillo a “uno de ellos” y suponen que llegando este candidato a la presidencia, sería una manera de que ellos mismos lleguen a ese lugar.
De allí deducen que si “uno de ellos” es el presidente, naturalmente, ellos saldrán beneficiados.
Pero en este caso -y en el de otros tantos países que han seguido razonamientos parecidos, entre ellos la Argentina, claro está- habría que recordar aquella frase de Groucho Marx que encabeza este comentario: los pobres del Perú no deberían “ser socios” de un país en “donde uno de ellos” fuera el presidente.
Yo entiendo que este razonamiento puede ser profundamente impolítico y hasta considerado despectivo y discriminatorio. Y yo lo lamento mucho.
Pero más lamento el destino miserable que, para sus propias vidas, implica el hecho de que un burro resentido como éste asuma la presidencia del Perú.
Este señor no pudo explicar en una reciente entrevista televisiva (que anda dando vueltas por las redes) lo que es un monopolio.
Frente a esa pregunta lo único que atinó a esbozar fue un odio estomacal por las empresas chilenas a las que, si es presidente, solo les espera un horizonte de persecución.
Para administrar un país a favor de los pobres hay que hacer algo más que vestirse como un zaparrastroso y lanzar llamaradas de furia inexplicadas contra todos y contra todo.
De este personaje los peruanos sólo pueden esperar pobreza, escasez, angustias, racionamientos y, fundamentalmente, divisiones.
El señor se declara marxista-leninista sin escarmentar de la miseria a la que ese conjunto de inutilidades ha condenado a los países que han tenido la mala estrella de pretender ponerla en práctica.
A los peruanos pobres -como a los pobres de todos los países de la Tierra- lo que les conviene no es un payaso que se “disfrace” de pobre para hacerlos creer que es “uno de ellos”, sino gente con las ideas correctas, con la amplitud mental como para no subestimar justamente a los pobres y permitirles desatar todas las fuerzas de su creatividad y de su empuje y con eso lanzarlos al ascenso social, y a la aventura de la vida.
Los pobres no deben dejarse llevar por estereotipos que pueden tener la viveza de una mimetización marketinera pero que los explotan para hacerse ricos ellos.
Privilegiar la rabia por sobre la conveniencia no es una buena táctica para dejar la miseria atrás.
Creer que este iletrado va a hacer algo que les convenga es creer en espejitos de colores.
Yo siento una enorme pena por esta gente que pudo haberle entregado el país (hay que esperar los resultados finales) a un impresentable que no distingue un tornillo de una pipa.
La democracia no consiste en elegir a gente “parecida a uno”. La democracia consiste en distinguir quien tiene las ideas que más me convienen para dejar mis problemas atrás.
De caer los pueblos en ese engaño les sería muy fácil a los embusteros llegar al gobierno y allí constituir un poder concentrado que solo (y siempre) termina favoreciéndolos a ellos.
Es lamentable por Perú. Es lamentable por los peruanos. Pero mucho más lamentable es ver cómo la rabia, la envidia, y el resentimiento siguen siendo una herramienta potable para que lleguen al poder los mascarones de la servidumbre.