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La tarea de la reconstrucción

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Las ansiedades propias del cambio de gobierno, las esperanzas sumadas de millones que esperan un cambio copernicano en la manera en que la Argentina ha sido gobernada estos últimos años, deban quizás ajustarse en el tiempo. Es tal el desbarajuste, tal el daño profundizado de las últimas semanas (prácticamente desde las PASO hasta ayer), tal la voluntad mezquina y ladina de hacer el mal, que los pasos a darse deben ser cuidados para sostener hasta el último argentino, incluidos, claro está, los que no votaron a Macri y hasta los que salieron el miércoles 9 a las calles de Buenos Aires con remeras impresas anunciando que serían su “pesadilla” por los próximos cuatro años.

La principal tarea del gobierno en este momento es preparar una gigantesca conferencia de prensa para entregar el resultado de la primera auditoria del Estado. Los argentinos debemos saber la verdad después de haber vivido más de una década sumidos en la mentira y en un relato fantástico. Es verdad que el cepo hay que levantarlo cuanto antes y seguramente así se hará para empezar a abrir el grifo de oxígeno a millones de productores al borde del colapso.

Pero el principal objetivo del nuevo gobierno debe ser decirnos la verdad. No solo las verdades de lo que será su gestión, sino la verdad pasada. Solo partiendo de un cuerpo purificado por la cruda realidad se puede empezar a construir un país desde sus escalones más bajos.

La Argentina está en default, con negociaciones cortadas con el mundo en general y con el financiero en particular, tiene leyes que maniatan a cualquiera que quiera empezar a desarmar esta maraña; leyes sancionadas a propósito, con toda mala intención.

El BCRA ha sido literalmente saqueado, incluso con operaciones cuya mera legalidad la Justicia está estudiando hoy. Al lado de esa realidad, miles de millones de dólares en poder de los ciudadanos están esperando una palabra clara para confiar y volcarse a los mercados.

Esa palabra debe llegar en los próximos días. Si bien el ministro de hacienda Prat Gay adelantó que no habrá un “paquetazo”, sí es preciso un programa coherente, balanceado y puesto a funcionar todo al mismo tiempo para que ese shock de confianza comience a dar sus frutos.

La tarea de informar a la ciudadanía no debe parar. Si yo fuera el gobierno, haría conferencias de prensa semanales durante los próximos seis meses, área por área, para que los argentinos sepamos dónde nos dejaron.

No digo esto con ánimo de revancha, sino con el sentido técnico que puede tener para una persona ir a visitar un psicólogo en un momento determinado de su vida. El psicólogo es un técnico cuya misión consiste en que el paciente finalmente conozca y acepte su verdad, para que desde allí, como un adulto, pueda empezar a recomponer lo que estaba fuera de escuadra.

La sociedad necesita ese psicólogo para salir de la mentira y volver a la verdad. Ese camino no será sencillo ni agradable para muchos. Es más, puede ocurrir que, como frente a cualquier psicólogo, muchos hagan oídos sordos, no quieran escuchar y prefieran seguir creyendo que vivir de fantasías es posible.

La Argentina debe cambiar el chip y pasar de vivir de fantasías a vivir de sueños. La diferencia puede ser sutil, pero es demoledora. Los sueños son un motor incansable de la vida; nos ponen un norte, una dirección, un objetivo. Nos ayudan a elegir las mejores herramientas para conseguir esa meta que soñamos. Son una gran brújula para mantenernos en nuestro camino más corto hacia nuestros logros. Son un GPS que se enoja cuando nos desviamos del camino.

Las fantasías son magias irrealizables, son cuentos. Cuando la fantasía puede convertirse en realidad es un sueño, no una fantasía.

La Argentina ha sido soporizada para vivir en una fantasía durante muchos años. Aferrados al despilfarro y a la quema irresponsable de capital, infraestructura y stocks, nos creímos un cuento que nos costó carísimo.

Enterarnos ahora del nivel de la factura, será duro. Pero el presidente Macri nos debe esa dureza. El cambio que la sociedad votó también ha sido en parte un cambio para salir de la mentira. Al lado de los cumplimientos inmediatos de las promesas de campaña, debe aparecer lo que se dijo en el discurso inaugural: no ocultarnos la verdad.

En esa tarea debe ponerse casi tanta enjundia como la que seguramente el nuevo equipo de gobierno debe estar poniendo para construir un dique financiero enorme que permita abrir las compuertas del dólar.

Es cierto que muchos deben estar pensando en que Macri dijo que levantaría el cepo el primer día. Es cierto que muchos deben estar diciendo, “viste, te dije que no iba a poder hacerlo el primer día” y que otros se sentirán frustrados por esa demora.

Y es verdad que la demora no debe ser mucha. La magia inexplicable que se produce en los primeros instantes de un gobierno no se repite después, a menos que uno sea un demagogo profesional y no le importe más que su propio ombligo.

Por eso estamos frente a momentos cruciales. Momentos en donde hay que estar a la altura de las circunstancias. Momentos que al mismo tiempo combinan la necesidad de sincerar las variables económicas comprimidas durante tantos años, de decir verdaderamente dónde estamos parados y de cuidar hasta el último argentino, aun aquel que se defina como el más bilioso enemigo del nuevo gobierno.

Se trata de una tarea titánica. Pero su dimensión también le dará medida al éxito que ojalá acompañe a quienes tienen hoy la responsabilidad de gobernar.

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