Ayer el presidente de la Copal (la Cámara que agrupa a los productores alimenticios de la Argentina) Daniel Funes de Rioja, se reunió con Roberto Feletti, el impresentable nuevo secretario de comercio (que de nuevo solo tiene el tiempo de su nombramiento porque, por todo lo demás, es un jurásico que no sabe en el mundo que vive) supuestamente para llegar a un acuerdo por el congelamiento de precios.
Conozco a Daniel hace 30 años. Es un hombre lúcido que sabe cuáles son las ideas que mueven al mundo, que sacan a la gente de la pobreza y que funcionan eficientemente para generar riqueza.
Sin embargo, tanto al entrar a la reunión como al salir de ella, se mostró dubitativo frente a los periodistas, sin marcar -cómo hubiera sido deseable- el desacierto de las medidas de Feletti, la antigüedad y la ineficiencia de un sistema que ha mostrado su indefectible fracaso cada vez que se intentó implementar.
Solo un hombre con miedo pudo haber declarado como declaró Funes de Rioja. Un dirigente libre, que sabe de la ignorancia que significa y representa el control y -más aún- el congelamiento de precios habría dado una lección pública sobre el severo error que comete el gobierno.
Sin dudas, hubiera marcado la necesidad de que el Banco Central dejé de emitir dinero sin respaldo (en otras palabras, dinero falso) a razón de 100 mil pesos por segundo para detener el océano inflacionario en el que nos ha depositado la irresponsabilidad electoral de un gobierno incalificable.
Habría aprovechado la oportunidad que le daba la presencia masiva de la prensa para identificar como único responsable de la inflación al Estado que Feletti representa, porque es el Estado el único con capacidad legal para imprimir dinero, cuyo poder adquisitivo ha sido destruido por la irresponsabilidad, la obcecación y la impericia de un conjunto de burros.
Feletti ha tenido la cara de decir pública y textualmente “queremos permitir que la gente tenga unas Fiestas felices”. ¿Permitir? ¿Pero quién sos Feletti? ¿Quién te dio el poder para permitir o no la felicidad de la gente?
Ha dicho también que quieren que las empresas obtengan sus ganancias “por cantidad” y no por precio unitario, atribuyéndose la potestad de indicarle a los empresarios cómo deben manejar sus empresas y cuál debería ser el camino para ganar dinero.
Se trata de una falta de respeto inaceptable que también debió ser respondida adecuadamente.
¿Quién se cree que es Feletti? ¿De dónde salió como para arrogarse la atribución de dirigir las empresas ajenas? ¿Cuál es su palmarés en el sector real de la economía como para que, desde una alta torre, se crea con autoridad para indicarle a los demás cómo manejar sus negocios?
Solo la aceptación de que vivimos en un régimen capaz de transmitir temor a sus ciudadanos explica que este irreverente no haya sido puesto en su lugar como corresponde.
Eso es lo que me llamó la atención también del presidente de la Copal. Yo entiendo que debe cuidar las formas y que debe convivir con este dinosaurio. Pero si vamos a decirle que sí a todo lo que dicen los dinosaurios para evitar que se enojen, se va a cumplir aquella máxima de Fiódor Dostoyevski “La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles”.
Toda esta locura debe detenerse. Y es hora que “las personas inteligentes” como Daniel Funes de Rioja les expliquen a quienes quieran escucharlos quién está generando, no solo la inflación, sino el desbarajuste económico en el que se está hundiendo la Argentina.
Los desaguisados no tienen límites en el manejo de los dineros públicos. Es tanta la convicción mental que tienen de que la única manera de dar vuelta las elecciones es prostituyendo al pueblo con regalos, que el gobernador de Buenos Aires, por ejemplo, no dudó en montar una farsa con la botadura de una lancha de la provincia de Buenos Aires (que supuestamente sería usada para beneficio de los bonaerenses) a la que le faltaban las hélices y los motores con lo cual, ahora, sacarla del agua para poder terminarla realmente va a costarles una fortuna a los ciudadanos de la provincia e, indirectamente, a todo el país.
Los dirigentes responsables del sector privado de la Argentina deben detener esta sinrazón y deben poner en su lugar a quienes están produciendo la mayor pobreza per cápita de la región, después de Venezuela, precisamente en el país que llegó a tener, antes del peronismo, el PBI más alto de todo el subcontinente, superior al de todo el resto de América Latina combinada, incluido Brasil.
A los Feletti de la vida se los enfrenta con la verdad y con firmeza. Más allá del componente diplomático que algunos puestos dirigenciales tienen, es hora de terminar con la ignorancia y con la brutez. A la Argentina se le acabó el tiempo de la diplomacia. Es hora de actuar y cortar la trasmisión de los mismos errores que causaron que la mitad del país sea pobre.
Si eso ofende a los imbéciles, lo lamento. Prefiero que se ofendan a que nos gobiernen.
Podrían empezar por manejar adecuadamente las empresas del Estado. Tal vez deberían haber probado reducir el precio de los pasajes de Aerolíneas a la cuarta parte, aumentar el número de vuelos y medir los resultados, antes de salir a pontificar al empresariado privado.