Luego de la derrota de Hitler, Alemania estaba completamente devastada. Ocupada y dividida en dos, el sector occidental no tenía literalmente nada para comer. El comando norteamericano a cargo de la ocupación había encontrado escondido en un refugio a Konrad Adenauer el viejo líder de la democracia cristiana alemana.
Konrad Adenauer había sido destituido como Alcalde de Munich por orden de Hermann Göering en 1933. Poco tiempo después fue detenido por cuestiones políticas vinculadas a su oposición al régimen nacionalsocialista. En 1944 fue nuevamente preso, esta vez durante tres meses, acusado por la Gestapo de haber integrado el grupo de personas liderado por el coronel Claus von Stauffenberg que intentó asesinar a Hitler colocando una bomba en su cuartel general de Prusia Oriental.
En el año 1948 Adenauer fue nombrado al frente del Consejo Parlamentario por orden de los tres aliados occidentales con el objetivo principal de elaborar una ley fundamental para la República Federal de Alemania.
La misma tendría obviamente el control que operaba bajo la dirección norteamericana, pero, en principio, Adenauer tendría espacio para elegir a sus colaboradores y el rumbo del nuevo gobierno.
El desabastecimiento era total. No solo por los efectos de los bombardeos aliados sino porque el nazismo había destruido la economía y las fuerzas ocupantes no tuvieron -al principio- mejor idea que continuar con los controles de precios y con regulaciones que, por otro lado, eran comprensibles bajo un régimen de ocupación militar.
En las elecciones del 14 de agosto de 1949, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) encabezada por Adenauer junto a la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU) obtuvo el 31 por ciento de los votos que representaban 139 bancas en el nuevo Bundestag. Por su parte, el Partido Social Demócrata (SPD) alcanzó a 131 bancas.
Adenauer, por entonces de 73 años, tenía plena conciencia sobre la necesidad de implementar un programa de shock que revitalizara rápidamente la producción industrial de su país, destrozada después de seis años de guerra. A tal fin designó a Ludwig Erhard (1897-1977) al frente del ministerio de Economía, cargo que mantuvo hasta 1963 cuando reemplazó al propio Adenauer como canciller federal de Alemania Occidental.
Erhard era un liberal que creía en la constitución de un estado pequeño, fuerte y ágil y un sector privado grande, dinámico y competitivo. Su mantra filosófico podría decirse que es un resumen memorable de la contra-idea peronista de la vida. Reza así: “Quiero probar mis propias fuerzas, quiero hacerme cargo yo mismo de los riesgos que enfrento en mi vida, quiero ser responsable de mi destino. Te encargo a ti, Estado, crear las condiciones para que pueda hacerlo”.
Es decir la oración laica del individuo que es responsable de su vida y de la solución de sus problemas y que solo pide que el Estado le remueva los obstáculos que le impiden encarar sus soluciones. No quiere las soluciones. Las soluciones se las dará él mismo. Solo quiere que lo dejen tomarlas, aunque ello implica hacerse cargo de las consecuencias. Perón, pero al revés.
Erhard diseño los pilares de la economía social de mercado. El marco alemán se convirtió en la nueva moneda legal. La impresión de los flamantes billetes se había realizado en los Estados Unidos y llegaron a Alemania Occidental entre febrero y abril de 1948. Dos días después Erhard decretó el fin de los controles de precios que había instaurado Adolf Hitler a mediados de la década del ´30.
Apenas tres días después de la Reforma Monetaria, el 24 de junio, entró en vigencia la Reforma Económica. La norma dispuso en su preámbulo lo siguiente: “La flexibilización del sistema estatal de distribución de mercadería y control de precios encuentra sus límites allí donde es necesario:
1 garantizar la protección de los sectores económicamente más débiles;
2 asegurar la ejecución de programas económicos en interés público; y,
3 impedir que influencias monopólicas puedan aprovecharse de la situación de emergencia que vive la población”.
Este plan de “shock con amortiguadores” fue la base de despegue del milagro alemán. Erhard sostenía que “la libertad debe conjugarse con el orden, ya que un orden sin libertad lleva a la coacción y una libertad sin orden amenaza con degenerarse rápidamente y convertirse en un caos”.
La Argentina no sufrió una guerra militar pero sí sufrió una guerra ideológica. Una guerra declarada contra las ideas de la Constitución hace 80 años y que las ideas de la Constitución (que son coincidentes con las de Erhard) perdieron.
Sin embargo, los efectos de la victoria de la “ideología” peronista (pongo la palabra ideología entre comillas porque el peronismo no fue una “ideología…” El peronismo fue una ameba de conceptos contradictorios cuya finalidad era el abordaje del poder a como diere lugar. Una vez allí su objetivo fue conservarlo porque advirtió el maná de riquezas que la “propiedad” del Estado le significaba para los jerarcas del régimen) fueron iguales o peores que los de una guerra militar. La destrucción insoslayable de una derrota militar suele habilitar la puesta en marcha de programas audaces porque se advierte con claridad que peor alternativa que en la que ya está no hay.
Pero cuando la destrucción es lenta y prolongada en el tiempo, se produce un acostumbramiento a las carencias y se genera un temor a que cualquier cambio haga perder, incluso, lo poco que se tiene. Ese es el daño que hizo el peronismo.
No obstante, los remedios para salir de la destrucción militar y de la destrucción peronista no difieren demasiado: las medidas hay que aplicarlas todas juntas con los amortiguadores del caso.
Es lo que debería hacer el gobierno de Javier Milei y es lo que parece está diseñando. Todos los que lo rodean deberían ser funcionales a ese objetivo mayor. No hay lugar para pequeñeces aquí. Puede, sí, existir picardía política para distinguir cuál es el mejor camino para conseguir los votos que aprueben las reformas. Pero las reformas no son negociables.
En el fondo la solución de los problemas argentinos es a la vez sencilla y complicada. Sencilla, porque para lograrla solo hace falta hacer “blanco” donde el peronismo hizo “negro” y “negro” donde el peronismo hizo “blanco”. Complicada, porque quienes deben aprobar los instrumentos legales para hacer “blanco” donde se hizo “negro” y “negro” donde se hizo “blanco”, son los que hasta ahora hicieron “negro” y “blanco” donde debía hacerse lo contrario.
La contundente mayoría electoral que respaldó con su voto al presidente electo debe asumir la misma responsabilidad que la sociedad alemana asumió cuando respaldó a Erhard, incluso más allá de los miedos que tenían los mismísimos generales que ocupaban Alemania Occidental en nombre de la libertad.
Los alemanes occidentales tenían como estímulo no solo el recuerdo de lo vivido con Hitler sino la prueba palpable y cercana de lo que les estaba ocurriendo a sus conciudadanos del Este, que habían tenido la malísima fortuna de caer del lado de una nueva servidumbre.
La memoria de los argentinos será fundamental en la etapa que viene. Y el presidente y su gobierno deben actuar como unos “ayuda-memoria” permanentes.
Iba a comprar la botellita de vino y revistita del mundial de Clarin x casi
10.000 Australes + decidi invertir ese dinero en algo + util. El alcohol emborracha y a largo plazo produce cirrosis…..saludos !!!