La manifestación convocada por Hugo Moyano para el miércoles 21 es una de las mentiras políticas más impresionantes de los últimos tiempos. Y también una de las burdeces de la izquierda más obvias y evidentes.
Estas dos características transforman a todo el acto político en una farsa. Moyano es el dirigente con la más abultada imagen negativa del país. Nadie lo supera cuando la pregunta es quién es el dirigente público con menos prestigio de la Argentina: Moyano descuella al segundo por varios cuerpos; podría ser una Madre Teresa de Calcuta masculino por los próximos 5 años y aun así seguiría encabezando esa tabla de infamia.
Sin embargo, la izquierda que no conoce lo que es la moral, la ética y los principios y que solo busca subirse a cualquier colectivo que reúna circunstancialmente más gente que ella para apropiarse también de esos números (está claro que lo de ellos es el robo en cualquiera de sus formas, aún el robo de la capacidad de convocatoria ajena) se sumará con sus pancartas de odio, de resentimiento, de envidia y de violencia para aportar fichas a lo único que le interesa: le generación del caos.
Hay que decirlo ahora: el miércoles habrá violencia, destrozos, corridas, propiedad pública y privada vandalizada: es lo único que saben hacer; jamás le entregaron al Universo una sola innovación positiva, útil, que haya servido para mejorar la vida de la humanidad… Lo único en lo que se especializan es en la violencia, en matar gente (a balazos, torturándola o de hambre) en producir desorden y desasosiego. Esa es su especialidad: el vandalismo… Es lógico porque son vándalos.
Hacia esa incomprensible mezcla de rabia y rencor se han volcado las bases de las llamadas “organizaciones sociales” que sin dudas serán el corazón del respaldo con el que contará Moyano.
Está claro que todos ellos sienten por el líder camionero una profunda furia pero estarán con él porque hoy Moyano es la excusa para generar el caos que quieren generar. Varios de sus referentes lo han dicho públicamente: “iremos a cualquier lugar, nos uniremos a cualquier causa (aunque no sea la nuestra) nos uniremos a cualquiera con tal de voltear a Macri”. El miércoles estaremos viendo en vivo y en directo uno de esos ejercicios.
Ya lo vimos en diciembre cuando el Congreso recibió una lluvia de 14 toneladas de piedras obtenidas, a su vez, de la destrucción total de la Plaza de los Dos Congresos que había terminado de ser puesta en valor tan solo dos meses antes.
Moyano, a su vez, no le hace asco a nada. De no ser la figura más impopular del país se pondría él mismo en una esquina para conseguir que más gente salga a la calle ese día. Sabe que los argumentos que puso para la convocatoria son tan falsos como la manifestación misma. Lo único que lo preocupa es la cárcel. Su situación contable no resiste el menor análisis. No puede justificar la fortuna y las posesiones que tiene. Tampoco los oscuros trasiegos entre su sindicato, OCA, la obra social del sindicato y el Club Independiente de Avellaneda.
Moyano es la representación humana más impresionante de la Argentina antigua; de la Argentina que sigue creyendo en la cultura de la calle por oposición a la preponderancia de las instituciones,
de la Argentina que se obnubila por las masas, de la Argentina que sigue adorando el populismo.
Macri se equivoca si se propone vencer a Moyano. Macri debe doblegar la cultura que Moyano representa, debe generar una Argentina institucional que ponga los derechos individuales por encima de la fuerza de las muchedumbres; que haga vales la ley por encima de los privilegios que varios vivos han construido para su propio beneficio sobre el sudor y el sufrimiento de los pobres de la Argentina que, lamentablemente, han encontrado en las mentiras de aquellos un remanso para encauzar sus propias furias y sus propios resentimientos.
Esos rencores fueron explotados inteligentemente por aquellos cerebros de la pobreza para hacer de ella un enorme negocio con el que se enriquecieron fraudulentamente, sin que les importara la muerte, la mala vida, la caída en la educación, la declinante salud pública de los que menos tienen.
El gobierno no ha sabido explicar estas obscenidades. Y tampoco pudo establecer un nuevo set de reglas que dieran vuelta la cotidianeidad de todos aquellos que hoy se consideran olvidados.
El gradualismo por definición entrega resultados graduales. El desorden macroeconómico creado por el kirchnerismo fue de tal profundidad que si se hubiera encarado de golpe la Argentina hubiera tenido consecuencias parecidas a las de una guerra. Parte del equipo de presidente lo convenció de que el pasaje del desastre a la normalidad podría hacerse a paso lento sin provocar los efectos devastadores de un ajuste frontal.
Macri aceptó ese camino. Para eso no le ha quedado otro camino que sostener un enorme aparato improductivo que a la Argentina le cuesta 35 mil millones de dólares adicionales a los del presupuesto por año. Resulta sarcásticamente patético que algunos de los que se quejan y que secundarán a Moyano el miércoles se quejen porque el gobierno toma deuda: nadie cobraría ni uno de los 20 millones de cheques que dejó el kirchnerismo para cobrar del Estado por mes, si esa deuda no se tomara. Pero de vuelta: lo único importante para ellos es agitar cualquier parche con tal de desestabilizar el Estado de Derecho.
¿Cuándo será el día que una mayoría social decisiva advierta estas guasadas y no se preste a ser carne de cañón para que, por un lado, los inescrupulosos antidemocráticos de la izquierda aspiren a tomar el poder por la violencia y, por el otro, un conjunto de impresentables populistas sigan usando al pueblo para llenarse los bolsillos?
Según sean leídas las interpretaciones de la manifestación del miércoles la Argentina puede tomar uno u otro camino en su histórica encrucijada entre la modernidad de las instituciones y el subdesarrollo corrupto del populismo.