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La luz de la “ciudad brillante” puede apagarse

El presidente Biden decidió finalmente declinar la continuidad de su carrera por la reelección. Esta es la noticia que el domingo confirmó un hecho que venía comentándose entre bastidores desde hacía muchísimo tiempo.

Con todo la noticia no es la más importante que rodea la elección de noviembre. La noticia mas importante que rodea la elección de noviembre es que el país más poderoso de la Tierra y la democracia más antigua del mundo se debate ante la avanzada más importante que el gramscismo haya jamás emprendido desde que Antonio Gramsci escribió su L’Ordine Nuovo en la celda de su prisión italiana.

Las sucesivas victorias que ese movimiento ladino, amplio, multidireccional, transnacional y camaleónico ha obtenido en distintas geografías del mundo no se comparan en nada con lo que podría ser la definitiva toma del poder en los EEUU.

Gramsci envió un mensaje claro: el comunismo totalitario no se haría del poder en el mundo por la vía de la violencia revolucionaria como proponía el delirante de Lenin. Lo haría por la vía de la infiltración lenta pero sin pausa en las instituciones de la democracia liberal occidental.

El copamiento de las terminales culturales, institucionales, académicas, intelectuales y políticas de los países libres deberían ser las nuevas cabeceras de playa de un comunismo disfrazado de fuerzas “sociales”, “progresistas” y “humanistas” que irían horadando los cimientos de la libertad individual y de los derechos civiles.

Toda causa colectiva, sectorial y deconstructiva debía ser tomada como propia, en una suerte de apoderamiento de todo reclamo social que desafiara el orden liberal y que identificara a los reclamadores con los objetivos y las aspiraciones de la izquierda.

Ese movimiento debía ser tan agresivo que quienes no adhirieran a él deberían sentirse avergonzados de expresar sus propias ideas libremente; el señalamiento público debería ser tan voraz que quien intentara pararse de manos frente a ese avance debía ser señalado como un fascista, enemigo -paradójicamente- de la democracia.

Ese aluvión de “corrección política”, que no titubeaba en rotular a quienes no se plegaban a él con los epítetos más ofensivos que la política pudiera concebir, copó -como lo exigía el visionario Antonio- amplias franjas de las usinas que, con su constante repiqueteo, van formando el mainstream social.

Con el correr de las décadas fue muy notorio como esas terminales intelectuales de los EEUU fueron copadas por este movimiento. La sexualidad, el idioma, la familia, la historia, los filmes, el entretenimiento y, obviamente, la política se vieron pronto invadidos por una especie de “manual de lo correcto” cuyo ultra objetivo consistía en debilitar los valores clásicos de la cultura norteamericana para proveer a su modificación y reemplazo.

Ese movimiento no tardó en identificar al Partido Demócrata como el navío adecuado para canalizar el proyecto de toma del poder. El eslabón “Biden” de esa larga cadena no es sino el último de una trayectoria que comenzó fuertemente en los ’60, conquistando una buena parte de la mente de los baby boomers (la generación nacida después de concluida la SGM) y que paulatinamente se fue adentrando en el corazón del mainstream norteamericano.

El último acto de esta avanzada consistió en la selección, en 2020, de un arquetipo potable que pudiera ser fácilmente manipulado por la elite que realmente mueve los hilos en Washington. Biden no fue otra cosa que una marioneta que ponía la firma donde le decían.

Él y su vicepresidente Harris (como mascarones de proa de la intelligentsia que gobierna el país) allanaron el camino a una política inmigratoria, exterior, energética, de defensa, de seguridad interna y de alineamiento internacional que está dirigida a debilitar la fortaleza norteamericana y a cambiar el estado mental ciudadano respecto de lo que está bien y lo que está mal.

Dentro de esa estrategia, el inculcar la culpa y la vergüenza se transformaron en dos de los arietes más importantes para desgastar el músculo nacional y reemplazarlo por una actitud timorata y permisiva que fuera, lentamente, apagando la llama de la enjundia y de la convicción estadounidense.

Quizás las imágenes finales de Biden sean toda una metáfora de lo que se propuso hacer el gramscismo con el país: ponerlo de rodillas frente a su propia impotencia.

La fascista movida “woke”, que ha copado los círculos de decisión desde Disney hasta Hollywood y desde Harvard hasta el New York Times, no es más que una muestra de un movimiento mucho más amplio que, valiéndose de las herramientas de la democracia, tiene como objetivo terminar con ella. Con el agregado de que, quien quiera levantar una palabra de oposición o de alerta, es acusado de ser el fascista de la película.

Cuando Ronald Reagan se despidió del gobierno para pasarle el mando a George Bush Senior, habló a la nación con la seguridad de haber conjurado el que hasta ese momento había sido el mayor intento de sabotaje a la historia norteamericana del siglo XX: la presidencia de Jimmy Carter. En ese momento dijo, rememorando la famosa cita de “The shining city upon the hill”: “En mi mente estaba una ciudad alta y orgullosa construida sobre rocas más fuertes que los océanos, azotada por el viento, bendecida por Dios y repleta de personas de todo tipo que vivían en armonía y paz; una ciudad con puertos libres que bullían de comercio y creatividad. Y si tenía que haber murallas en la ciudad, las murallas tenían puertas y las puertas estaban abiertas para cualquiera que tuviera la voluntad y el corazón de llegar hasta aquí”.

Reagan se basó en la frase predicada por el peregrino puritano John Winthrop en el que quizás sea el primer ejemplo de la idea del excepcionalismo estadounidense. En 1630, mientras todavía estaba a bordo de un barco con destino a la Bahía de Massachusetts, Winthrop pronunció su sermón “Un modelo de caridad cristiana”, basado en la cita bíblica de la ciudad brillante sobre la colina.

Pues bien, las fuerzas que quieren hacer sentir a los EEUU avergonzados por ser esa comunidad de avanzada que ha construido para sí y para la humanidad una brillante ciudad de libertad en lo alto de la colina no se dieron por vencidas con Carter y regresaron recargadas.

Hoy, desgraciadamente, un partido que sirvió también a la fragua de aquel modelo exitoso, ha sido copado por una elite que lo quiere usar como vehículo para dinamitar el proyecto real y concreto más logrado de realización humana.

Biden no fue sino una máscara usada con el fin de darle continuidad al proyecto. Quienes manejaban sus hilos ni siquiera lo dejaron despedirse con una imagen suya dirigiendose al pueblo: le impusieron una nota impersonal publicada en la red social del amigo de Trump.

Harris es un engranaje útil -por sus múltiples características personales- para mantener el modelo a flote. Su historia de resentimiento contra la tierra que le dio un lugar a su familia, calza perfecta para que el rencor encuentre un nuevo cauce…

¡Ah, no…! ¡Claro…! ¡El rencor lo ejercen los otros…! ¡Siempre los otros…!

Por Carlos Mira

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2 thoughts on “La luz de la “ciudad brillante” puede apagarse

  1. Anónimo

    LA GUERRA RUSIA /UCRANIA TERMINARA
    DIOS MEDIANTE… PRONTO
    LA QUE COMIENZA ES LA BATALLA CULTURAL.
    OCCIDENTE TRADICIONAL vs. WOKELAND !
    AHÍ SABREMOS HACIA DONDE SE DIRIGE EL MUNDO.
    MAS GUERRA O MAS COMERCIO CON FRONTERAS SEGURAS Y EN PAZ.🤞🤞🤞🙏

  2. Juan

    Me gustaria saber su opinion sobre lo q ocurrio aca en su momento lo de la “pesificacion asimetrica” fue una GRAN ESTAFA a todos aquellos q depositaron dolar billete en algun Banco Y luego reibieron pesos devaluados o no ?Ud. Cree
    Q hay mucha gente q quiere pagar Impuestos despues de Esto…me hago
    Paltero despues de esto 😊

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