¿Alguien se puso a pensar lo que sería el mundo si las increíbles creatividades e innovaciones tecnológicas que el capitalismo liberal le trajo a la humanidad no se hubieran producido? Si el mundo hubiera estado manejado por un conjunto de burócratas fascistas que hubieran cortado todo el incentivo a esa inventiva e imaginación, ¿qué sería de nosotros hoy?
Probablemente el promedio en la expectativa de vida sería unos treinta años menor, una enorme cantidad de pestes seguirían matando a una humanidad sin avances científicos y sin inversión médica y la actual pandemia se parecería más a la peste negra que a una complicación pasajera de la que el mundo libre saldrá primero, antes que nadie.
Frente a la innegable verdad de estos escenarios, resulta increíble que haya voces como la de Adriana Puiggros, la inservible dirigente marxista que viene envenenando las mentes de jóvenes argentinos en los últimos 40 años, que ayer en un tweet dijo: “El coronavirus infectó sociedades humanas enfermas de neoliberalismo. La destrucción ambiental llevada a cabo por el capitalismo financiero liberó el virus. El irrefrenable impulso de los dueños del capital produce una espiral que se retuerce engullendo a la sociedad”.
La verdad que uno no sabe por dónde empezar a responder a este cúmulo de mierda resentida y envidiosa en que se convierte la gente cuya mente ha sido infectada por el fascismo comunista.
En primer lugar el virus fue liberado en China, ese antro de autoritarismo marxista que, a propósito, puso en marcha un plan diabólico ideado por la inveterada malicia que lo caracteriza.
Porque, efectivamente, el comunismo es un sistema tan inservible e inútil que no duda un solo instante en echar mano a la maldad para conseguir, por ese, camino, lo que jamás conseguiría por eficiencia.
¿Alguien puede mencionarme, por ejemplo, un solo avance científico, tecnológico, médico, o de cualquier orden por el cual el Universo debería estarle agradecido al fascismo comunista? ¿Hay algún adelanto creado por ese engendro que la humanidad este disfrutando hoy? No. Solo miseria y muerte. El comunismo ha hambreado a todas las sociedades que tuvieron la desgracia de padecerlo y aquellos que se negaron a morir de hambre fueron asesinados. El libro negro del comunismo cuenta más de 350 millones de muertes.
En segundo lugar, no es extraño que la propagación de este conjunto de burradas haya sido diseminado por personas a las que anima, primero y antes que nada, un resentimiento visceral contra el éxito ajeno y luego -allí, pisándoles los talones- una atroz ignorancia.
A ver si entendés, bola de odio: el “neoliberalismo” no existe. Ha sido creado por la malicia marxista que supuso que por el simple expediente de agregar el prefijo “neo” a lo que sí existe y debería ser el primer orgullo humano -el liberalismo- iban a lograr menospreciarlo.
De modo que insistir en la táctica vieja y pueril del “neoliberalismo” no hace otra cosa que confirmar que Puiggrós no ha leído un puto libro de filosofía del Derecho o de filosofía jurídica en su triste vida.
¡Y qué decir del funcionamiento del Estado de Derecho, otra bendición inventada por el liberalismo! Ese sistema asegura la libertad de las personas y la limitación del poder de los burócratas. Me niego a decir “la limitación del poder del Estado” porque esa es una terminología que nos induce a olvidar que el Estado no es una entelequia etérea que flota en el espacio sino una de estas dos cosas: o una estructura jurídica creada para preservar y defender los derechos individuales; o una cofradía de truhanes que aprovecha la desigualdad legal que las leyes que ellos mismo dictan les da para ponerse por encima del orden jurídico, robar, y disfrutar de prerrogativas a las que el pueblo esclavo mira desde el llano.
En ese sentido, se puede decir con certeza que la Argentina del CV19 no es un Estado de Derecho.
En efecto, los poderes creados por la Constitución para frenar y equilibrar el desbordante poder del Ejecutivo (el más peligroso de todos para la libertad) están cerrados. El Congreso está cerrado y los Tribunales están cerrados. No hay control de constitucionalidad sobre el accionar del Ejecutivo y las libertades civiles han quedado a merced de la voluntad de una sola persona, a su vez sospechada de trabajar para el poder omnímodo de otra.
La libertad soñada por los constituyentes y por Alberdi está siendo arrasada por un conjunto de fascistas que cuentan con el beneplácito de una parte importante de la población y con el miedo de la otra.
La primera se apoya en una larguísima tradición de espíritu autoritario que nos acompaña desde que nacimos como nación. La segunda ha ido siendo arrinconada por la primera que, además, tiene en el ejercicio de la fuerza bruta, una de sus principales herramientas operativas.
El país está sujeto a una especie de Santa Inquisición ejercida por personajes siniestros como Puiggrós que actúan como un tribunal de ideas que, desde una alta torre, aprueba o desaprueba lo que el pueblo puede pensar.
Pues mire, Puiggrós, somos muchos los que no vamos a renunciar a la libertad. Y me parece adecuado sugerirle a su pobre respaldo literario, como para cerrar este comentario, el poema que inspiró a Nelson Mandela, alguien tan inteligente y sobre todo sano mentalmente, como para abdicar del marxismo y abrazar la libertad que unió Sudáfrica y que la convirtió en uno de los países emergentes que más han mejorado su nivel de vida en los últimos 25 años:
“En medio de la noche que me cubre, negra como el abismo de polo a polo, agradezco a cualquier Dios que pudiera existir, por mi alma inconquistable. En las feroces garras de las circunstancias no me he lamentado ni he llorado.
Bajo los golpes del azar mi cabeza sangra, pero no se doblega.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas, se acerca inminente el horror de la sombra.
Y aun así, la amenaza de los años me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta, cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino: Soy el capitán de mi alma”.