
No hay ninguna duda de que los modales y las maneras son importantes. El kirchnerismo, en ese sentido, nos acostumbró a tal nivel de chabacanería y vulgaridades que produjo un impacto doble en la sociedad.
En primer lugar -dada la verificación de que esas prepotencias rendían frutos- otros que no habían usado hasta hora esos giros destemplados, empezaron a usarlos simplemente porque no querían quedarse atrás.
Ver y escuchar las ordinarieces casi cotidianas de Cristina Fernández de Kirchner -que, cada vez con más soltura, desplegaba la terminología y las formas de un carrero de la quema para expresarse en público- y luego de verificar que esa táctica era eficiente para “conectar” con ciertos sectores sociales, se hizo notorio cómo otros personajes públicos comenzaron imitarla.
En segundo lugar, en otra porción de la sociedad, ese espectáculo tan bajo produjo un rechazo tan visceral a los malos modos y a la mala educación que mucha gente comenzó a formarse juicios de fondo sobre determinadas personas (o incluso sobre sus ideas) según esas personas tuvieran buenos o malos modos.
El presidente Milei nunca fue un dechado de urbanidad pública. Desde que compartía con él los paneles de “Intratables” pude comprobar que era obvio que decía las cosas al aire como si estuviera en el bar de la esquina, sin cámaras de por medio.
Y cuando más convencido estaba de las cosas o cuanto mayor era el nivel de burradas que decían los demás, mayor era el abanico de groserías con las que respondía.
Aquí hay un primer detalle a observar: las formas de Milei YA ERAN CONOCIDAS ANTES DE PRESENTARSE COMO CANDIDATO.
Muy bien. El candidato Milei gana las elecciones y se convierte en presidente. Durante toda la campaña aquellos modales no fueron disimulados sino que continuaron siendo la manera habitual con la que el hoy presidente se expresaba en público. Con esto quiero decir que las guarangadas de Milei no aparecieron como consecuencia del ensoberbecimiento del poder sino que estaban allí antes y eran conocidas previamente.
Este “estilo” comenzó a producir efectos en la sociedad y está a punto de cruzar el límite simplemente circunscripto a la “educación” para pasar a impactar en aquellas circunstancias a las que las personas le prestan atención para decidir el apoyo o el no apoyo, la adhesion o la no adhesion, la confianza o la no confianza.
Como, crease o no, todo el éxito técnico del programa socioeconómico que persigue el gobierno depende de esas inmaterialidades (como la confianza o la no confianza, la simpatía o la no simpatía, el apoyo o el no apoyo) el estilo del presidente empieza a jugar un rol en el destino de su programa y de sus intenciones de cambiar el modelo social del país.
Puede parecer mentira que la posibilidad de que la Argentina deje atrás un modelo de atraso y miseria quede supeditada a los modales de quien propone cambiarlo, pero es así.
Y creo que, en cierto modo, es justificable que una parte de la sociedad exija que no solo se quiera cambiar de raíz el modelo social de dependencia y servidumbre por otro de progreso y libertad sino que se lo haga con el debido respeto a unos modos y a unas maneras de civilización que son, justamente, las que van de acuerdo con el sistema prosperidad y desarrollo que se busca. Que esta combinación sería la ideal no está bajo discusión.
Lo que está bajo discusión es cómo jugar un partido decisivo con alguien que no está dispuesto a respetar las mismas normas que vos estas dispuesto a respetar y que, ademas, cuenta a su favor con el apoyo de un sector social a quien no solo no le molestan esas formas sino que las comparte y las aplaude.
¿Qué se hace en ese caso? ¿Se va a ese partido con las pulcritudes que no estarán presentes en el contrincante y que muchos de los “espectadores” del partido no valoran? ¿O, al contrario, se imitan esas agresiones para evitar el atropello?
Desgraciadamente, en la Argentina, el peronismo ha arruinado todo. Estos extremos que se vinculan con la educación, las formas, las maneras y los malos modales, también. Entonces, hoy en día, se vive bajo la encrucijada de ser un civilizado que observa todos los extremos del buen gusto y del tacto civilizado (mientras un conjunto de maleducados los lleva por delante) o se le presenta cara a esas vulgaridades con vulgaridades aun mayores.
Soy consciente que estoy describiendo la formación de lo que se llama una “escalada”, es decir, una situación en donde, por no dar el brazo a torcer, se entra en una lógica de “a mal educado, mal educado y medio”. El derrotero de ese camino no puede terminar bien.
¿Qué hacer entonces? En mi criterio, la sociedad debe seguir exigiendo un piso mínimo de urbanidad y civilización pero, al mismo tiempo, debería hacer dos cosas: separar las ideas que hay por detrás de las formas y tener muy en cuenta cual es el grado de éxito social que tiene la mala educación.
¿Por qué digo esto? Pues porque me parece importante que un programa que viene a proponer un cambio copernicano en la manera de entender como debe estar organizada la vida en la sociedad no puede quedar preso de las malas maneras del personaje que lo propone y lo encarna: si la sociedad está convencida del cambio no debería abortarlo por el hecho de que la sociedad considere que quien lo lidera es un maleducado.
Y en segundo lugar, porque si el ser un desorejado, un chabacano, un vulgar sin el menor cuidado por la educación mínima, “paga” en términos politicos (como lo ha probado por años el éxito del kirchnerismo) entonces el problema no está en el chabacano público sino en la sociedad de la cual es su emergente.
Resulta obvio que el presidente deje con la mano colgando al Jefe de Gobierno de la Ciudad en la conmemoración de una de las fechas patrias más importantes o que deje la mejilla de la vicepresidente como testigo del viento mientras él sigue su paso, no está bien.
Allí hay un ejemplo simple de lo que podría hacerse sin renunciar a la pelea del barro con el peronismo vulgar. Mucha parte de la sociedad -esa platea sana que observa equidistante un espectáculo- quedó atónita cuando el circulo rojo de los videos de las noticias marcaron la mano de Jorge Macri despreciada y suelta.
Se trataba de mucha de la misma gente que venía de darle un voto de advertencia al Jefe de Gobierno, haciendo que su partido no gane ningún barrio de la Capital donde antes arrasaba. Pero esos detalles ponen a mucha gente en guardia. Mucha gente que el presidente precisa. Y mucha gente que se siente tentada a contradecir el rumbo del gobierno simplemente porque le cae para el traste que el presidente haga estas cosas.
Entonces, si yo fuera el gobierno estudiaría muy bien cuál es el punto medio entre, por un lado, no dejarse atropellar por los reyes de la chabacanería y, por el otro, presentar una imagen cuidada de las formas y las maneras que son tan importantes para una porción decisiva de la sociedad.
Una porción que, oh casualidad, coincide con aquella de la cual depende, en mucha medida, el éxito del cambio que el presidente propone.
Excelente descripción de la medicrdad y la muy mal o nula educación del Presidente, la cual me causa REPULSIÓN
Hola, tu editorial de hoy vuelve a ser “tribuna de doctrina” para mí, muy interesantes tus reflexiones, coincido con que la chabacanería y vulgaridad PAGA en nuestro país, estamos muy enfermos si como sociedad nos seducen esas “virtudes”, así y todo, he soñado con alguien que venga a sacarnos de ese barro que huele a bosta, con un liberalismo como lo soñaban los padres fundadores (aunque algunos eran muy puteadores) donde campeara la hidalguía, el don de gente, la seriedad, el pretender lo mejor para el país y no su contraparte: la ventajeada, la traición, el oportunismo, etc., que en definitiva no son más que las ideas de la libertad, o mejor EL LIBERALISMO, que es lo único que ha dado resultados positivos a la hora de elevar la calidad de vida de la sociedad, Milei, a quien voté, lamentablemente ya no siento que me representa, su vulgaridad y prepotencia –excepto en lo económico- lo hace muy parecido al peronismo, hasta hace unos dos años lo seguí casi con “devoción”, más o menos desde ahí empecé a alejarme, harto de su intolerancia, cuando fue electo presidente creí (muy cándido) que la envergadura de la investidura morigeraría sus excesos, pero no, no fue así, empeoró, hoy tiendo a verlo como alguien MUY autoritario, cínico y pagado de sí mismo, todo eso horrible, algunos ejemplos: los planes que se pergeñan para perseguir periodistas (nota Alconada Mon), un tal Andrés Vázquez, nombrado jefe DGI, quién fue en el gobierno Kernerista el que pergeñó la persecución al diario Clarín, y ahora a periodistas que no comulgan con el relato? mmm, las normas que regirán en la vocería que comanda otro mal educado como Adornis, Lijo, y como final, todavía estoy esperando que el presidente, fiel a su estilo, raje a puteadas a los dos senadores misioneros que hicieron caer SU? proyecto de ficha limpia…no lo ha hecho…curioso, no?
Hola Carlos,
Excelente artículo.
Es muy injusto cuando alguien juega al fútbol (democracia republicana), usando las reglas de rugby, como los K.
El problema de Milei es que no usa las reglas del rugby contra los K.
Milei usa las reglas del rugby contra los partidos republicanos que quieren jugar al fútbol, usando las reglas del fútbol.
Contra los K dice y hace poco y nada. Lijo y el acuerdo para la Corte Suprema lo muestran.
Todavía no entiendo porqué lo hace…
Cobardía? Visión de corto plazo? Acuerdos previos? Sintonía ideológica populista?
Ya lo veremos…
Muchos saludos
Me gustaría una reflexión suya (cuando llegue el momento) respecto del asunto de ese dibujo animado llamado Zamba en ese canal llamado Paka Paka, el cual ahora al parecer tendrá tintes libertaros. Debería haberlo cancelado, es decir no gastar dinero en eso, y punto. No hacer lo mismo que el kernerato pero al revés. Gracias.