Finalmente hoy Mauricio Macri recibirá a Marcelo Tinelli en Olivos. Se trata de un nuevo capítulo en la larga historia argentina que relaciona al poder y los medios. Y a los medios que tienen poder o que creen tenerlo.
No hay dudas de que Tinelli es un conductor popular que todos los días reúne una audiencia importante frente a las pantallas de televisión. Y no hay dudas de que eso le da influencia. Habría que ver si tener influencia es lo mismo que tener poder, pero en todo caso es algo que se le parece mucho.
Los políticos en la Argentina históricamente han caído presos de esa influencia y querido operar sobre ella, ya sea para aprovecharla a su favor o para evitar que sea ejercida en su contra.
Es cierto que en este caso parecería que Macri no tenía intenciones de hacer público su disgusto con Tinelli pero que Joaquín Morales Solá implosionó esa decisión cuando hizo pública una respuesta del presidente aparentemente dada en off the record. Pero finalmente haya salido o no a la superficie lo cierto es que el presidente estaba molesto por las ridiculizaciones de su investidura que Tinelli hace con sus imitadores.
El conductor a su vez puso en duda la reacción que se produjo en Twitter cuando se lo salió a criticar en masa, tildándolo de mercenario al servicio de los Kirchner. Tinelli solo está al servicio de sí mismo. No conoce otro “ismo” que el “tinellismo”. Jugo su carta a favor de Scioli porque estaba seguro que el ex gobernador de Buenos Aires ganaba la elección.
TInelli había tejido con el hombre de la Ñata una relación de conveniencia que aun hoy intenta cobrar: el Banco Provincia le debe $ 190 millones de pesos en publicidad. Algunos hacen radicar allí la utilización de las imitaciones como medio de presión para que María Eugenia Vidal autorice el pago.
Pero sea como sea, este juego de poder y medios es algo que la Argentina no tiene resuelto, porque no tiene resuelto un entuerto mucho más profundo que es su relación con la libertad. Si bien es cierto que De la Rúa no cayó porque tuvo una presentación memorablemente ridícula en Showmatch, es cierto que aquel paso no le sumó un solo gramo de conveniencia a su mal momento sino que, al contrario, le restó de su ya menguado saldo de cuenta.
Hoy está claro que Macri no es De la Rúa. Lo demostró sin ir más lejos deglutiéndose de un solo mordisco a dos peces gordos como el mismísimo Tinelli y Moyano en la discusión por el control de la AFA. Esa es otra demostración que la influencia que Tinelli evidentemente tiene no le alcanza para discutir seriamente el poder. Y Macri debería saber eso.
De todas formas, más allá de las interpretaciones que se hagan respecto de quién “ganó” por el hecho de que hoy el vicepresidente de San Lorenzo vaya a Olivos, lo cierto es que es saludable que el clima de redoble de apuesta a que nos acostumbró el gobierno kirchnerista durante doce años haya terminado. Es saludable que el presidente reciba a quien lo satiriza y hable con él al respecto.
Lo que no sabemos si es correcto es que de esa reunión surja que no habrá más “cargadas” a Macri en Showmatch.
Cuentan que el otro ingeniero que tuvo la Argentina como presidente, Agustín Justo, también era satirizado en obras del teatro de revistas de aquellas épocas de Buenos Aires. El presidente en aquella oportunidad decidió salir al cruce de esas ocurrencias, yendo a ver la obra en persona y a reírse él también con el público. Son maneras.
Sería saludable que de ahora en más el poder político –que es el verdadero poder- diferencie claramente lo que son sus prerrogativas de los que es la “influencia” de los medios, un género subalterno del poder que no es menor pero que no debería distraer a los presidentes de sus responsabilidades mayores.
Si el presidente Mauricio Macri desarrolla bien su trabajo el que quedará en ridículo será Tinelli y muy probablemente, frente a la gente, sea él también el que quede como el que sangra por la herida por haber apostado mal en una elección respecto de la cual solo estaba interesado en la medida de salvar, cuidar y acrecentar su bolsillo particular.
Tinelli está muchos escalones por debajo del presidente en términos de responsabilidad y de porte. Es más, él justamente puede darse el lujo de hacer lo que hace porque su estatura no le exige cuidarse de nada. Macri debe velar por la Constitución que en ningún lugar les garantiza a los presidentes que la gente no podrá reírse de ellos. Tinelli es un comerciante que como todo comerciante vela por su negocio. La diferencia con un verdulero es que éste debe estar atento a sus costos y a que nadie le robe la lechuga de las estanterías, en privado, donde nadie se entera de sus estrategias para tener éxito. Tinelli, en cambio, ventila esas tácticas en público usando un recurso masivo.
Son los riesgos de la libertad que una república debe asumir. República supuestamente formada por una sociedad pensante que también debe jugar su papel sabiendo donde empiezan y dónde terminan los tantos del buen gusto y de las conveniencias personales.