Aruba

La barbarie

Lo que ocurrió ayer en Plaza de Mayo, en donde una horda peronista profanó el recuerdo de las víctimas de Covid, pisando sus piedras y robando las fotografías de los muertos provocados por su propia incompetencia y corrupción, pone de manifiesto una vez más lo que representa este movimiento fascista que arruinó, quizás para siempre, los sueños de los argentinos.

Sabían que ese memorial era un testimonio que día a día recordaba un nuevo capítulo de una de las tantas atrocidades peronistas. Era como un faro encendido que activaba la memoria de quien distraídamente se dispusiera a olvidar.

Esas piedras y esas fotos representaban un resumen de cómo la ineptitud y la corrupción matan; de cómo vidas inocentes terminaron simplemente porque la Argentina tuvo la mala suerte de caer en manos de peronistas justo cuando el mundo atravesó un inesperado ataque pandémico.

Por lo tanto había que profanar ese recuerdo para intentar borrar su responsabilidad criminal. O, al menos, apagar la luz del faro que la recordaba.

Entre hoy y ayer se han hecho muchos análisis de lo que ocurrió. Y muchos de ellos incurren en el error -a mi modo de ver- de hablar de “kirchnerismo” al intentar describir a los vándalos que pisotearon una memoria dolorosa.

El kirchnerismo es una nueva excusa peronista, que es una máquina perfecta de crear excusas. “Nosotros somos peronistas; no somos kirchneristas”, dicen con una mueca que intenta mimetizarse con la que hace mucho retrata al país racional.

A no caer en ese engaño. El peronismo siempre ha sido esto: atropello, fuerza bruta, falta de respeto, prepotencia, pretensión de avasallar por la fuerza lo que el entendimiento les niega.

Así lo fundó Perón, a fuerza de amenazas, intimidaciones, amedrentamientos. Así lo estimuló Eva, a fuerza de odio, de fanatismo, de ceguera.

¿Dónde podría haber nacido el kirchnerismo sino en el seno de esta bolsa de irracionalidad, falta de respeto y desafío a los mejores valores del hombre?

El país racional se debe a sí mismo, en un acto de constricción demorado más de lo debido, una clarificación final sobre lo que destruyó la Argentina, y, por ende, con aquellos que hay que terminar si es que se quiere pasar a ser un país normal, con gente normal, civilizada, urbana y tolerante.

El peronismo es la negación de todo eso: de la normalidad, de la civilización, de la urbanidad y de la tolerancia. Representa todo lo contrario: simboliza el fanatismo, el exceso, las tropelías, la extralimitación, el agravio, las barrabasadas, la ilegalidad, la injusticia, la sinrazón.  

Todas las personas que tardíamente hayan advertido esto y cruelmente en su interior hayan llegado a la triste conclusión de que, por años, han defendido a una asociación ilícita solo conformada para llegar al poder para eternizarse y robar, deberían salir de allí con la cabeza en alto, con la alegría de haber aceptado su error o su candidez y pasar a apoyar, de ahora en más, a las fuerzas de la racionalidad en la Argentina.

Solo reduciendo al peronismo a una expresión marginal, rayana en la delincuencia, que solo evitó la cárcel hasta ahora porque desde el poder convirtió en legal sus ilegalidades, la Argentina podrá soñar con tener un futuro mejor.

Mientras una estructura organizada con apariencias legales soporte y aliente una turba como la que ayer profanó la memoria de miles de muertos que el peronismo mató con su ineficacia, su ceguera y su corrupción, el país no tendrá destino.

La Argentina racional debe señalar al peronismo y a los peronistas (a los violentos pero también a los que dicen “yo soy peronista pero no kirchnerista”) como los responsables de la violencia, del delito político, de la decadencia argentina y de la miseria de millones.

El peronismo nació de la furia y del resentimiento. Abrevó en esas fuentes malditas y se apoyó en masas enardecidas a los gritos desde un balcón. Esos gritos siempre encerraron las conductas que hacen posible, entre otras cosas, hechos como los que ocurrieron ayer.

Ningún peronista debería sentirse inocente y mucho menos levantar sus hombros en señal de descargo. El jefe y la jefa a los que veneran (y a los que hoy personajes de cartón quieren imitar) fueron los que trajeron esa ola de violencia y de falta de respeto a la Argentina; fueron ellos, Perón y Eva, los que propagaron la cultura del atropello y de pasar por encima de los demás para imponer sus designios.

Lo que ocurrió ayer en Plaza de Mayo es una representación gráfica obscena de esa cultura del pisoteo: pisaron a los muertos que ellos provocaron porque su memoria señalaba su responsabilidad. Les pasaron por encima a base de fuerza bruta, robaron sus fotografías como sus jefes les roban a los argentinos. Ese es el peronismo. Eso son los peronistas.

Al que no le quepa ese sayo que acepte que por algún motivo que en su momento le convino personalmente, adscribió a un movimiento basado en el odio y en la falta de respeto. Que haga en silencio un sincero arrepentimiento, un mea culpa, y abandone, al menos con su voto, lo que no es otra cosa más que una asociación ilícita que se aprovecha de los más bajos instintos humanos para que sean el soporte electoral de su riqueza robada y de sus privilegios ilegítimos.

No seamos buenos con el peronismo creyéndonos sus excusas kirchneristas. El kirchnerismo son ellos. Y ellos son la barbarie.

Por Carlos Mira

Si quieres ayudarnos a respaldar nuestro trabajo haz click aquí
o podes comprarnos un Cafecito.
>Aruba

3 thoughts on “La barbarie

  1. hector

    eSTE ACTO DE HEREJES ES LA MUESTRA DE LA PROSTITUCION DE LAS IDEAS DEL kIRCHNERISMO PERONISTA ,QUE COMANDA LA SRA, CRISTINA FERNANDEZ VDA,DE KIRCHNER Y SU HIJO MAXIMO KIRCHNER,NI ATILA PERMITIA A SUS HORDAS DE BARBARO PROFANAR CEMENTERIOS,ESTO NO ES LA INVOLUCION HUMANA ES LA DEGRADACION DE LA ETICA,LA MORAL,LA DIGNIDAD Y LA FALTA DE HUMANIDAD DEL KIRCHNERISMO PERONISTA DEL KRISTINISMO

  2. raúl

    Ayer les decía a familiares que esto era la barbarie peronista en todo su esplendor. Ni la memoria de los muertos que ocasionan respetan.

  3. Juan Bautista

    No por el accionar de dos personas se puede juzgar a un movimiento de millones. La mayoría de los presentes no hicieron lo que esos sí, así como en la marcha que dejó esas piedras la mayoría no profanó los pañuelos de las Madres del piso de la Plaza de Mayo sino que lo hicieron unos pocos. Los intolerantes existen en uno y otro lado pero son la minoría y hay que rechazarlos. Al fin y al cabo, la mayor barbarie de la política argentina no le corresponde al peronismo sino que la ejecutó justamente el antiperonismo y en esa misma Plaza, bombardeando civiles en 1955.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.