
El 27 de julio de 2006, la senadora Cristina Fernandez de Kirchner lograba su objetivo de consolidar el poder de su marido cuando el Congreso de mayoría peronista aprobaba la ley Ley 26.122 cuyo artículo 24 dice lo siguiente: “La Comisión Bicameral Permanente elevará al plenario de cada Cámara un dictamen aconsejando la aprobación o el rechazo del decreto. El pronunciamiento de cada Cámara se realizará mediante una resolución expresa. La validez o invalidez del decreto quedará supeditada al rechazo por ambas Cámaras del Congreso.
Es decir: si una sola cámara (por ejemplo, Diputados) lo rechaza, pero la otra no lo trata o lo aprueba, el DNU sigue vigente. Solo si ambas cámaras lo rechazan, el decreto queda sin efecto.
En la práctica, esto convirtió a los DNU en una herramienta convalidada “por omisión”, porque basta con que una cámara -o la mayoría oficialista en una de ellas- evite tratarlo o votarlo en contra, para que el decreto siga en pie.
Ahora el presidente no es Kirchner, es Milei. Pero el peronismo sigue teniendo el control del Congreso. Entonces el peronismo se vuelve “alberdiano” y considera un horror el uso de los DNU.
La historia muestra que Nestor Kirchner fue el presidente que más DNU dictó (237) seguido por el calamitoso Alberto Fernandez (189), Duhalde (152), Menem (101) y Cristina Fernandez con (81). Milei dictó 70.
Obviamente el campeón mundial de los DNU (llevaban el curioso nombre de “decretos-ley”, en aquel momento) fue el mismísimo Perón que entre enero de 1946 y noviembre del mismo año, dictó 16268 decretos (que luego hizo convalidar por una ley ómnibus de un Congreso que le respondía) mediante los cuales cambió de raíz el orden jurídico liberal de la Constitución de 1853 para transformarlo en un regimen fascista que luego pretendería dejar eternizado con la sanción ilegal de la Constitución de 1949.
Ayer en la sesión en Diputados el peronismo aprobó (si bien con cambios que obligan al proyecto a volver al Senado) la ley que que establece que los DNU deban ser aprobados expresamente por la mayoría absoluta de sus miembros por las dos cámaras del Congreso. Es decir, lo que me convenía a mi cuando yo era presidente ahora te lo prohibo a vos porque vos sos presidente ahora. Tan sencillo como eso.
La ley también establece que los DNU deban ser por temas sin que puedan incluir cuestiones que se refieren a temáticas diferentes bajo el argumento de evitar las “leyes omnibus”. ¡Justamente el peronismo que dictó la ley ómnibus 12922 que convalidó los más de 16200, a su vez, decretos-ómnibus de Perón! (“DESDE 1946 LAS LEYES ARGENTINAS HAN CREADO Y SOSTENIDO UNA ECONOMÍA CERRADA, CORPORATIVA, IMPRODUCTIVA Y DEFICITARIA. En Argentina hemos seguido al pie de la letra -al presente- la tercera vía del modelo keynesiano, incorporando al corpus jurídico argentino en tan sólo 5 meses de 1946, 16.268 decretos leyes ratificados luego por Ley 12.922, incluyendo principios jurídicos que paralizan toda posibilidad de crecimiento y armonía de clases y constituyéndose en una auténtica “máquina de impedir”. Después de leer estas reglas económicas, piense por un instante si estaría dispuesto a hacer inversiones en este país y encontrará la explicación más acabada de nuestra decadencia” [Discurso del Dr Antonio I. Margariti en la Bolsa de Comercio de Rosario, enero 2020])
Que el peronismo es una fuerza no-democrática que toma de la democracia sus aspectos formales para favorecerlo en la toma del poder (igual que Chavez en Venezuela -a la que, dicho sea de paso, el primer candidato a diputado kirchnerista por Buenos Aires, el ex terrorista Jorge Taiana, se negó ayer a calificar como dictadura y dijo que era una “democracia con características particulares”) no quedan demasiadas dudas.
Del mismo modo queda claro que el peronismo es, cuando está en la oposición, un prepotente movimiento destituyente que no deja gobernar en paz a nadie (hizo lo mismo con Mauricio Macri desde el primer día de su presidencia) que no sea su propia fuerza.
Para lograr eso está dispuesto a utilizar cualquier herramienta (más allá de que su hipocresía sea flagrante y burda) porque especula con que la sociedad argentina tiene una memoria muy corta y es muy intolerante con todo lo que no sea peronista y muy condescendiente con el peronismo.
Las mayorías electorales pueden castigar circunstancialmente al peronismo cuando las groserías del “movimiento” (y de muchos delincuentes que se suman a sus filas para tocar el cielo con las manos y lograr robar bajo la protección de los privilegios del Estado) alcanzan un nivel insoportable. Pero, en general, mientras el pan y circo del populismo fascista le entregue a la sociedad la mentira de muchos billetes en el bolsillo y voces grandilocuentes que acusen siempre a terceros por la imposibilidad de hacer incluso más cosas por el pueblo, el elector mayoritario argentino parece conformarse y sigue endosando las propuestas peronistas.
Allí se abre todo un debate para saber por qué finalmente el peronismo terminó mimetizándose casi con la mismísima personalidad nacional, pero un dato sugestivo lo entrega el estudio del tipo de sociedad y (fudamentalmente) el tipo de orden jurídico que la sociedad tenía antes de la sanción de la Constitución de 1853 (que a esta altura y según esta tesis aparece como el verdadero “grano” diferente en la línea del tiempo histórico argentino).
Y en efecto, esa sociedad -proclive a seguir a taitas y a “hombres fuertes” (¿acaso Rosas no fue una especie de peronista?- con un orden jurídico fuertemente dirigista, fiscalista, restrictivo de libertades y orientado a la sustentación de un Estado fuerte frente a un individuo obediente, es mucho más parecida al diseño que propuso el peronismo a partir de 1946 que el que pensaron Alberdi, Sarmiento, Roca y las generaciones del ‘37 y del ‘80.
De modo que cualquier presidente, cualquier gobierno que no sea peronista la va a parir. De hecho el primer y único gobierno no-peronista que terminó su mandato en tiempo y forma en el siglo que esta corriendo desde que surgió el peronismo, fue el de Mauricio Macri que, pese a todas las operaciones que buscaban derrocarlo, logró llegar al 10 de diciembre de 2019 y entregarle el poder pacíficamente a Alberto Fernández.
Los DNU son una anomalía en un esquema constitucional como el que la Argentina tenia hasta la reforma de 1994. Pero una vez introducidos en esa tragedia que fue el Pacto de Olivos, podrían ser tomados como un ejemplo emblemático de lo que es el peronismo: “cuando gobierno yo: DNUs, leyes de emergencia eternas, concentración unitaria y máxima del poder; cuando gobernás vos, la Argentina debe ser Suiza y mucho cuidado con el ejercicio de facultades extraordinarias para el poder ejecutivo”.
La votación de ayer en Diputados, encima, se llevó adelante mientras los diputados peronistas sosteníam carteles en los que se leía “Narcotráfico Nunca Más”, en relación al caso Espert, cuando ellos fueron los protagonistas del triple crimen de la efedrina de Gral Rodríguez (la efedrina, una sustancia cuya importación con Aníbal Fernandez en funciones aumentó más de 40 veces) en el que murieron aportantes de dinero a la campaña de Cristina Fernández de Kirchner; ellos, que contrabandeaban valijas del narcoestado venezolano también para fondear los gastos de la primera elección de la condenada; ellos que con el gobierno de Alberto Fernández tomaron -como una de sus primeras medidas- la decisión de desarmar el control fronterizo que venía organizando el gobierno de Macri para el que se habían comprado drones y radares que quedaron eternamente arrumbados en la aduana; ellos que vieron alegremente convertir a Rosario en una ciudad de gangsters narcos sin que atinaran a hacer nada y negando la ayuda federal al gobierno de un gobernador no-peronista cuya casa fue directamente baleada con ametralladoras… En fin: ellos…
Hipocresía en estado puro. Si la hipocresía fuera una unidad de medida, el peronismo debería ser puesto en un cubo de cristal -como el metro patrón de París-y guardado en alguna especie de museo para que los visitantes puedan ver qué dimensiones concretas tienen la falsedad y el cinismo.