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Hay que ser más vivo

Los episodios que ocurrieron ayer en la ciudad de Buenos Aires deben llamar nuestra atención. El gobierno de Horacio Rodríguez Larreta había organizado una vacunación importante para adultos mayores en distintos lugares de la capital.

Sin embargo, el operativo terminó con colas monumentales de abuelos y sus acompañantes al rayo del sol, lo que motivó la salida del ministro de salud de la ciudad, Fernán Quirós, para pedir disculpas e intentar una explicación sobre lo que había ocurrido.

Esa explicación quedó muy lejos de ser satisfactoria. El ministro dijo básicamente dos cosas: que el problema, centralmente, habían sido los acompañantes y que los lugares designados habían sido pocos.

Resulta increíble que un gobierno que se precia de tener una ventaja en la gestión respecto de lo que conocemos de la inverosímil banda kirchnerista, no haya previsto que la gente mayor iba a ir acompañada por alguna otra persona. Y menos aún que no hayan pensado que cuantos menos fueran los centros de vacunación más posibilidades habría de que se amontonara gran cantidad de gente.

El tema es importante porque el kirchnerismo no va a perder ninguna oportunidad que se presente para demostrar que “todos son lo mismo”. Ya desde ayer mismo aparecieron de nuevo los memes y los videos de “con los abuelos no”, como si ellos se hubieran encargado de cuidarlos en todo este tiempo.

Aún resuenan en la memoria las interminables colas de jubilados en las puertas de los bancos para cobrar sus haberes en el pico más peligroso de la pandemia en 2020. Pero claro, ahora resulta que los que no piensan en los abuelos son los demás.

No pueden cometerse estos errores fáciles de evitar frente a una banda de impresentables que está al acecho y que dispone de multiplicadores mediáticos para explotar los errores.

De todos modos llama la atención que la Argentina -que los argentinos- no tengan otra opción delante suyo más que la que los obliga a elegir entre los delincuentes y los ineficaces. No es posible que el país no pueda construir una variante a la vez honesta y eficiente.

El espectáculo brindado por el oficialismo con el vacunatorio VIP (del que todos los días aparecen ejemplos nuevos y que realmente no se sabe hasta dónde llegaría el escándalo si alguien estuviera dispuesto a investigarlo hasta el final) es una muestra de la esencial naturaleza delictiva del kirchnerismo.

Si bien el presidente, en otro alarde de ignorancia legal, pretendió (encima desde México) embaucar a incautos vendiéndoles el espejito de color de que “colarse en la fila” no es delito, la aplicación de los artículos 248 y siguientes (y en especial el 261) del Código Penal debería poner a todos los funcionarios incursos en el affaire delante de un juez, como paso previo a la cárcel y a la inhabilitación absoluta.

Ahora bien, ese desastre no puede tener como contraste el espectáculo que dio la Ciudad ayer porque si no caemos en esa disyuntiva entre el ladrón y el pelotudo, que no puede ser una alternativa válida.

El país, estando en manos de quien está, no podía esperar otro desarrollo con el tema vacunas a nivel nacional. No había ninguna señal que indicara que gente que se cree por encima de la ley, por encima de todos nosotros, e integrando una corte nobiliaria no fuera a hacer lo que hizo cuando llegaran las vacunas: quien piensa primero en sí mismo cuando se trata de robar dinero y salir impune, ¿no iba a pensar primero en él cuando se trata de robar vacunas y salir vivo? Era completamente naive esperar otra cosa del kirchnerismo.

Pero las administraciones que están en manos de la oposición deberían extremar los esfuerzos para no cometer errores con las escasas dosis de vacunas que reciben. Deberían tratar esas dosis como pequeños tesoros y ser absolutamente transparentes y organizados en su manejo. Lo de la Ciudad no puede volver a repetirse: al contrario, el segundo intento debería ser impecable.

Muchos se preguntan por qué no habilitar la amplia red de farmacias con que cuenta el sector privado para vacunar. Hay varias cuestiones al respecto. Primero que, por la atadura a la vacuna rusa (recientemente puesta en stand by por la presidente de la Agencia Europea de Medicamentos que sugirió a los países de la Unión esperar para su aprobación y uso), el gobierno kirchnerista ha sometido al país a una extraordinaria escasez de dosis. La Argentina se haya entre los países con peor proporción entre vacunas y cantidad de habitantes. Chile (es decir, no EEUU o Alemania: Chile) ya contrató vacunas para todos los chilenos y es el país que, en relación a su población, vacunó más porcentaje de gente durante la primera semana de marzo, en el mundo. Es el típico caso en donde uno se pregunta ¿quién cuida mejor al pueblo, el innombrable neoliberal de Piñera o el “gobierno popular” de la Argentina?

Todo eso hace que no haya cantidades importantes de dosis para repartir. Además el gobierno –encima de robar vacunas para vacunarse ellos- ha entregado dosis en cuenta gotas a las administraciones de distinto signo político, jugando, una vez más, con la salud de la gente, como si tal cosa fuera un commodity político.

Por lo demás, como las personas deben esperar entre 10 y 15 minutos después de aplicarse la vacuna para ver si hay reacciones adversas, debe haber personal médico capaz de atender una urgencia -en caso de que se produzca- lo que pone a la alternativa de las farmacias en un lugar complicado como para ser consideradas opción de vacunatorio.

Pero lo importante de lo vivido desde que las pocas vacunas que tenemos a disposición llegaron, es sacar la conclusión de que el país no puede bascular entre ladrones e idiotas. La vara argentina debería estar más alta. Aunque, en el caso de la preponderancia de los ladrones, es difícil cuando ellos cuentan con el respaldo de aquella mitad del país que vive resentida contra todo y contra todos.

Por Carlos Mira

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