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Ficha limpia, raíces sucias

Hoy se jugará un nuevo round en el Congreso con el tratamiento del proyecto modificado de “Ficha Limpia”.

La iniciativa presentada en su momento por la diputada Silvia Lospenato del PRO había tenido dos fracasos consecutivos en las sesiones ordinarias de la cámara de diputados que finalizaron el 31 de diciembre.

En esas ocasiones algunos diputados estuvieron ausentes de la convocatoria con lo que la sesión no alcanzo el quorum para el tratamiento.

Algunas ausencias llamaron la atención porque se trataba de representantes de los bloques que auspiciaban la medida, tanto en el PRO como en el radicalismo y LLA.

De lo que no había duda era de que el bloque peronista de Unión por la Patria iba a estar ausente: toda iniciativa que contenga la palabra “limpia” les causa alergia.

Pero que diputados que, por lo menos de la boca para afuera, pertenecen a agrupaciones que hacen de la cuestión moral y ética una bandera no hayan estado sentados en sus bancas llamó la atención y fue muy raro.

De todas maneras, todas la rarezas quedan opacadas frente al misterio mayor: ¿cómo puede ser que sea necesario dictar una ley para decir que los criminales no pueden ser candidatos? ¿Acaso no es eso algo lógico y obvio y que, por tal motivo, no necesitaría una legislación especial para aclararlo?

Sería algo así como que en un país fuera necesario dictar una ley para aclarar que cometer delitos es ilegal o que el agua moja.

Pero bueno parece que en la Argentina es necesario movilizar los recursos del Estado para decir que el agua moja.

Si esto es así (como, a todas luces, parece que es) lo que habría que hacer es analizar qué clase de sociedad es la que necesita una legislación expresa para hacer efectivo lo que en otros lugares no es más que algo natural y auto evidente.

El país tiene un Código Penal que castiga las conductas antisociales, luego es de toda obviedad que quienes tienen conductas antisociales verificadas en juicio (en donde tuvo oportunidad de defenderse) no pueden aspirar a representar a la sociedad y menos aun a buscar en los privilegios de esa representación un refugio que lo resguarde de las consecuencias de sus fechorías.

Solo una sociedad que fue sometida a un gigantesco lavado de cerebro y que, por el mismo, fue convencida de que lo que está mal en realidad está bien y que lo que está bien en realidad está mal, puede haber llegado a tolerar que un criminal sea su representante. Y no solo eso, sino que esa situación de privilegio le permita esquivar las consecuencias que sufriría cualquier otro mortal que hubiera violado el código penal como lo violó quien se aprovecha del éxito del lavado de cerebro.

No hay dudas de que, desde que la Argentina recuperó la democracia, los integrantes del “club de la política” encontraron en el sistema que les permitía a ellos mismos hacer las leyes construir un esquema de privilegios e impunidad que los convirtió en una “clase” diferente al resto de los mortales. Es lo que el presidente llamaría “casta”.

La palabra “casta” refiere a organizaciones sociales que estratifican, en función de títulos nobiliarios (que pueden tener distinto origen), la composición, distribución y pertenencia de los individuos en esa sociedad. 

Muchas de esas posiciones vienen del nacimiento y no pueden ser modificadas ni por el mérito, ni por el esfuerzo propio ni siquiera por la influencia de la suerte: uno pertenece a la casta que le tocó y no tiene manera de salir de allí. Se trata de una estratificación inmodificable.

No hay que explicar mucho para decir que esta concepción es directamente contraria al tipo de sociedad que diseñó la Constitución que, a su vez, no es el fruto de la casualidad sino la síntesis de unas tradiciones culturales que la antecedieron.

No obstante un conjunto de personas comunes e iguales a cualquiera, encontraron en la política una vía para “armar” una casta de hecho en plena democracia.

Estando en posición de diseñar la ley, la diseñaron para favorecerse a sí mismos. Luego utilizaron los recursos del Estado para convencer subliminalmente a la sociedad de que eso, no solo estaba bien, sino que era lo que correspondía.

Así llegaron las jubilaciones de privilegio, el uso de los fueros no para la defensa de los dichos parlamentarios (idea con la que fueron pensados) sino para cubrirse de las consecuencias por la comisión de delitos comunes, los ingresos por desarraigo, los pasajes de avión, el uso de la estructura pública para beneficiarse personalmente, la desigualdad ante la ley, el enriquecimiento ilícito y la pavimentación del camino hacia la corrupción endémica.

Jamás se recuerda en la historia democrática reciente el dictado de una ley que vaya en directo “perjuicio” de los políticos.

Y puse la palabra “perjuicio” entre comillas porque, en este caso, por ejemplo, ficha limpia no es un proyecto “en contra” de los políticos sino, simplemente, repito, una confirmación legislativa de que el agua moja,

El otro interrogante por develar -dado el shockeante hecho de que semejante lavado de cerebro haya sido posible- es el de si la sociedad tenía, de alguna manera, un determinado sesgo que la hiciera más proclive a ser víctima de ese lavado de cerebro.

Y allí  sí caemos en la trillada tradición paternalista de la Argentina según la cual, efectivamente, porciones muy amplias de la sociedad podrían sentirse cómodas con aceptar la existencia de una superestructura que “la cuide”, superestructura a la que se le toleran ciertos privilegios porque, justamente, “nos está cuidando”.

La aparición de “vivarachos” en un contexto así, obviamente, no iba a tardar en aparecer.

De modo que lo de ficha limpia naturalmente constituye un avance dentro de lo que han sido los patrones que gobernaron la Argentina desde 1983 para acá. Repetimos es una de las pocas leyes (sino la única) que vaya a dictarse para “perjudicar” (vuelvo a las comillas) a los políticos.

Pero si las convicciones culturales profundas (que en la Argentina no están permitidas las “castas”, ni las de origen divino -como en la India- ni las creadas por unos vivos a fuerza de explotar las debilidades de la sociedad) no cambian, ayer habrán sido las conductas que hoy (dadas las extravagantes exageraciones) respaldan ficha limpia, pero mañana serán otras.

Lo que hay que cambiar es la raíz que genera el fruto. Está bien deshacerse de los frutos malignos. Pero mientras la raíz que los produce no cambie, esos frutos se reproducirán. Quizás con otra formas y distintas modalidades. Pero volverán a perjudicarnos.

Por Carlos Mira

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One thought on “Ficha limpia, raíces sucias

  1. Jorge

    Claro y preciso, como siempre.

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