Los economistas privados están experimentando serios inconvenientes en la medición de los índices de inflación de abril.
Muchos entienden que los precios no se desacelerarán en el mes en curso, porque los mayores aumentos se han producido en este mes y no en marzo. Esto tuvo especial importancia en alimentos perecederos (frutas, verduras, hortalizas, legumbres) que tienen una fuerte incidencia en los comercios de proximidad y que están abastecidos por un fuerte mercado informal que tuvo serias restricciones con los “retenes” en los puntos de acceso a las grandes ciudades.
Muchos proveedores informales de esos comercios literalmente cortaron sus entregas por tenor a que los retenes les retuvieran las camionetas o incluso le decomisaran la mercadería. Los supermercados e hipermercados a su vez van a sufrir por el lado de pérdida de clientela, no en sentido permanente, pero sí temporal.
A muchos economistas les está sucediendo que no tienen precios de referencia en rubros enteros de sectores que no se pueden medir. Por ejemplo, indumentaria. Algunos están verificando precios on line, pero se encuentran con la dificultad de que esa modalidad tiene una enorme volatilidad de precios e incluso hacen diferencias según el modelo de entrega de la mercadería. Esos economistas entienden que el Indec, aprovechando esto pero sin caer en un dibujo “morenista”, puede mantener sus técnicas de medición en los lugares habituales (supermercados, hipermercados, shoppings, retailers grandes) y eso lo lleve a enmascarar un número irrealmente bajo para el mes en curso, que no refleje lo que está pasando con los precios en la calle.
Por el lado de las restricciones presupuestarias de los trabajadores, todo indica que la gente va a cuidar el dinero líquido. Los ingresos están bajando en muchas empresas. Estos mismos economistas sugieren que no habrá desabastecimiento, porque la mayor parte de los sectores está bien ofertado y por la caída del petróleo hay menos posibilidades de tensión en la cadena logística.
En el campo de las exportaciones estas fuentes indican que si bien están funcionando bien, muchos exportadores van a preferir volcar sus productos al mercado local (como carnes, lácteos, vinos, frutas, etc) y vuelven a remarcar que la estampida de precios en frutas y verduras se debe a la pésima intervención del Estado que eliminó la competencia. Las típicas “filtraciones” argentinas son las que hacen que esos mercados sigan funcionado aunque a un nivel de precios superior.
La mismas fuentes económicas entienden que el tema central es si las empresas van a poder seguir mucho tiempo más con el cepo cambiario y la enorme brecha con el dólar de mercado. Todos indican que lo que se ve en este momento es una especie de calma previa a la tormenta.
Esa tormenta en el “mediano” plazo tiene que ver con una explosión de los precios por el desborde de emisión que seguramente el Indec tratará de manejar al estilo kirchnerista.
En el Instituto sostienen que los niveles de inflación publicados desde marzo no pueden ser tomados como tendencia y que recién en agosto lo que se publique podrá tener la “seriedad” mínima para ser considerado como tendencia de precios.
Los precios tienen hoy un esquema que es lisa y llanamente un pademonium. Por un lado hay enormes porciones de mercado que están cerradas y que por lo tanto no tienen precio. Por otro lado hay un esquema de “precios máximos” completamente distorsionados, de los cuales habrá que ver cómo se sale. En el Indec creen que en agosto se va a tener una real dimensión del impacto en los precios de la emisión monetaria. Según dicen, Marco Lavagna cree que la expansión no tendría impactos inmediatos en los precios porque dos tercios de lo emitido fue a parar a Leliqs o a encajes, pero que si continúa, estima que sí podrían empezar a reflejarse desde agosto y hacia fin de año.
En el otro extremo, quizás más ortodoxo de la economía, se estima directamente un salto hiperinflacionario, es decir que el país pase de tener 3% de inflación a 4%, 5%, después 6% y allí si entrar en una espiralización difícil de parar por caída en la demanda de dinero.
Una cosa es segura: la economía del nacional populismo solo empeorará las cosas para la clase media y para los que menos tienen. Y estamos seguros (antes más bien lo contrario) que el gobierno desaprovechará el momento que la pandemia le ofrece para introducir la reformas que eviten una gran depresión, que, como indica Nicolás Cachanosky consistirían en: simplificación impositiva y baja de impuestos; flexibilización laboral; reducir el tamaño del Estado; revisar las regulaciones del mercado de la salud; apertura al comercio internacional; súper-seguridad jurídica de los activos financieros; ser amigable con quien te da de comer; reducir el riesgo país; agilizar la creación de empresas y crear un fondo anticíclico.
Perdón muchachos kirchneristas por haberles retorcido el estómago con tantas malas palabras. Pero como justamente es lo que hay que hacer, sabemos que no lo van a hacer.