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Emprendedores solitarios

“Luego del 41 a 24 profundizaremos nuestro espíritu reformista y vamos a acelerar”, dijo el presidente Milei, convencido de que el momento para deshacer la pirámide legal populista es ahora.

No habrá proyección hacia el futuro del paso del presidente por el poder si no logra demoler la estructura jurídica que dio origen a la espiralización del gasto y, por detrás de ese conveniente camuflaje, a la disparada hacia el infinito de una proceso de corrupción y robo que, al lado del despilfarro, explica hoy el hecho de que un país dotado de recursos y con una población relativamente civilizada como la Argentina esté mordiendo el polvo de la pobreza.

El núcleo de la legislación que arruinó al país se centra en tres áreas principales (aunque es importante aclarar que no son las únicas, porque el aluvión socialistoide terminó invadiendo cada rincón del orden jurídico argentino). Ellas son la legislación que regula los impuestos, las leyes que gobiernan las relaciones del trabajo y las que le dan un marco a cómo será la vejez de los argentinos.

Hay una pregunta crucial frente a este desafío: ¿Por dónde empezar? Se trata de tres campos que están completamente interrelacionados, en donde cada uno tiene influencia sobre el otro y en los que, si uno toca los engranajes de uno sin modificar los de los otros dos, puede precipitar un fracaso.

La interferencia legislativa en las actividades humanas (que en un estado salvaje se dirimirían probablemente por la ley del más fuerte) debe ser quirúrgica porque, si bien nadie quiere endosar un sistema desequilibrado, la intervención del legislador puede ser, paradójicamente, la primera llave del desequilibrio.

Tomemos un ejemplo simple de un fracaso milenario (literal) en ese sentido: la intervención estatal en el mercado de precios. Una vez que un gobierno decide meter mano en ese mecanismo de relojería -creyendo quizás que hace un bien puntual y específico- genera un descalabro tal en el funcionamiento de todo el sistema que el efecto que se consigue es el exactamente opuesto al que se buscaba, suponiendo que ese objetivo fuera beneficiar a los más necesitados.

Entonces la aceleración de la que habla el presidente, en mi criterio, debería ser completamente sincronizada, unificada, descargada de una sola vez y abarcadora de los tres campos nodales que configuraron el país petrificado.

Para salir de la era del hielo, el golpe al freezer debería ser rotundo y unitario: un solo paquete que, compensadamente, modifique los tres órdenes al mismo tiempo, amortiguando las descompensaciones que una intervención en uno pudiera causar en el otro.

Pero esto es pura teoría. No creo, sinceramente, que el presidente -más allá de la notoria mejora de su partido en la representación legislativa- pueda aprobar una reforma de esta magnitud de una sola vez. Sería lo ideal, pero no va a ocurrir.

Los multiples intereses cruzados que hay aquí (gobernadores, sindicalistas, empresarios, los propios medios de comunicación, el campo, la industria, los exportadores, los importadores… En fin, los cayos a pisar son muchos) impiden que el esquema teórico ideal que analizábamos más arriba tenga alguna posibilidad de avanzar.

The second best, como dicen los norteamericanos, esto es, la segunda mejor alternativa, es que las reformas comiencen por la baja impositiva, lo cual, obviamente, vuelve a la burra no al trigo sino al gasto. Si el gobierno pudiera anunciar una baja notoria en la carga impositiva que recae sobre las espaldas de los productores y los consumidores argentinos, al mismo tiempo que se simplifica profundamente el sistema de liquidación y recaudación de impuestos, es posible que la receptividad de la sociedad a una modificación de la legislación laboral que tienda a formalizar a los más de 8 millones de trabajadores cuentapropistas (o directamente en negro) que hoy tiene el país, aumente considerablemente. 

Ese respaldo social a la implementación de cambios en las leyes laborales facilitará y aumentará la recaudación del sistema previsional y, con más aportantes registrados, será posible estudiar una recomposición genuina de los haberes de los trabajadores pasivos.

Al lado de estas modificaciones del derecho positivo deberán operarse otros cambios, no en la ley, sino en la cabeza de los argentinos. Uno de ellos es el concepto que la sociedad tiene del emprendedor solitario. Venerados en otros países como los héroes sociales que se ponen al hombro el empuje proactivo de la sociedad, en la Argentina han sido confinados a los rincones más repugnantes de la consideración colectiva. De ellos se han dicho las peores cosas: “explotadores”, “negreros”, “crueles”, “insensibles” o, directamente, si a pesar de todos los obstáculos tuvieron éxito, simplemente “ricos”, como si eso fuera una mácula en lugar de un elogio.

Para ellos se generó un orden impositivo que los mató: el regimen de “autónomos”. Es hasta gracioso que, para matarlos (porque no tienen nada y lo único que se les pide es que paguen la fiesta de otros) se haya elegido la palabra “autónomos” para identificar el conjunto de normas que los asesinan: “para vos que te abrís paso en la vida solo, tomá, acá tenés, comete este caramelito”, parece decir sarcásticamente la ley.

El brulote máximo de esta concepción es que lo que se ha querido hacer es endiosar al “trabajador en relación de dependencia”, a quien se rodeó de las “protecciones“ más desopilantes sin hacer la pregunta del millón: ¿De quiénes dependerán los trabajadores en relación de dependencia, lo que incluye el obvio hecho de su mismísima existencia? Respuesta: de los emprendedores solitarios. Consecuencia: si matamos a los emprendedores solitarios no habrá trabajadores en relación de dependencia… Delicias paradojales de los cabezas de termo.

Ese chip social debe cambiar.  Yo sé que el argentino es, en general, un tipo jodido. Solidario y humanista en la superficie, tiene una cabeza muy arrevesada en la profundidad. Le esquiva al hecho de aceptar la responsabilidad propia, llama “suerte” a lo que en realidad es el duro y sacrificado trabajo ajeno y prefiere el señalamiento rápido antes que la averiguación.

Detrás del éxito de los principales países del mundo hoy, lo que hay son las historias de emprendedores solitarios que, en lugar de recibir las miradas de la envidia, fueron halagados, cuidados e, incluso, emulados. Desde la ley pero, principalmente, desde el concepto social. Si esa percepción colectiva no cambia, la Argentina siempre será un país mediocre.

La otra cuestión que debe modificarse en la mollera nacional es el tema de la planificación del retiro. Los argentinos deberían empezar a recibir, desde la escuela misma, una instrucción financiera elemental que les enseñe a programar su futuro y a cómo se manejan las herramientas de inversión para que el capitalismo se popularice. 

Si millones de argentinos empezaran a descubrir los secretos del manejo del dinero, podrían formarse agregados de capital aptos para financiar inversiones y dar crédito.

Una sociedad sin crédito no tiene posibilidades de crecimiento y desarrollo, Y sin crecimiento y desarrollo lo que habrá es pobreza y miseria.

Entonces es de la primera prioridad que los contenidos de los programas de enseñanza produzcan un viraje copernicano que no destruya la propensión al estudio del humanismo, pero que urgentemente le agregue a los chicos conocimientos sobre la vida real que es, paradójicamente, la que permite financiar el romanticismo: no hay arte sin mecenas y no hay mecenas sin riqueza.

Como se ve, la trama de la reconstrucción argentina tiene tantas aristas que es desbordante. El daño que el populismo peronista-kirchnerista-socialista le ha hecho al país es tan profundo y tan abarcativo de tantas areas humanas que, literalmente, uno no sabe por dónde empezar.

Lo ideal sería una bomba neutrónica que, dejando vivas a las personas, destruya todas las leyes que contrarían el espíritu (antes que la letra) de la Constitución. Pero eso obviamente no va a ocurrir.

De modo que el gobierno del presidente Milei -que tiene la mejor ventana de oportunidad histórica que las circunstancias le han regalado para cambiar la ruta de la decadencia argentina- tendrá que dirimir cuáles son los mejores itinerarios para el éxito. La tarea es ciclópea.

De mi tiene desde ya, el reconocimiento permanente por el mero hecho de intentarlo. Ojalá la suerte y Dios lo acompañen para que logre su cometido. Pero en el caso de que no lo logre para mi será alguien que, por lo menos, tendrá el mérito de haberlo intentado. Como si hubiera sido un emprendedor solitario.

Por Carlos Mira

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One thought on “Emprendedores solitarios

  1. Gustavo Lionel Rodriguez

    Excelente Carlos. Como siemrpre. Un abrazo.

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