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El no-hampa contra el hampa

¿Qué debe hacer aquel que ejerce una actividad política en la Argentina cuando uno de los participantes de esa actividad se ha convertido de hecho en una organización delictiva decidida a romper todo con tal de regresar al poder?

Que el kirchnerismo es una organización delictiva está hoy en día mas allá de toda duda razonable: cuando sus integrantes han estado y están involucrados en cuanto delito ande dando vueltas por el código penal, con sus máximas figuras presas por corrupción (entre ellas una de las fórmulas presidenciales completa que esta organización tuvo el tupé de presentarle a los argentinos -Kirchner/Boudou-) con varios de sus cabecillas más prominentes también presos o enfrentando juicios escandalosos por haberle robado la plata de los bolsillos a los argentinos más pobres; cuando la mayoría de ellos tiene fortunas inexplicables materializadas en posesiones a las que jamás podrían haber accedido con los ingresos de lo único que fueron en la vida (funcionarios públicos); cuando otros se han caracterizado por la exteriorización de mensajes incendiarios y amenazantes, no solo de la paz social, sino en muchos casos de la propia vida de otros argentinos; cuando todo eso ha sido matizado con el uso de formas que han profundizado la división y el odio social, no puede haber dudas de que lo que al menos una parte de la sociedad enfrenta no es un partido o un movimiento politico sino una verdadera banda de delincuentes de la peor calaña que están decididos a todo con tal de materializar uno de los operativos de venganza más extendidos y profundos a los que el país probablemente vaya a enfrentarse.

Y nótese que siempre he dicho “el kirchnerismo ES una organización delictiva” y no el “kirchnerismo SE CONVIRTIÓ en una organización delictiva”. Lo aclaro porque, efectivamente, soy de los que creen que la criminalidad kirchnerista no fue un estadio evolutivo que esta organización alcanzó con el correr del tiempo en el que ejerció el poder: algo así como lo que le ocurre a quien descubre las potencialidades criminales que le brinda la posición que ocupa pero que no era un criminal cuando asumió esas funciones. 

Lo que yo sostengo es que el kirchnerismo fue SIEMPRE una organización delictiva que metamorfoseó su ropaje para infiltrarse en el movimiento político más poroso y más laxo (cuando de legalidad y de limpieza se trata) que tiene la Argentina -el peronismo- que, de paso, le daba también la mejor chance de alcanzar el poder por su inocultable potencialidad electoral, pero SIEMPRE su OBJETIVO fue la toma del poder para aprovecharse criminalmente de él, algo muy parecido -en ese sentido- a la práctica del comunismo en el mundo.

Su discurso “revolucionario” está más emparentado con las máximas del terrorista chileno Ronald Rivera Calderón que sostenía que la “subversion debe hacerse con delincuentes porque son los únicos no comprometidos con el sistema: los obreros luchan solamente por aumentos de sueldo, y los estudiantes son pequeños burgueses jugando a la política; en el hampa está la cuna de la revolución”. 

Eso es el kirchnerismo: el hampa. 

Entonces, cuando uno tiene el hampa enfrente, todos los que no son hampa deben estar unidos para derrotar y -si es posible- destruir el hampa hasta que no quede ni la sombra de él.

Este es un principio que interpela a todos los que de alguna manera u otra cuestionan a Javier Milei (muchos de ellos incluso asistidos por la razón que les da las particulares maneras del presidente que se alejan mucho de lo que sería aconsejable hacer para concitar el apoyo de un amplio espectro de argentinos que le permitiera cumplir su primer deber que es -incluso antes que el reordenamiento económico- el de TERMINAR para siempre con el acecho y la amenaza de la banda delictiva).

Para quien esto escribe no hay dudas de que toda división (por pequeña que sea) del campo no-hampa es una buena noticia para el hampa.

La mayor interpelación recae sobre dos sectores del espectro político argentino: uno que podríamos llamar el “republicanismo histórico” y, el otro, es esa franja del peronismo que uno no sabe bien si es peronista porque comparte las “ideas” (a propósito, ¿se le puede llamar “ideas” a algo que proviene de una ameba que ha cobijado desde Menem y Solano Lima hasta Firmenich y Kirchner.? Pero bueno eso quedará para otro comentario) o si se “hacen pasar” por peronistas porque han descubierto allí un yeite electoral que les asegura el triunfo.

En ese inmenso reservorio social hay millones de votos que podrían darle el triunfo a la no-hampa o al hampa, según sea su inclinación.

Entonces todo ariete que divida el campo no-hampa es un factor funcional a las conveniencias del hampa.

Tengo, en esta franja, desde conocidos por la profesión (porque mi trabajo me dio la oportunidad de estar en contacto con ellos) hasta, incluso, amigos entrañables. Sé que aspiran a lo mejor para el país, quizás olvidando que, en este momento, “lo mejor” es enemigo de lo bueno.

No tengo ninguna duda de que un país “normal” no puede fluir cotidianamente bajo las prácticas comunes del presidente Milei. Pero el presidente Milei no es el presidente de un país normal. Milei es el presidente que dirige la que probablemente sea la empresa más importante y más crucial que la Argentina enfrenta desde el 25 de mayo de 1810: la de dejar claro que el Estadio no puede estar en manos de delincuentes.

Esa empresa supone la utilización de tácticas “anormales” (si tomamos como “normal” lo que hacen los países “normales”) que pueden -incluso justificadamente- levantar no solo el asombro sino el rechazo de ciertos sectores. Pero la Argentina no alcanzará la “normalidad” partiendo de la puesta en práctica de “tácticas” normales. La excepcionalidad a la que la anormalidad criminal ha expuesto al país debe ser enfrentada también con estrategias “anormales”. Una vez que la “normalidad” sea alcanzada (paradójicamente siguiendo a veces prácticas que no son muy “normales”) sí podrá abrirse un período en donde el campo de la no-hampa se “divida” en distintas expresiones democráticas y lícitas que busquen y quieran lo mejor para el país.

Pero ahora, mientras el hampa siga teniendo vida electoral, no es el momento. Les pido disculpas a todos los que se encuentren identificados con ese “centro ideal” (que incluso es muy difícil de discutir desde el punto de vista racional porque, desde ese lugar, sus planteos son intachables), pero mi mensaje es: ahora no, muchachos. Ahora estamos ante un momento crucial en donde una movida equivocada podría significar una catástrofe para la Argentina.

La irresponsabilidad de dividir el voto no-hampa puede resultar imperdonable. tan imperdonable como poner en peligro el delicado equilibrio fiscal alcanzado por el país con la presentación de proyectos que ni siquiera cumplen con el requisito legal de explicar de dónde saldrán los recursos para fondear las erogaciones que estos proyectos suponen. Esa sola carencia debería ser suficiente para fulminar en su mismísimo nacimiento estas ideas que también facilitan los planes del hampa y que, no en vano, cuentan a los delincuentes entre sus primeros fogoneros.

Allí, quienes integren el campo de la no-hampa racional y responsable, tienen otra oportunidad para diferenciarse, esta vez en el Congreso, de aquellos cuyo único  objetivo es que todo vuele por el aire.

Por Carlos Mira

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2 thoughts on “El no-hampa contra el hampa

  1. raúl

    Excelente y esclarecedor su editorial de hoy. La banda delictiva se inició en la municipalidad de Río Gallegos, desde que fue elegido intendente su jefe máximo y fundador. Quien había empezado a enriquecerse ejecutando hipotecas impagas a causa de la nefasta Circular 1050.

  2. Jorge

    Totalmente cierto. Y esos delincuentes no solo son ladrones! Recordemos a Nisman

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