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El fútbol, por una vez en la vida, siendo el ejemplo a seguir

El fútbol en la Argentina suele ser una inagotable fuente de ejemplos al revés, de ejemplos de lo que no deber ser, de lo que no debe hacerse y, en la mayoría de los casos, de lo que está directamente mal.

Lo digo con dolor porque me reconozco futbolero y futbolista frustrado: me crié con el fútbol, viví el fútbol desde chico como hincha y jugándolo en cuanto lugar pisé -la escuela, el colegio, la universidad, la post-universidad, los fines de semana, el partido entre semana… En fin, mi vida, hasta no hace mucho incluso, estuvo indisolublemente unida al trato con la pelota.

Por eso conozco los ambientes, las formas, las chicanas, las grescas, las “sobradas”, las fanfarroneadas, los egos, las camarillas, la desubicación, la falta de tacto, la mala educación…

Cuando uno mira a la Argentina y al fútbol no sabe si el país argentinizó al fútbol o si el fútbol futbolizó al país.

Pero desde hace años, en ese ambiente de malevos de cartón, se instaló una excepción: nada menos que la selección nacional, que no solo ha ganado todo lo que jugó sino que instaló un estilo “anti-argentino” en su proceso de toma de decisiones y en la manera de trasmitir la convivencia interna.

En la cima del estrellato reina sin embargo el principio del renunciamiento. En el altar de lo que serían las condiciones ideales para la fanfarronería reina la humildad y el trabajo. En el centro de un grupo que vive codeándose con millones de dólares y con estilos de vida muy lejanos a la mayoría de los mortales, reina la buena educación y la calma.

Dos personas -que el destino quiso que lleven el mismo nombre de pila-, Lionel Messi y Lionel Scaloni, han moldeado un estilo que ahora entrega ejemplos que el país de los marginales (que tantas veces han alimentado al fútbol) debería mirar para aprenderlos con devoción.

La mesura, la grandeza del renunciamiento, la tranquilidad, las palabras justas, el desapego por el protagonismo barato -tan típico de los “pechitos argentinos”- la distancia sideral que separa todo lo que rodea al seleccionado de la camorra, se han combinado mágicamente para conformar un equipo que produce resultados eficientes y que ha demostrado ser, en la practica de las concreciones reales, muchísimo más eficaz que los bocones de pico rápido.

No es la primera vez que el conjunto dirigido por Scaloni entrega una exhibición como la de ayer. Pese a que la rivalidad clásica con el adversario de anoche aumenta considerablemente la magnitud de la entrega, la selección argentina ha producido espectáculos parecidos muchas otras veces, empezando, sin ir mas lejos, por la mismísima final de la Copa del Mundo en Qatar 2022 en donde borró de la cancha al campeón vigente hasta ese momento.

En la previa al partido de ayer Scaloni había perdido a media docena de estrellas: Messi, Lautaro Martinez, Dybala, Lo Celso, Lisandro Martinez, Montiel… Algunos otros consagrados, en otras ocasiones, incluso, no fueron convocados. Pero nunca hubo una queja, nunca una palabra altisonante. Muchos jugadores que eran titulares antes del Mundial, perdieron su puesto durante aquella disputa. Pero nadie puso mala cara, nadie se puso por encima del conjunto… Y el entrenador jamas defenestró a nadie. No sé cómo lo hizo. No sé cómo lo hace. Pero sí sé que logra que todo el mundo esté contento con integrar el plantel, juegue un minuto o todo el partido.

La ubicuidad ya legendaria del capitán Messi -que ha comenzado una digna despedida que seguramente se concretará luego de la cita en EEUU, Canada y Mexico el año que viene- contribuyó, no ya con su juego incomparable (y que probablemente nunca  más veamos en un jugador de fútbol) sino con su conducta ejemplar, con su imagen de familia y de chico bueno, a construir esta fortaleza de buenos ejemplos que es hoy el seleccionado argentino de fútbol.

Antes del partido, declaraciones de algunos futbolistas brasileños podían haber llegado a ser el ingrediente ideal para que saliera a relucir el omnipresente “pechito argentino”, ese cabrón que todos llevamos adentro, que tiene mucho de bravucón y poco de bravo. Sin embargo, desde el entrenador hasta el ultimo de los colaboradores, incluidos los jugadores -claro está- no abrieron la boca. Scaloni hasta los disculpó y dijo haberlos comprendido.

Cuando uno mira ese ambiente de civilización y resultados; cuando uno ve la riqueza y la afluencia casi obscenas combinadas con la grandeza y la humildad de un conjunto de hombres que quizás vengan de los márgenes de la sociedad, no puede menos que sentirse impactado por el contraste que esa observación entrega cuando se la compara con la Argentina como país: un conjunto humano absolutamente desgajado por el odio, el insulto, la altisonancia, la falta de educación y la ignorancia.

¿No será ahora el momento de que el país tome al fútbol -tantas veces señalado con justicia como una expresión bestial de lo peor de la sociedad- como un ejemplo a seguir? 

Me refiero al fútbol de la selección. Al fútbol que encarnan Messi y Scaloni. Al fútbol que le hace decir al más grande atleta de este deporte en la historia mundial “yo soy un jugador más que debo aportar mi cuota al equipo” o que le hace declarar al que probablemente sea el técnico proporcionalmente más exitoso de la historia del fútbol (si uno toma el tiempo que lleva al frente de un equipo y los resultados que logró) “yo soy un tipo común que trata de hacer su trabajo lo mejor posible…”

¿Qué ocurriría en el país si mágicamente comportamientos como estos empezaran a verificarse entre los que hoy caminan las altas cumbres del poder y el protagonismo politico? ¿Qué pasaría si muchos dirigentes aceptaran con humildad y grandeza que su tiempo ya pasó y que hoy es el tiempo de otros jugadores? ¿Qué sucedería si la natural renovación cronológica de las personas no fuera resistida por una casta que se aferra a los intereses de los cuales vivieron por décadas? ¿Qué pasaría si, de repente, desaparecieran los insultos, la arrogancia, los sarcasmos, las mentiras y la inveterada costumbre de no hacerse cargo de nada? ¿Qué pasaría si la perseverancia fuera un activo callado y humilde desde el cual se admitan los errores sin confundir ese valor con la incapacidad para reconocer las equivocaciones propias y las catastróficas consecuencias que tuvieron para todos?

Muchos podrían considerar que este, dado lo que ocurrió anoche en el Estadio Monumental, era el comentario fácil, el editorial obvio para ensalzar el triunfo de la selección de fútbol sobre el rival continental eterno.

Pero les juro que sabiendo todo lo que el fútbol debe dejar de ser (un antro en el que se enquistan delincuentes que son usados por otros delincuentes para provocar zozobra, desmanes y seguir defendiendo un orden viejo, elitista, injusto y caduco) sentí un deseo irrefrenable de reivindicar ese otro costado del deporte que jugué y amé toda mi vida y que hoy, de la mano de los dos Lioneles, les está dando a los argentinos ejemplos simples en los que siempre se ha escondido el secreto de los que son verdaderamente campeones, no solo en el deporte sino en la vida.

Por Carlos Mira

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2 thoughts on “El fútbol, por una vez en la vida, siendo el ejemplo a seguir

  1. R.Sosa

    Hola querido Carlitos:
    Quiero felicitarte muy efusivamente por la mitad de ayer, me pareció muy acertada y escrita con gran valentía.
    También mis felicitaciones por esta maravillosa nota, nos merecíamos un equipo así, maravillosa demostración de calidad futbolistica y humana con enorme sentido profesional.

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