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Dos tiros al corazón de Gramsci

Las palabras no influyen solo sobre el ánimo

“El comunismo no existe más…Es una cuestión del pasado que a la juventud de hoy no le interesa”

Jaime Durán Barba

Estratega político y (según él mismo) ex-comunista

Probablemente Antonio Gramsci haya sido, en términos de destrucción moral, material y hasta de vidas humanas, el teórico más eficiente que haya conocido la humanidad.

A él se le deben millones de muertes y una decadencia en los valores de las sociedades occidentales francamente asombrosa.

Este comunista italiano, fundador del PC de su país, desentrañó una verdad hasta ese momento saludablemente escondida en la conciencia humana: la idea de que la realidad está moldeada por palabras y de que quien logre apropiarse de las palabras habrá logrado apropiarse de la realidad.

Al apropiarse de la realidad, quien lo logra, puede transmitir al subconsciente humano las convicciones que quiera porque, de alguna manera, generó un sentido común diferente del que imperaba antes, por lo que los cerebros, novelmente formateados, resolverán disyuntivas también según las nuevas reglas que el soberano de la palabra logró imponer.

Ese copamiento del lenguaje ha sido subliminal y gradual. Quienes se han propuesto esta tarea decidieron algo por anticipado: ellos no tienen tiempos, no están urgidos: seguirán sin prisa y sin pausa con su trabajo de desmoronamiento desde el interior, como un gusano hace con una fruta, lenta, metódica e inexorablemente.

Su resentimiento es tan profundo, su odio tan grave que el tiempo no les hace mella, las circunstánciales derrotas tampoco: ellos continuarán como si nada hubiera ocurrido, con el mismo ritmo horadando la misma piedra.

En la Argentina, la diseminación de esta gangrena ha sido bien ostensible. No en vano, el país es considerado uno de los más gramscianos del mundo. De hecho fue el primero en traducir y publicar “L’Ordine Nuovo”, el panfleto escrito por Gramsci en su presidio italiano.

Por citar sólo dos de esos “triunfos” gramscianos citaré el caso de los “pueblos originarios” y el de la “inseguridad”.

Luego de un extraordinario y despiadado machaque sobre el lenguaje y la terminología utilizada en los medios, los agentes inorgánicos del gramscismo, lograron instalar la idea de que en el territorio argentino había pueblos originarios que el “hombre blanco” aniquiló para ocupar sus tierras en una avanzada racista y genocida que “robó” los territorios que le pertenecían a pueblos pacíficos que habían habitado esas comarcas desde el mismísimo Big Bang.

Nada, nada, de todo eso, obviamente es cierto. Nada de todo eso es real. La realidad fue otra. Pero el machaque incesante (sin tiempos, sin prisa, sin pausa) del martilleo gramsciano impuso un relato según el cual, hoy, poco menos que la mitad del territorio argentino es el resultado de una usurpación.

Obviamente primero la realidad real: el territorio argentino hacia el sur del río Colorado estaba básicamente vacío antes de la llegada de los europeos. Luego del asentamiento, esa porción no recibió una atención especial porque la obsesión española era encontrar una conexión fluvial Buenos Aires-Lima, no una expansión hacia el sur. Solo cuando esa conexión no fue encontrada y se impuso una excursión hacia el pasaje de Drake, Magallanes conectó el Atlántico con el Pacífico a través del estrecho que hoy lleva su nombre.

Esa movida es la que sustenta hoy, por ejemplo, el argumento argentino sobre las Islas Malvinas como parte de la misma plataforma continental que ocupaba el Virreinato del Río de la Plata.

Solo a partir de la llegada del ganado europeo a la pampa húmeda comenzó una invasión desde la Araucanía chilena para robar animales, mujeres y niños y desplegar unas primeras tolderías sobre territorio argentino cómo cabeceras de playa para nuevos malones.

Esa invasión exterminó a las pequeñas poblaciones locales de tehuelches que prácticamente desaparecieron de la faz de la Tierra.

Sin embargo, no es el peso extraordinario de toda esta evidencia empírica lo que aquí voy a describir como el “primer tiro al corazón de Gramsci”.

Primer Tiro

En realidad, hay una mentira anterior y mucho más global que debería ser suficiente para voltear de un golpe toda la mentira comunista respecto de esta cantinela de los “pueblos originarios”: la verdad es que no hay en toda la historia del hombre sobre este planeta UN SOLO pueblo al que pueda considerarse “originario”. NINGÚN PUEBLO ES ORIGINARIO porque todos son el producto de migraciones que, viniendo de otros lados, desplazaron, en algún momento, a los pueblos que estaban en un sitio determinado, sitio que éstos ocupaban por haber corrido de allí a otros previamente. (Ver “Sapiens, A Brief History of Humankind”, Yuval Noah Harari, 2014).

Nadie ha explicado este fenómeno tan exquisita y brevemente como la catedrática española Elvira Roca Barea, quien, en una reciente presentación en Madrid y ante una pregunta periodística que, obviamente, partía de la base de dar por sentada la nueva realidad impuesta por el relato gramsciano respecto de los “pueblos originarios”, contestó de una manera tan brillante que, para los que quieran deleitarse, invito a ver aquí: https://youtu.be/SClNRnO43Ao. Su respuesta es tan extraordinaria como tiro directo al corazón de Gramsci que vale la pena verla antes de que yo la transcriba aquí por completo. El gracejo de su tono no se compara con nada.

Segundo tiro

El otro tiro al corazón de Gramsci también tiene que ver con un increíble triunfo obtenido en el terreno terminológico, como no podía ser de otra manera.

En efecto,  la cuestión de la delincuencia es clave en el plan gramsciano-comunista de dominación. No en vano el terrorista chileno Ronald Rivera Calderón afirmó que “La subversión debe hacerse con delincuentes, porque son los únicos no comprometidos con el sistema: los obreros luchan solamente por aumentos de sueldo, los estudiantes son pequeños burgueses jugando a la política; en el hampa está la cuna de la revolución”.

La romantización de la delincuencia y, en muchos casos, su mismísima reivindicación, dependía de que, de nuevo, el reino de las palabras juegue a favor del gusano comunista que, desde adentro, imparable, va pudriendo la fruta de la sociedad libre.

Los agentes orgánicos del gramscismo empezaron a reemplazar entonces las palabras “delincuencia”, “delincuentes”, “delito”, “crimen” y “criminalidad” por un concepto más vago y amigable como “inseguridad”.

Así, las víctimas inocentes que caen como moscas a manos del hampa no son definidas como “muertes de la delincuencia” sino como casos de “inseguridad”, una especie de azar al que estamos expuestos todos poco menos que inexorablemente.

Para dispararle ese tiro a éste otro corazón gramsciano, elegí un posteo de Pablo Lato -un músico argentino que vive actualmente en Asturias- que con toda astucia publicó hace un tiempo esta inteligente reflexión:

“Hago un llamado a la racionalidad para que se deje de usar el término zurdo manipulador de ‘inseguridad’ y se vuelva a utilizar el nombre correcto de ‘delincuencia o criminalidad’. Cuando chocas con tu auto, o se te cae una rama de un árbol en la cabeza, o mueres electrocutado eres víctima de la inseguridad, puesto que la inseguridad es el estado normal del mundo. Nada es seguro. Sin embargo, ‘delincuencia’ es otra cosa. La ‘delincuencia’ necesita de la acción premeditada de alguien contra un semejante. Decir que has sido víctima de la ‘inseguridad’ es como decir que has sido víctima de las circunstancias, del entorno, de la casualidad o del azar. Ser víctima de la ‘delincuencia’ no es eso. Y no se combate de la misma forma”.

Muy astuto, Pablo exhorta a dejar de usar el término “inseguridad” y -dice con total corrección- se vuelva a utilizar el nombre correcto de “delincuencia o criminalidad”.

El gran acierto de este disparo al corazón de Gramsci es que reconoce que ANTES se usaban otras palabras para describir lo que hoy se llama “inseguridad”.

Ese cambio entre ANTES y AHORA lo produjo el incesante trabajo gramsciano-comunista sobre los operadores del lenguaje.

Finalmente es tanta la artillería cotidiana que se lanza sobre los cerebros de los ciudadanos que estos, sin darse cuenta, un día aparecen usando las palabras que el gramscismo quería y, de ese modo, quedan indirecta y subliminalmente colonizados, aceptando que morir a manos de un delincuente no es un “crimen” sino un hecho de “inseguridad”.

El de los “pueblos originarios” y el de la “inseguridad” son apenas dos ejemplos de cómo el gramsciano-comunismo trabaja día y noche -todos los días y todas las noches- para que el gusano que la democracia se ha dado el lujo de acoger en su propio seno siga con su trabajo de pudrirla.

Si bien no resignan el uso de la violencia (romper, quemar, saquear, robar) han puesto -desde las lecciones de Gramsci- muchas fichas en las palabras del lenguaje para ganar este partido por la conquista cultural de las mentes.

Han avanzado mucho, muchísimo, en ese terreno. Pero, al menos en estas columnas, quienes las leen habrán comprobado que nunca aceptamos la idea de los “pueblos originarios” y siempre usamos las palabras “delincuencia”, “delincuentes” o “crimen” para referirnos a lo que son otra cosa más que casos de esa inmundicia.

Pero todos deberíamos estar atentos para no ser colonizados por este trabajo lingüístico incesante. Estos tipos que huyen del trabajo real como de la mismísima peste no ahorran un minuto en trabajar en esto.

Si a esa indudable astucia (me resisto a llamarlo inteligencia) no le contraponemos al menos un poquito de atención para pararle el carro en seco a quien nos quiera vender gato por liebre, estaremos fritos.

Por Carlos Mira

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10 thoughts on “Dos tiros al corazón de Gramsci

  1. raúl

    La Neohabla de George Orwell en 1984 es un gran ejemplo de lo que dice Mira. Lamentablemente el nivel promedio del periodismo vernáculo es mediocre, y viven repitiendo falacias y muletillas sin analizarlas. Repiten como loros “verdades reveladas”, y no son capaces de cuestionar un ápice de ellas.

  2. deleatur

    Primera vez q leo lo de Lato, pero vengo diciendo lo mismo desde hace décadas: llamar “inseguridad” a la delincuencia, es de delincuentes. Y ese mismo manejo lo ves en la insistencia con lo “politicamente correcto”, donde está mal visto llamar a las cosas x su nombre.
    Y ese desvarío ha llegado a tal punto de degeneración y permeado en tantos ámbitos, q hoy ya ni saben qué es una mujer y llaman “mujer” a *cualquier* cosa (hombres disfrazados, operados, “autopercibidos”)… menos a las mujeres, a las q ponen etiqueta de “personas gestantes” (¡?) o buscan entremezclarlas en la basura “inclusiva” como una variante “cis” junto con lo “trans”… en una sarta inacabable de bobadas tan increíbles, q hay q estar muy mareado o muy arruinado de sesos para aceptarlas cómo válidas.

  3. Alejo

    Excelente artículo, de la misma manera aca se dice que un policía asesino a un ladron, el policia mata no asesina!
    Como asi tambien el militar bate blancos, ni el policia ni el militar son asesinos.
    Aca el periodismo todo lo mezcla y lo confunde, confundiendo a la sociedad!

  4. Guillermo

    Impresionante. A partir de hoy la palabra inseguridad ya no será parte de mi escueto vocabulario.

  5. Raúl Koefoed

    Acertada nota, quisiera agregar otro término que tal vez ejemplifica aún mejor la tergiversación del lenguaje. Este es DISCRIMINACIÓN. Un atributo que nos permite elegir, diferenciar, clasificar, separar la paja del trigo. Tristemente en la actualidad parece mala palabra, está prohibido discriminar, todo da igual como diría Discépolo.

  6. Andrés

    Aprendo en cada nota tuya, pero esta es la mejor nota que leí. Muchas gracias

  7. Crysophile

    Para mi, quiere hacer limpieza con ciertas palabras y deja en su sendero, tanta agresion , y tanta mezcla !
    Quiere pone orden en los periodistas, y termina agrediendo al resto, no me gustó

  8. Juan Ignacio Ymaz

    Excelente. En Argentina han colonizado el lenguaje hasta tal punto que la totalidad de los medios (y hasta la Constitución Nacional)hablamos de “inseguridad” y de “pueblos originarios ‘. Mea culpa.. Juan Ignacio Ymaz

  9. Daniel

    El concepto de “Pueblos Originarios”, falso a todas luces, debería reemplazarse por “aborígenes”. De aquí en más dejaré de usar el término inseguridad para referirme a hechos delictivos o criminales.

  10. Guillermo Garcia

    Muy bueno el artículo de Carlos Mira

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