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“Dolarización endógena”


¿Tendrá la Argentina al dólar como moneda? Frente a la pregunta hay una respuesta: si la tiene la tendrá porque los ciudadanos han tomado la decisión de tenerla, pero no porque un burócrata del gobierno la haya impuesto.

Se trata de una ratificación (esta vez en un área super sensible como es decidir cuál es la unidad monetaria con la que vas a trabajar y a decidir tu vida) del principio central que parece motorizar la gestión de Javier Milei: son las personas las que toman las decisiones y también son las personas las que disfrutan los efectos benéficos de sus aciertos o soportan las cargas de sus equivocaciones.

Se trata de un switch cultural en un área en la que los argentinos se sintieron históricamente inclinados a creer que las consecuencias de las decisiones propias son un ente independizado de las decisiones en sí y que, por ende, alguien que no son ellos, debe resolver.

La función de un gobierno es delinear un rumbo de navegación (que en mi criterio no puede alejarse de la brújula indicada en la Constitución) pero luego, dentro de ese marco, son los individuos los que deciden todo. 

Los futboleros tenemos la tentación de encontrar en el fútbol ejemplos para todo. Bueno, muy bien: seria como que el DT diseña el rumbo del juego (de acuerdo si es posible a la filosofía histórica del club como institución) y luego son los jugadores los que toman las decisiones en el campo de acuerdo a las circunstancias del juego y en armonía con el rumbo establecido por el DT.

Lo que el gobierno se prepara para anunciar es una serie de medidas que van a remover las habituales inquisiciones que un ciudadano debía soportar cuando quería operar en dólares. 

Se trata de un nuevo ejemplo de “devolución” de derechos alienados por la servidumbre populista: quienes se definían a si mismos como “ampliadores de derechos” no eran, en la realidad de los hechos, más que máquinas sistemáticas de prohibir -prácticamente a diario- nuevas y más acciones de los ciudadanos, que, de ese modo, veían restringido el circulo de sus decisiones soberanas a nimiedades básicas.

En los últimos años de la esclavitud inaugurada por Perón y coronada por los Kirchner a los argentinos prácticamente no les quedaba otra alternativa que oscilar entre cumplir con lo que era obligatorio o abstenerse de hacer lo que estaba prohibido. Esas eran sus únicas opciones. Todo lo demás estaba decidido y digitado por el gobierno. El circulo de libertad individual concreta era mínimo.

Respecto de los dólares, históricamente se estimó que, para refugiarse del robo colectivista, los argentinos privados acumularon en el “colchón” unos 400 mil millones de dólares. 

El uso de esos billetes no declarados (justamente para evitar que la burocracia soviética se los robe) era con cuentagotas porque, por definición, una aparición súbita de una gran cantidad de esos billetes sobre la mesa para ejecutar cualquier operación grande haría saltar las alarmas del soviet.

Las medidas que se anuncian consistirían en notificarle a la sociedad que las alarmas han sido desactivadas. Las medidas no van a transformar al dólar en la nueva moneda argentina. Solo le avisaran a la gente que si quieren usar los dólares que tienen podrán hacerlo sin que nadie los moleste.

¿Se trata de un blanqueo encubierto? Ponele el nombre que quieras: es devolverle a los ciudadanos el derecho de usar en plenitud los activos que se ganaron con su trabajo sin que una agencia de inquisidores los trate como unos delincuentes.

¿Y si hubiera fondos allí adentro que se originaron en actividades non-sanctas? Ese es el verso “comprable” con el que cuentan los esclavistas para descubrir bolsas de dinero que puedan robar.

En realidad el control de flujos de dineros provenientes de actividades ilícitas debería provenir del trabajo eficaz en la prevención y castigo de las actividades ilícitas. Pero usar el argumento de que hay actividades que pueden generar dinero negro por lo que todo dinero debe contar con una justificación de generación es trasladarle al ciudadano honesto las incomodidades e inquisiciones por las que deberían pasar los verdaderos delincuentes. Es lavarse las manos del trabajo que un Estado verdaderamente concentrado en sus tareas indelegables debería hacer, para simplificar el esfuerzo de los burócratas y, al contrario, complicarle la vida a la gente común.

“¡Y pero hacer ese trabajo es muy difícil!” Me dirán. “Pero, ¿cómo? no eras vos el Rey del “Estado Eficiente”? Respondería yo. Si tan eficiente puede ser el Estado, pues concentrate en descubrir a los que se dedican a actividades ilícitas que producen dinero ilícito, pero que no jodas al ciudadano honesto simplemente porque no sos capaz de hacer bien tu trabajo.

O sea, el principio siempre y en todo lugar debería ser que nunca la “dificultad” para cumplir con el trabajo estatal debería ser excusa para trasladarle incomodidades al ciudadano. A ver: el que te postulaste para ser funcionario fuiste vos… Ahora no me jodas a mi con el argumento de que joderme a mi es el único camino que tenéis para hacer tu trabajo… No sé como vas a hacer, pero arréglatelas y no me jodas”.

Excusas para restringir derechos (aunque increíblemente hayan logrado vender el verso de ser “ampliadores de derechos”) siempre hay. Y son buenos para darle a esas herramientas nombres nobles que la gente compra cándidamente.

La lucha contra el lavado y contra el narcotráfico ha sido uno de los versos a los que se echó mano para someter a la ciudadanía a un amplio abanico de restricciones en cuanto a la decision individual sobre con qué moneda quiere operar.

Mientras -por debajo de esa superficie que te querían vender como bienintencionada- muchos de los que operaban las restricciones desde el Estado aprovechaban sus posiciones privilegiadas para participar, justamente, en operaciones de tráfico ilegal de estupefacientes, armas o personas, completando una de las paradojas a la vez más risibles y más dramáticas de los últimos tiempos: que un funcionario que con el verso del narcotráfico te joda a vos en la libertad de usar tu plata, sea el vinculado al narcotráfico.

El resultado, como siempre, era el peor de los mundos: ciudadanos restringidos en sus derechos y burócratas estatales privilegiados que podían hacer lo que le prohibían al ciudadano raso, mientras acumulaban dinero negro en abundancia que guardaban en la marroquinería de sus bolsos.

Allí habría un buen ejemplo para distinguir lo que un Estado eficiente debería hacer: descubrir las madrigueras de dinero sucio y corrupto de estos ladrones, confiscárselo, mandarlos a la cárcel y hacer todo eso mientras le permiten hacer su vida al ciudadano honesto sin romperle sistemáticamente las pelotas.

Si el presidente quiere darle a todo este proceso el pomposo nombre técnico de “dolarización endógena”, pues que lo haga. Esta en su derecho profesional de hacerlo.

Pero tengamos en claro que lo que esta por ocurrir no es otra cosa más que la devolución de un derecho que los ciudadanos nunca debieron haber perdido: el uso de libre disponibilidad del fruto de su trabajo sin que una maquinaria de exacción constante se lo robe bajo el argumento demagógico de la justicia social.

Si como resultado de todo eso, de aquí a un tiempo las vidrieras argentinas aparecieran con sus precios marcados en dólares esa será una realidad decidida por nosotros. Y también serán nuestros los goces del acierto o las desventuras del error.

Por Carlos Mira

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2 thoughts on ““Dolarización endógena”

  1. José Luis

    Excelente! Estamos empezando a ser un país normal

  2. Carlos

    Soy partidario de la Libertad pero.pienso
    Q el Pais tiene demasiados abogados y
    Contadores x ej creo q a la juventud deberia alentarse es seguir carreras como Ing en sus distintos rubros
    Agronomica Civil Quimica y titulos secundarios como Maestro Mayor de
    Obras etc

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