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Detrás de Laura Radetich

El episodio de la docente Laura Radetich en la escuela María Eva Duarte en Ciudad Evita da tela para un análisis que no solo se limite al disparate ocurrido en el aula.

En primer lugar, el hecho ocurrió en una escuela que se llama María Eva Duarte que está ubicada en Ciudad Evita. 

¿No es demasiado? 

El peronismo se ha apropiado de la Argentina. Ha dado por sentado que la Argentina es suya y que toda idea que contradiga al peronismo es, por ese solo hecho, anti-argentina.

La comandante de El Calafate lo dijo expresamente con todas las letras: “La oposición odia a los argentinos y no se anima a decirlo”.

La frase contiene una afirmación tácita: quienes integran la oposición no son argentinos. Solo interpretando la frase así puede darse sentido a la idea de “odian a los argentinos”: si los argentinos son los odiados quienes odian no lo son.

Es decir, la grieta ha pasado ya a negar la nacionalidad a quien piensa diferente.

En segundo lugar, la escena en sí contiene todos condimentos del avasallamiento y la amenaza.

Radetich, a los gritos, completamente desencajada y amenazando con el aplazo cuando el alumno la controvierte, es cualquier cosa menos un docente al frente de una clase. Solo puede verse allí a una fanática enceguecida (tal como paradójicamente exigía a las mujeres quien hoy le da el nombre al colegio) que se vale de su posición dominante para imponer un pensamiento.

En tercer lugar, no quiero que, como pasó con la ya famosa escena del micrófono extirpado de las manos del presidente por la vicepresidente en un acto partidario de Avellaneda, la fuerza escénica de lo que vimos nos haga perder de vista los delirios mentirosos que escuchamos.

Radetich, como buena fanática, se ha especializado en la repetición -a los gritos, interrumpiendo, no dejando hablar, hablando encima de quien pretende contrarrestar sus argumentos- de una seria de frases hechas, de eslóganes, de lugares comunes que, encadenados como una metralleta, se lanzan sin solución de continuidad y sin darle oportunidad a los demás de rebatirlos porque, cuando eso se intenta, se los tapa alzando la voz, interrumpiendo y cortando la posibilidad de una respuesta racional.

Radetich habló de nombramientos de jueces de la Corte por decreto, de bicicleta financiera, de “fuga” y de otra serie de consignas con las que se machaca incesantemente hasta que la gente las repite sin siquiera pensar lo que dice.

En cuarto lugar, la docente en un momento toma un pedazo de pan y dice “mirá, vos podes tener esta porquería porque te la da el Estado… Andá a decirle a tu papá que te pague una escuela técnica privada a ver cuánto te cuesta…”

Radetich, como buena kirchnerista, parte del supuesto de que los argentinos deben conformarse con las “porquerías” que les de el Estado porque no son capaces de proveerse a sí mismos con cosas mejores. 

Esa es la concepción de vida que tienen y el perfil de país que quieren imponerle a todos. Eso sí que es odiar de verdad: suponer que los argentinos son una manga de inservibles que, si fuera por ellos, no podrían ni alimentarse es odiarlos de verdad, odiarlos con los hechos, que son los que valen.

Radetich, como todo el kirchnerismo, supone que los argentinos le deberían alguna suerte de agradecimiento por recibir porquerías que, como mínimo, debería manifestarse en el silencio, en la aceptación -con la cabeza gacha- de todo lo que dicen,  como si fueran verdades reveladas.

El presidente, a todo esto, no tuvo mejor idea que salir a defender el fanatismo argumentando que lo que allí se había visto era un “debate formidable” que había servido para “abrir la cabeza del alumno”.

Muchos temimos que en algún momento aquello de abrir la cabeza fuera literal, con algún piedrazo que lo concretara. Porque esas eran las enseñanzas del General, después de todo: salir a abrir cabezas por la calle Florida munidos con garrotes con clavos en las puntas. Ochenta años después las tácticas no han variado mucho.

La Facultad de Derecho de la UBA, de la cual Fernández es un docente irregular -y no un “profesor” como engañosamente se autotituló en la campaña- debería reconsiderar su continuidad al frente de una clase. Una persona que justifica el fanatismo, la violencia verbal y las amenazas a los alumnos no puede dictar clases en ningún lado y menos en un claustro universitario.

Todo el episodio llena de vergüenza a la Argentina. Pero no solo lo que sucedió en esos minutos en una escuela, sino aquello en lo que el país se ha convertido como para que hechos como ese no solo ocurran sino que  al presidente le parezcan “formidables”.

Si la sociedad sana, no fanática, que reivindica el disenso y la democracia como manera de contrarrestar el pensamiento único y la imposición, no termina con estos extremos, estos extremos terminarán con ella.

Por Carlos Mira

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One thought on “Detrás de Laura Radetich

  1. hector

    La argentina fue una gran nacion hasta que llego el populismo de la mano del facismo que admiraba Peron,se degrado la vida del ciudadano vulgarisandola y se denigro la educacion,y hoy que tenemos ? algo peor por que estos delincuentes ideologicos tienen la tecnologia de las redes sociales

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