Es inevitable. No saben hacer otra cosa más que generar odio.

Ya hay suficientes elementos como para pensar, tranquilamente, que el congelamiento de precios haya tenido una ulterior y, en realidad, una real intención de producir un ahondamiento del quiebre social argentino y echar leña al fuego de poner a unos contra otros por la vía de enfrentar a “la gente” con los empresarios o las empresas.

Fueron varios los dichos que se conocieron en ese sentido luego de que varios comunicados empresariales hicieron conocer el total desacuerdo de las empresas con estas medidas, incluida la obvia advertencia sobre el desabastecimiento.

Primero fue el mismísimo secretario de comercio Roberto Feletti el que salió a decir “ni amenazas a los argentinos ni desabastecimiento”, como si los que expresaron su desacuerdo con esta barrabasada no fueran argentinos y dando a entender que solo una parte de los argentinos merecen esa calificación.

Fue el primer indicio de que quizás la intención final de implementar esta pieza de museo no tenga que ver con la economía sino con explotar lo que Perón llamaba la distinción entre los amigos y los enemigos.

Aquella voz cascada, cargada con la sonrisa irónica del que quiere transmitir a su interlocutor la idea de que él se las sabe todas, el General contaba que Mao señalaba que la primera obligación del que conduce es distinguir a los amigos de los enemigos, para agregar luego “y esto no lo decía Mao sino que lo digo yo: a los amigos todo, al enemigo ni justicia”.

Esa es, en realidad, la secuencia entera de la frase que pasó a la historia solo en su última parte: la idea de dividir a la sociedad entre amigos y enemigos.

Vencido como se siente ahora, el peronismo vuelve sobre sus fuentes de siempre e implementa una medida que genera una división natural que, inmediatamente, se dispone a explotar en su propio beneficio.

Luego, por la tarde, un grupo de inadaptados encabezados por el impresentable fascista Jorge Rachid, posteó el banner que ilustra esta nota conminando a la gente, bajo el hashtag #nocompresmolinosriodelaplata, a boicotear los productos de las empresas de este grupo productor de alimentos en la Argentina.

El texto que ustedes pueden leer contiene además el resentido y envidioso mensaje de que Molinos Río De La Plata, tiene 14 plantas productivas en la Argentina y una de las más importantes en Latinoamérica.

Se trata, efectivamente, de uno de los pocos sobrevivientes de la Argentina que destruyó Perón; la Argentina pujante que se distinguía en el hemisferio como los Estados Unidos del Sur. Ese país multiplicaba la riqueza, inventaba, creaba, se expandía… Era una verdadera locomotora. Más cuando se lo comparaba con sus vecinos, rodeados de pobreza y privaciones.

Esa Argentina exportaba no solo commodities, sino productos industriales, atraía capitales y personas que querían afincarse aquí para buscar su futuro y encontrar un mejor horizonte para sus vidas. Esa fue la Argentina que el peronismo hundió.

Rachid y su grupo de fascistas no piensa en los miles de empleos que genera Molinos Río de la Plata en sus 14 plantas: prefiere envidiar el hecho de que tiene 14 plantas. Tampoco le importa -y mucho menos lo enorgullece- que una empresa argentina sea un puntal de la industria en Latinoamérica: quiere destruirla, como Perón destruyó las miles de compañías que desaparecieron o se fueron de la Argentina gracias al peronismo.

Más adelante habla de que llegó la hora de que los ciudadanos “les demos un escarmiento a aquellas empresas que no colaboran con el bolsillo de la gente”, y pide “terminar con el abuso de los que especulan y se hacen millonarios a costa del hambre del pueblo” en un párrafo que los define mejor a ellos que a los demás.

El peronismo tiene una larga historia en este mismo sentido. Son conocidas las maniobras por las que los sicarios de Eva llenaban de ratas y cucarachas las plantas de las empresas productoras de alimentos que se negaban a “colaborar” compulsivamente con su fundación.

También quienes vivieron en aquellas épocas aún relatan los desaforados gritos de revancha de la “abanderada de los humildes” contra los que desafiaban sus directivas.

Este es el peronismo, señores: burro desde la técnica, fascista desde la concepción, barrabrava desde los métodos. Nada ha cambiado, son lo mismo de siempre.

El kirchnerismo no ha sido más que una excusa para muchos: “yo soy peronista, no soy kirchnerista; no tengo nada que ver con esto”. Si sos peronista, tenes que ver con el “al enemigo ni justicia”, con el “los voy a colgar a todos”, con el “alambre de fardo”, con el pedir “dar leña”, con el “5 por 1”. Si sos peronista, sos eso. Si no te gusta, si te causa rechazo, deja de votar al peronismo. Señalalo como el ariete de la pobreza, de la miseria y del enfrentamiento odioso entre argentinos y entonces sí habrás llegado a un estado de coherencia interior contigo mismo que te dejará en paz.

Pero afirmar ser peronista y negar estar de acuerdo con estos procederes que son la definición por antonomasia del peronismo, supone una incoherencia interior que, mientras no se resuelva, impedirá que la Argentina deje atrás la larga noche que comenzó en 1946.

Este capítulo del congelamiento de precios no es otra cosa más que la reedición de una de las versiones preferidas de la historia del peronismo: la combinación de la ignorancia técnica con la invitación al ejercicio de la fuerza bruta para imponer la ignorancia sobre la razón.

Ojalá la gente se lance al mercado a no comprar otra cosa que no sean los productos de Molinos Río de la Plata. Sería una verdadera revolución popular nacida en las góndolas de los supermercados.