Cuando en el marco de la campaña política se dice que no se quiere hablar de economía y que la estrategia es centrar el mensaje oficial en la corrupción, en la ética y en las obras que se están haciendo, la cuestión no puede ser menos que graciosa.
Se abordan estos temas como si fueran compartimentos estancos en donde la corrupción y la ética no tuvieran nada que ver con la economía cuando en realidad la suerte de ésta última está íntimamente vinculada con las conductas morales y éticas que tengan quienes la conducen.
De Vido manejo la friolera de 200 mil millones de dólares de presupuesto. Una cifra completamente impensable, imposible de ser procesada rápidamente por la menta para ser traducida en hechos concretos. Deberíamos tomar una hoja y un lápiz para discriminar muy prolijamente la revolución económica que podría fundarse en semejante fortuna.
Hoy en día se dice que, simplemente, por evitar el choreo se ahorran entre un punto y un punto y medio del PBI. Esos son unos 7500 millones de dólares por año. Quiere decir que en diez años el afano -si se mantuvo ese promedio- fue de unos 75 mil millones de dólares. ¿Estamos aquí hablando de ética y moral o de economía?
Claramente el comportamiento ético de los funcionarios que manejan los destinos del país repercute en la economía y –una vez más repetimos hasta el cansancio- que resulta incomprensible cómo el gobierno no dio a conocer esos números a los quince días de haber asumido. Cómo no informaron a la sociedad adulta del tremendo precio (económico) que el país y los bolsillos de cada uno de nosotros habían pagado por una inconmensurable operación de saqueo que el país vivió durante 12 años, realmente no tiene explicación alguna.
Después de que De Vido manejara semejante fortuna, las personas se morían en trenes intomables, el país perdía completamente su soberanía energética, solo el 18% de la población total de la Argentina tenía acceso al agua corriente y a cloacas y los teléfonos habían dejado de funcionar.
Una vez más: ¿estamos hablando de ética, moral y corrupción o de economía? Los estragos que la corrupción ha producido en la vida económica cotidiana de los argentinos han sido inmensos.
Que me perdone el señor Durán Barba, pero si hablar de ese estrago no es centrar la campaña en lo único que deberíamos interesarnos, no entiendo más nada.
El gobierno y sus candidatos deberían ser los primeros en querer hablar de economía, porque la economía atraviesa por los problemas que atraviesa por la enorme carga atávica de inmoralidad en la que el kirchnerismo sumió al país en los últimos doce años. Por eso la economía debería ser el centro de la discusión: la economía como resultado de aquello en lo que la Argentina se transformó como consecuencia de un tsunami ético nunca antes visto desde 1810.
¿Por qué acaso los argentinos han tenido que afrontar la recuperación de las tarifas energéticas? Que podría haberse hecho de otro modo técnico. Es posible. Pero el reajuste era inevitable. ¿Y qué fue lo que hizo que fuera necesario? Una mezcla de burrez y robo que aún no está claro cómo se reparten esos tantos.
¿Hubo tanta burrez? ¿O en realidad fue un plan inmoralmente orquestado para producir el déficit energético, la consiguiente necesidad de importar y la aparición de un negocio fabuloso con barcos de gas fantasma que pagamos un ojo de la cara y que nunca llegaron?
De nuevo, ¿estamos hablando de economía o de corrupción? En mi criterio se comete un error garrafal al encasillar la campaña como si el gobierno no pudiera resistir un análisis económico y sí fuera solvente si el tema es la corrupción: una cosa va de la mano de la otra y no hay miseria sin robo. Puede haberla en países olvidados de la mano de Dios. Pero no en la Argentina. Aquí la miseria y la pobreza son una consecuencia directa del robo y de la utilización política de los dineros públicos para permanecer en el poder.
Por supuesto que no habla bien de nosotros un escenario en donde el “hablar de corrupción” no da votos y donde podes perder “por hablar de economía”. No habla bien de nosotros porque nos exhibe como un pueblo poco sofisticado a la hora del pensamiento y como un conjunto de gente a quienes el cortoplacismo les ha deformado el cerebro.
Pero de allí a que los supuestos gurúes den consejos completamente inconducentes para la presente campaña hay un largo trecho. Lo vivido ayer en el Congreso fue vergonzoso. No sólo porque no se puedo expulsar a un indigno y a un mentiroso profesional de ocupar una banca. Sino porque los protagonistas del robo del siglo festejaban al final como si hubieran ganado un campeonato mundial.
Estoy seguro que si ese campeonato fue el del afano más escandaloso que la Argentina sufrió desde su fundación, había motivos sobrados para el festejo de lo que no son más que una banda de impresentables.
Pero atención que los próximos días pueden dar lugar a más sorpresas desagradables: los tentáculos que la asociación ilícita gobernante hasta 2015 dejó en pie en la Justicia pueden dar noticias aún más alarmantes. Los jueces Freiler y Ballestero (ninguno de los cuales puede justificar un céntimo de lo que tienen habiendo trabajado como agentes judiciales toda su vida y a los cuales no se pudo echar porque el kirchnerismo bloqueó su expulsión en el Consejo de las Magistratura) pueden poner en libertar al cerebro contable de los Kirchner, Victor Manzanarez y expulsar de la causa Los Sauces (la que más preocupa a Fernández después de la denuncia de Nisman) al juez Bonadio.
¿De qué estaremos hablando cuando eso suceda?, ¿de corrupción o de economía? ¿O no será que cuando se habla de una se habla de la otra?