Por Jorge Kersman, especial para The Post
De comprar dólares, es mi dinero.
De comprar lo que quiera, al precio que me parezca, en el mercado que se me ocurra.
De salir a la calle, es mi salud.
De decir lo que quiera. Soy yo.
De leer lo que quiera. Es mi cabeza.
De entrar o (principalmente) salir del territorio nacional. En cuanto pueda.
De conservar lo mío.
De educar a mis hijos como me parezca. Sin idiotismos inclusivos“@, e”, xs”. O con ellos, si me parece.
De pensar lo que quiera de presos, lgbts, negros, blancos, mestizos, judíos, musulmanes, católicos y amarillos.