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Algo peor que su aspecto

Lamentablemente lo peor del presidente Fernández no son los espantosos papelones de protocolo que pasó -y que nos hizo pasar- en la reunión del G20 en Roma y en la Conferencia sobre el Cambio Climático en Glasgow. Esas son manifestaciones exteriores de su vulgaridad que dicen mucho pero no tanto como lo que expresan sus palabras.

Desde un atril que enfrentaba una sala con no más de 20 oyentes (cuando su capacidad era para 150) el presidente con esa pose de solemne que adopta cuando cree estar lanzando frases para la posteridad dijo. “Quisiera que mi voz exprese el grito desesperado de los condenados de la Tierra”.

Parece mentira cómo en 14 palabras se puede transmitir tanta ignorancia y, a la vez, entregar una evidencia demoledora sobre las fuentes de envidia y resentimiento en las que se apoya su pensamiento (si es que a semejante pelotudez se lo puede llamar “pensamiento”)

A ver, Fernández: ningún país de la Tierra nace condenado ni -mucho menos- es condenado por los demás, si es eso lo que ha querido decir. Los países se condenan solos por elegir un tipo de orden jurídico que los amura al atraso, a la miseria y al subdesarrollo. El muestrario de sistemas legales es libre como para que cada país elija el que crea es más conveniente para lograr el bienestar de su pueblo. Esos sistemas no le son impuestos a los países por otros países ni por extraños designios del Universo. Son los propios países los que, a través del voto de sus ciudadanos, colocan en el lugar donde se hacen las leyes a los personajes que luego las hacen.

Son las leyes las que diferencian el destino, el nivel de vida y la miseria o la riqueza de los países. Esas leyes no son impuestas por otras fuerzas que no sean las que predominan en cada uno de ellos. Por lo tanto son ellos los que tienen en sus manos las llaves de la condena o de la libertad.

Los países que eligen sistemas jurídicos como los que prefiere el peronismo y los que, encima, eligen a payasos como usted condenan a sus pueblos a vivir sin horizontes, sin crecimiento, pobres, sin esperanzas y sin futuro. ¿Están condenados esos países? Sí. Pero no por el contexto que usted sugirió en su ponzoñosa frase, sino por la propia torpeza de elegir libre y voluntariamente un conjunto de reglas jurídicas que los dirigen, por más gritos que ellos mismos peguen, al subsuelo de la indigencia.

Ayer en un excepcional artículo escrito para Infobae por el economista y empresario Gustavo Lazzari, se explica cómo se está poniendo en práctica lo que él llama un tsunami anti-empresa y anti sector privado, el preludio de más pobreza y más “condena”.

Lazzari enumera seis leyes y disposiciones (algunas ya sancionadas y otras con estado parlamentario) que no van a provocar otra cosa que no sea desempleo, fuga de empresas, cierre de fuentes de trabajo, y, en suma, pobreza y miseria.

Estas Leyes y disposiciones administrativas son:

1.- El congelamiento de precios: Ya aburre explicar el fracaso de este sistema vetusto y jurásico. Solo se obtendrá desabastecimiento y mercado negro primero y estallido inflacionario más grave aún que el actual, luego. ¿Hubo alguien que condenó a la Argentina y a sus funcionarios a elegir esta pieza de museo para resolver un problema que la humanidad resolvió hace como mínimo 40 años? No, nadie. Solo la Argentina y los argentinos que eligieron para que gobierne el país a un partido del que salen estas ideas lo hizo. Esa es la condena; no la que insinúa Fernández.

2.- Ley de etiquetado frontal: dice Lazzari, “recientemente sancionada dicha ley procura combatir la obesidad. Nuevamente no hay coincidencia entre el articulado sancionado y el objetivo propuesto. La ley no brinda información, demoniza la producción de alimentos, crea organismos y burocracia, incrementa los costos privados, prohíbe libertades individuales básicas y prohíbe la donación de alimentos a personas y comedores. Lo más grave, no hay relación entre el articulado y la disminución de la obesidad. En Chile tras cuatro años de aplicación, la obesidad aumentó sosteniblemente”.

3.- Proyecto de Ley de humedales: Si este mamarracho se aprobara la Argentina perdería el 24% de su territorio cultivable y le entregaría el control del 66% de sus tierras al ministerio de medio ambiente, retirándolas de la capacidad de disposición que, a sus dueños, le garantiza la Constitución. Por lo demás la ley impone registros, controles, permisos, multas y penas de prisión que terminarán en más costos, corrupción, menor inversión y, por lo tanto en menor trabajo y más pobreza. ¿Algún país u organización transnacional obligó a la Argentina a que se someta a sí misma este tipo de estatutos? No, la Argentina lo hace sola, voluntariamente. Nadie ha “condenado” a la Argentina como no sea la propia Argentina y el tipo de idea que tienen quienes la gobiernan.

4. Proyecto de ley de envases con inclusión social (idea de Máximo Kirchner): Este es el colmo, el paroxismo, de la búsqueda empecinada de la pobreza y de la naturalización final de la miseria. La idea consiste en cobrarle a las empresas que utilizan envoltorios o envases para envolver sus productos (obviamente todas lo hacen porque los bienes no se pueden entregar sueltos en la mano del consumidor [imaginen por ejemplo a una señora intentando llevar un litro de Coca Cola haciendo “cucharita” con las manos]) un impuesto equivalente a lo que hoy es Ingresos Brutos en las provincias (que ya está fundiendo a gran parte de la maquinaria productiva nacional) por suponer que la culpable de que la gente tire esos envoltorios en la calle son las empresas. Como consecuencia de ese razonamiento (que la responsable de que la gente ensucie las calles son las empresas que usan envoltorios) parte de los recaudado será distribuido entre los cartoneros, lo que constituye una manera de petrificar a éstos en esa condición, en lugar de generar las condiciones de afluencia para que haya trabajo y esa gente tenga un trabajo digno.

Resulta obvio que este es otro costo que encarece la producción, estimula a que las empresas no tengan ganas de invertir en este país de locos y elijan irse a otro lugar, con la consiguiente pérdida en la generación de riqueza y en la automática creación de nuevos pobres.

¿Puso alguien una pistola en la cabeza de la Argentina para que los cráneos que gobiernan el país adopten este tipo de leyes? Naturalmente no. Es la Argentina solita, la que se mete en este pantano de pobreza.

5.- Proyecto de ley de licencias parentales: Esta ley parte del supuesto de que la Argentina ya tiene el PBI de algunos de los países que, después de mucho trabajar y de llegar a esos niveles de afluencia precisamente por eso, pudieron darse el lujo (igualmente solo en algunos pocos casos) de tener una legislación como esta.

La idea consiste en darle al padre los mismos beneficios por nacimiento de hijos que tiene la madre. El pequeño problema es que la Argentina primero debe pensar en trabajar y ahorrar durante muchas décadas para luego pensar en lujos como éste. Poner el carro delante del caballo también es de burros. Y las burradas que condenan al burro a ser pobre no fueron impuestas por ningún “condenador” sino por el mismo burro.

Por supuesto, demás está decir, que, además del retiro temporal de mano de obra activa, los ingresos que ese señor va a percibir igual los tiene que pagar la empresa, con lo cual ésta tendrá otro motivo para pensar dos veces antes de tomar un empleado nuevo.

6. Proyecto para generar “delegados de género”: Este delirio consiste en que las empresas deban permitir tener un nuevo tipo de delegado gremial, el de género. Como se sabe los delegados gremiales son trabajadores privilegiados que pueden ausentarse de su lugar de trabajo, que gozan de privilegios indemnizatorios y que constituyen un costo extra para toda organización empresarial. Más costos, menos trabajo = más miseria. ¿Quién elige que la Argentina tenga este tipo de legislación? ¿Los EEUU, los “poderosos”, el FMI? No, la Argentina solita.

Podríamos seguir así con todo el orden jurídico contra constitucional que el país decidió darse a sí mismo desde la aparición política del peronismo. Pero el lugar nos lo impide. De todos modos la idea es simple: no hay aquí “condenadores” y “condenados” como insinuó el burro de Fernández. Aquí hay países que quieren ser libres y prósperos (entonces identifican, de todos los disponibles, los tipos de órdenes jurídicos más óptimos para lograr esos resultados) y países que quieren ser pobres y miserables (para dársela luego de “víctimas”) y que entonces eligen un tipo de orden jurídico cuya consecuencia inevitable es la decadencia.

Resulta lamentable que el país haya caído en manos de esta peste. Pero al menos tengamos en claro que la misma no fue provocada por ningún virus foráneo, sino solo por las fuerzas de la ignorancia y el resentimiento que, es obvio, aún navegan en nuestro subconsciente.

Por Carlos Mira

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2 thoughts on “Algo peor que su aspecto

  1. Ruben Elio Iriarte

    Lo que manifestó en todo su escrito mas claro que el agua cristalina, con el remate el que genero toda esta peste son ignorantes con mucho resentimiento hacia todos los que se capacitan, estudian y trabajan, ellos son la enfermedad mas grande del mundo incurable o mejor dicho curable por los votos argentinos únicamente. Esto lo vamos a percibir el 14/11/2021 el lunes sabremos que pais queremos, encaminarnos lentamente hacia la prosperidad o directamente al precipicio depende de nosotros exclusivamente

  2. Rene r villada

    Perfecto! Clarísimo!son mis palabras y mis pensamiento

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