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“Costa Pobre” va a la guerra

De la historia, las lecciones y cuidado, mucho cuidado con las bravuconadas y las apelaciones a la violencia, porque cuando las cosas se ponen feas el final es muchas veces impredecible

José María Fuster-Fabra

En YouTube se puede ver a Alberto Olmedo, con harapos, en el rol de un dictador de ese imaginario país muy parecido a la Argentina actual. Como seguramente creen que carecemos de problemas, la irresponsable e ideologizada dupla de los Fernández² nos ha enviado, sin escalas, a un escenario de guerra global; en la medida en que las fuerzas armadas han sido despojadas por los sucesivos gobiernos de toda capacidad defensiva, resulta fácil imaginar qué sucederá si un cambio en la muy frágil situación actual desembocara en un enfrentamiento entre las grandes potencias que, con alta probabilidad, se desarrollaría en naciones menores. En la geopolítica mundial, Argentina se encuentra en una posición clave y peligrosa por su ubicación vinculada al Atlántico Sur y a la Antártida, por la base china con aptitud para intervenir militarmente en el espacio y por su producción masiva de alimentos; de producirse un conflicto bélico así, con certeza nos encontraremos inmersos en él.

 Rusia y China han modernizado enormemente sus fuerzas armadas, pero tienen graves problemas internos; en el primer caso, por su muy frágil economía y, en el segundo, por la crisis energética que soporta y por las disidencias de Hong Kong y la etnia uigur, a la cual viola todos sus derechos humanos. Los gobernantes, para conjurar esos inconvenientes, pueden verse tentados a plantear a sus pueblos un objetivo que genere una fuerte cohesión interna, tal como sucedió aquí durante la guerra de Malvinas, pero se encontrarían ahora con un Joe Biden que, como también tiene grandes complicaciones en su gobierno, tendría recíprocos intereses.

Vladimir Putin intenta, desde hace años, recrear el imperio que, luego, se transformó en la URSS y, en 2015, consiguió anexarle la península de Crimea; ahora, apoyado sobre el importante número de habitantes de origen ruso que pueblan el oriente de Ucrania, realiza actividades de agitación interna con ciberataques y mercenarios que, de tener éxito, llevarían a otra secesión del país; además, ha rodeado el país con sus fuerzas militares. El pedido de Ucrania de sumarse a la OTAN encendió las alarmas y puede conducir a un enfrentamiento en el noreste de Europa de impredecibles consecuencias; aduciendo que concederla equivaldría a tener un cinturón misilístico en sus fronteras, el déspota ruso ha amenazado a los Estados Unidos con armar bases equivalentes en Cuba y Venezuela (según reveló el ex jefe de la inteligencia chavista, ya tiene dos), sus claros aliados en Sudamérica, reeditando la crisis de los misiles de 1962.

Aún es posible que el autopercibido Zar renuncie a  avanzar, ya que Alemania le ha hecho saber que, si invade Ucrania –algo que el mundo considera probablemente inminente- impedirá que funcione el enorme gasoducto que alimentaría a la Comunidad Europea y llevaría de regreso indispensables millones de euros a las famélicas arcas de Moscú, y Biden, recuperando el rol de aliado de la preocupada Europa, ya le ha dicho que no tolerará más sus actitudes hostiles.

Por su parte, Xi Jinping está reflotando el problema de Taiwan, un país independiente desde 1949 al cual China considera sólo una provincia rebelde, y le ha sumado el montaje de islas artificiales militarizadas, que representan concretas amenazas para Japón, Corea del Sur  y Australia, estrechamente  unidos a Washington, tal como otras naciones vecinas. Biden desplazó esta semana su más moderno submarino nuclear a la zona para demostrar que está dispuesto a frenar las vocaciones imperialistas del líder chino, y reactivó la guerra comercial que lo enfrenta a Beijing.

Nuestro inefable Presidente, obedeciendo a los deseos de su mandante, viajará a principios de febrero para visitar a Putin y a Jinping, hoy los “malos” del mundo por las razones descriptas. Ratificando la notable esquizofrenia con que conduce las relaciones exteriores y con una supina  ignorancia sobre la latente rivalidad entre Rusia y China, Alberto Fernández ruega a los Estados Unidos que intervenga ante el FMI para que éste acepte un supuesto plan sin ajuste fiscal, pero Cristina Fernández lo torpedea permanentemente con cartas-misiles y declaraciones de sus esbirros.

Argentina ha pagado con decenas de miles de muertos el ideologizado apoyo a Moscú en la compra exclusiva de una vacuna que ningún país ha aprobado hasta ahora, lo cual nos impide viajar libremente por el mundo. ¿Cómo olvidar el discurso de Cristina Fernández vanagloriándose de la solidaridad de Putin cuando todos reclamábamos la de Pfizer? Ahora, nuestro Embajador Sabino Vaca Narvaja, pariente de la emperatriz patagónica, avanza con intenciones de integrarnos a la peligrosa Ruta de la Seda y endeudarnos para siempre con China, firmando proyectos de infraestructura que nada tienen que ver con los verdaderos intereses de la Argentina: las represas en el río Santa Cruz, y otra central nuclear.

La pregunta imprescindible debe ser, entonces, por qué actúa así el Gobierno. ¿Será porque prevé un inminente default con el FMI? Si así fuera, no resultaría descabellado pensar que el viaje de Alberto Fernández tiene como propósito pedir a Putin y Jinping apoyo financiero para paliar, de algún modo, las terribles consecuencias, medidas en más inflación y más pauperización, que la falta de un arreglo con el organismo acarreará. ¿Estará dispuesto, para obtenerlo, a ceder más soberanía a Rusia y China para obtener ese sostén?, ¿incluirá el otorgamiento de nuevas bases militares en nuestro territorio? “Costa Pobre” se fue a la guerra y nadie sabe cuándo volverá pero, entretanto, estamos en el peor escenario.

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