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La Argentina sin vacunas

La Argentina se está quedando sin vacunas. La ministra de salud admitió que no tiene idea de cuando van a llegar más remesas. Se hizo un anuncio con bombos y platillos, bien al estilo kirchnerista, sobre la llegada de tres millones de dosis de la vacuna china Sinovac pero luego se dijo que no había fecha de ingreso.

Esa vacuna no es aplicable a los mayores de 60 años, es decir, a la población que más la necesita. También está objetada mundialmente –igual que la Sputnik- porque carece de respaldo científico suficiente. Si bien la vacuna rusa recibió un comentario positivo de la revista científica The Lancet, miembros de la comunidad médica están de acuerdo que un artículo periodístico en una revista, por más científica que sea, no alcanza para reemplazar los respaldos técnicos mínimos.

La vacuna Sinovac está incluso por detrás de la Sputnik en ese sentido. La sociedad argentina debería recibir una explicación de por qué se sujetó al país a estas provisiones oscuras y no se contrataron los productos del laboratorio que está proveyendo a la mayor parte de los países del mundo, el laboratorio Pfizer.

Esa operación debe ser blanqueada cuanto antes. La salud de los argentinos está aquí de por medio. La Argentina había sido uno de los primeros países que presentó voluntarios a los ensayos de Pfizer. Sin embargo, luego, bajo el reinado de Ginés González García, el país quedó fuera de los contratos de provisión bajo el argumento de que el laboratorio había requerido “condición es inaceptables”.

Nunca se aclararon debidamente esas condiciones. México, un país con afinidades ideológicas con el gobierno de Fernández, se ha asegurado la provisión de suficientes vacunas para su población.

Brasil, acaba de firmar un acuerdo por 100 millones de dosis con Pfizer y por 38 millones con el laboratorio que produce la que hasta hoy es la única vacuna de dosis unitaria, Johnson & Johnson. Otros 500 millones de dosis antes de fin de año asegurarían la cobertura poblacional del gigante sudamericano.

Chile se está proveyendo con 90 millones adicionales a las que ya cubren a sus habitantes para presentar la original idea de que el año que viene ciudadanos de otros países puedan ir a vacunarse allí con costos accesibles, para producir, de paso, un flujo de actividad económica adicional, en un alarde de estrategia a mediano plazo envidiable, realmente.

Mientras, la Argentina no supera las cuatro millones de dosis recibidas. Vacunados con las dos dosis de la vacuna rusa no llegan al medio millón de personas. La primera dosis solo la han recibido poco más de dos millones de personas.

El stock actual se va consumiendo lentamente. Es más, nadie podría asegurar que la lentitud del proceso (en el país se vacunan menos de 110000 personas por día de semana y menos de 8000 sábados y domingos) no sea algo hecho a propósito para dar la sensación de que la actividad vacunatoria continúa.

Alguien debería hacerse responsable de esta cuestión. Y algo más importante: alguien debería estar reclamando que alguien se haga responsable. No se escucha una voz sonora de reclamo y de pedido de explicaciones.

La oposición asegura que ha hecho todo lo que está a su alcance para pedir cuentas de lo actuado pero que carece de los votos en el Congreso para hacer más exigible ese reclamo, en una tácita factura pasada a la sociedad por la forma en que ésta vota.

Es muy posible que haya parte de razón en ese argumento: los argentinos deben hacerse responsables al menos una vez en la vida de las consecuencias que trae aparejada la forma en que ellos votan. Poner a gente sin escrúpulos en los cargos decisivos más altos del Estado trae estas consecuencias: que la gente se muera porque no hay vacunas para inmunizarlas.

El gobierno, con la cara de piedra que lo caracteriza, se ha animado, incluso, a poner en el aire una campaña de propaganda con el leit motiv de la vacunación. El comercial primero remite a imágenes del 2020, en donde la sociedad pasó todo tipo de privaciones, y luego a secuencias de un avión de Aerolíneas trayendo vacunas y a otras con gente vacunándose. El mensaje dice: “Después de haber puesto el pecho, es hora de poner el brazo: comenzamos a vacunar contra el Covid 19”.

Francamente no sé cómo tienen cara. Después de lo que ha sido el robo de las primeras remesas para vacunarse ellos y sus militantes, tiene el atrevimiento de hacer alharaca con un stock mínimo de dosis que ponen a la Argentina entre los países de peor récord de vacunación en el mundo.

Pero, de nuevo, toda ocasión es buena para que el kirchnerismo construya un relato tan épico como vacío. Un nuevo capítulo de lo que es: una cáscara hueca que ha llegado de nuevo al gobierno solo para intentar borrar las huellas de los crímenes que cometió durante sus tres períodos anteriores.

Por Carlos Mira

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