Un título de la edición de hoy de una revista especializada en turismo es de los más gráficos que he leído en los últimos tiempos como prueba y evidencia del sistema que ha logrado imponerse en la Argentina y por el cual se solidifica la construcción de una sociedad estratificada y dividida en un pueblo raso y miserable, sin posibilidades de ninguna mejora en su condición social y una casta privilegiada que ocupa el poder, disfruta de sus privilegios y accede a una riqueza que producen otros y que ellos roban.
El título dice: “CAT [por ‘Cámara Argentina de Turismo’]: empresarios reclaman más asistencia para sobrevivir”.
Ese título resume el proyecto y el objetivo del populismo kirchnerista: crear las condiciones de miseria para que los empresarios estén a punto de fundirse, hacer que no les quede otro remedio que ir con el caballo cansado a pedir la escupidera del Estado y, entonces, tenerlos de rodillas a su merced.
¿Qué independencia, qué poder ciudadano, qué derechos tendrá alguien que tuvo que ir a entregarse, desprovisto de todo, a las manos del Leviatán? Por supuesto muy poco de todo eso.
Pues bien: este es el proyecto recargado con el que el kirchnerismo accedió al gobierno por cuarta vez. Ha ido puliendo los perfiles de ese modelo con el tiempo. Por supuesto que cuando se instaló por primera vez con Néstor Kirchner, el jefe fundador de la banda, tenía ya en mente delineado este perfil. Pero sabía que no podría imponerlo de la noche a la mañana… Paciencia: de nuevo, la “virtud” comunista.
Sabían que el proceso de envilecimiento y destrucción del aparato productivo privado tomaría tiempo. Aun con los vaivenes de la Argentina, el país conservaba un sector dinámico de la economía que, con los estímulos correctos y los incentivos adecuados, podría ser una catapulta de crecimiento y de mejora de la condición de todos.
Además, para colmo de males (para ellos) ese sector privado venía de protagonizar un formidable proceso de inversión y modernización en los ’90. Había “fierros” nuevos por todos lados. Destruir todo eso no sería fácil, ni rápido. Pero empezaron a transitar el camino de todos modos.
El kirchnerismo no quería ni el crecimiento ni la mejora de la condición de todos. Al contrario: el crecimiento y la mejora de las condiciones son sacrilegios para ellos. Con crecimiento y mejora de la condición ciudadana se forman hombres libres, independientes del gobierno; personas que saben que con su trabajo pueden progresar, alimentar y educar a su familia, disfrutar de la vida y retirarse a una vida tranquila.
Ese no es el perfil deseado por el kirchnerismo. Ese individuo es un anatema para el kirchnerismo; ese personaje debe ser destruido. El perfil deseado por el kirchnerismo es el de un país mendicante que dependa de la mano del Estado (es decir, de ellos) para generar esclavos electorales que los sostengan en el poder indefinidamente, por la vía de infundir en esa gente el temor tácito o real de que, si no los votan, perderán las limosnas de las cuales viven.
Días pasados el periodista Diego Cabot utilizó una expresión que, los que siguen estas columnas desde hace años, saben que usamos mucho aquí mismo. Decía Diego: “La política parece resuelta a darle de comer en la boca a cada vez más gente antes que proponer un país en el que la mayoría se procure su alimento”.
Repito: quienes nos siguen aquí, recordarán la figura que he repetido más de una vez: la imagen de camiones estatales grises y mastodónticos, parando en las plazas principales de las ciudades del país, cargados con ollas enormes desde las que, uniformados también grises y con gruesos borcegos, alcanzan una cucharada de comida en la boca de cada uno de los argentinos que hacen cola para recibirla.
¿Triste, no? Pues ese es el modelo, señores. Y ese modelo ha avanzado mucho en el último año. Por supuesto, la pandemia y su consecuencia político/ideológica -la cuarentena- vinieron a acelerar los tiempos del deterioro y de la ruina a la que el kirchnerismo quería llevar de todos modos (con coronavirus o sin él) al país.
Nótese que el título de la revista que disparó este comentario dice “reclaman más asistencia para sobrevivir”, es decir, ni siquiera hablamos ya de “vivir”, hemos llegado al punto en donde quienes antes eran personas prósperas ahora aspiran sólo a “sobrevivir”.
El kirchnerismo tiene ahora sus metas más cerca. La terrible acechanza mundial del Covid-19 (sugestivamente nacida en un país -China- que cultiva una ideología política que nutre las tácticas del kirchnerismo, aunque hace años que se dio cuenta que debía cambiar en lo económico para no producir un genocidio por hambre, si bien no abandonó la idea de mantener en un solo puño todo el poder) les ha hecho un favor enorme. Decenas de sectores completos de la economía argentina han perecido o están en proceso de perecer. Son los nuevos esclavos. Ellos saben que sin “la cuchara en la boca” que provee el kirchnerismo, se mueren. Y el kirchnerismo también lo sabe. Los truhanes son los primeros que perciben las debilidades de sus víctimas.
Toda aquella modernización tecnológica de hace 30 años ya es vieja hoy. Nos hemos comido todo el stock de capital. El kirchnerismo hizo que nos lo comiéramos. A veces literalmente, como fueron las 12 millones de cabeza de ganado perdidas a partir de 2011; a veces de modo figurado, como ocurrió con toda la infraestructura en las empresas de servicios y utilities a las que se fundió a propósito por la vía de congelar sus ingresos y dolarizar sus egresos.
La miseria del cepo y el encierro comercial y cultural a la que este régimen sometió al país fueron otros capítulos de la estrategia de empobrecimiento para que todos tuvieran que ir a mendigar una “ayuda”.
Fue un plan. No fue magia. Fue una estrategia destinada a arruinar y destruir las fuentes de la independencia y de la soberanía individual. Hoy somos esclavos de una nomenklatura que nos cobra su “ayuda” con miseria, chatura y con la completa ausencia de un futuro mejor.