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El mensaje de Fernández

En una evidencia más de la dureza de la cara de piedra de Fernández, el presidente grabó un spot para televisión y radio con motivo del fin de año.

El presidente, sin que le mueva un pelo, dice esto: “Es difícil que volvamos a tener un año como el 2020 y aunque no lo elegimos es el tiempo que nos tocó. Tuvimos que gobernar lo desconocido, sabemos que este año que se va no pudimos hacer todo lo que esperábamos, pero sí hicimos lo que no podía esperar. Llamamos a las cosas por su nombre. Entre todos y todas logramos ese tiempo necesario para reconstruir la salud pública y universal. Nuestro país volvió a salir en los titulares como un país que no quería deber sino crecer. Pero con la gente adentro. Por eso este año, unidos, empezamos a escribir el diario de la reconstrucción argentina y de lo que queremos ser como país”.

Quería primero que tuvieran todo el texto de golpe para poder tener una idea omnicomprensiva de lo que este señor tiene en la cabeza. Pero me gustaría analizar este texto párrafo por párrafo.

El presidente dice “Es difícil que volvamos a tener un año como el 2020 y aunque no lo elegimos es el tiempo que nos tocó”.

Veamos. El 2020 es un año que le tocó a todo el mundo y que, si se presentó con particular saña sobre la Argentina, fue gracias a las impericias del gobierno y a un orden de prioridades determinado por los intereses de una persona en lugar de estar signado por lo que había que hacer urgentemente.

Si el presidente se hubiera concentrado en despejar de obstáculos el camino de los que trabajan y generan antes que complicarles la vida con regulaciones y prohibiciones absurdas, gran parte de los sinsabores del año se habrían evitado.

Contrariamente a eso, el kirchnerismo complicó toda la operación económica del país, prohibiendo el trabajo, tornándolo más caro, y multiplicando los factores de distorsión económica a una dimensión nunca antes vista. La base monetaria se multiplicó por tres, el tipo de cambio creció tres veces por encima de la inflación, la pobreza aumentó en un año más de 10 puntos, las villas miseria siguen esparciendo como una enorme mancha de petróleo en el océano.

Todo eso fue una consecuencia de la aplicación de políticas equivocadas y de privilegiar las urgencias personales de la Sra. Fernández antes que privilegiar lo que le convenía a los argentinos.

Luego sigue: “Tuvimos que gobernar lo desconocido, sabemos que este año que se va no pudimos hacer todo lo que esperábamos, pero sí hicimos lo que no podía esperar”.

Si bien es cierto que la epidemia de Covid-19 fue un fenómeno que no tenía antecedentes y que por lo tanto no había experiencia probada sobre cómo manejarla, los ejemplos mundiales demuestran que otros países aplicaron políticas muy diferentes a las de la Argentina y, en consecuencia, también generaron efectos diversos (todos ellos más favorables para ellos).

El gobierno, en un ensayo general de privación masiva de derechos a la sociedad y a los individuos, mandó a encerrar a la población en la cuarentena más larga y más ineficiente del mundo. Cientos de miles de personas perdieron sus negocios, sus pequeñas empresas, sus comercios y para ellos solo hubo más impuestos, más cargas, y más costo estatal.

Pareció un plan diseñado a propósito para demoler la estructura productiva argentina, básicamente encarnada por pymes que se fundieron a una tasa nunca antes vista desde que se llevan registros. La destrucción de riqueza generada por el gobierno de los Fernández no tiene comparación en la historia económica moderna de la Argentina.

El presidente dice que no pudieron “hacer lo que esperaban pero sí lo que no podía esperar”. Curiosa forma de ver la realidad, cuando lo que se vio fue una desesperada concentración del gobierno en atender asuntos que no tenían ninguna urgencia (dado lo que estaba ocurriendo en el país y en el mundo). La única forma de entender este párrafo (salvo, claro está, que uno suponga que el presidente nos está tomando el pelo) es que se refiera a los intereses de ellos.

Allí sí cobraría algo de sentido la frase: es obvio que las expectativas de la Sra Fernández de estar, a esta altura, libre de toda culpa y cargo por los latrocinios de sus anteriores gobiernos no se cumplió en toda su dimensión. Pero, al mismo tiempo, es verdad que trataron de hacer lo “que no podía esperar” (desde el punto de vista del interés de la comandante de El Calafate), es decir, mover jueces, enviar un proyecto de reforma judicial al Congreso, atacar a la Corte Suprema, constituir una comisión para estudiar la reforma completa del poder judicial, presionar para designar un procurador afín…

Nada de todo esto  es compatible con la mejora de la calidad de vida de los argentinos, con la remisión de la pobreza, y con el crecimiento. Pero sí es funcional a los intereses de la banda comandada por la viuda de Kirchner.

Fernández sigue diciendo: “Llamamos a las cosas por su nombre. Entre todos y todas logramos ese tiempo necesario para reconstruir la salud pública y universal”.

De nuevo, uno no sabe si el presidente se dedica en sus ratos libres a escribir libretos cuya principal finalidad sea tomarnos a todos por pelotudos, pero es difícil llegar a otra conclusión cuando uno lo escucha decir que “lograron reconstruir la salud pública universal”.

La Argentina pese a haber encerrado a todos en una cuarentena cavernícola es el cuarto país en el mundo en muertos de Covid-19 por millón de habitantes. En los momentos iniciales, cuando Fernández se pavoneaba creyéndose Maradona, decía que si Macri hubiera sido el presidente, los muertos habrían llegado a 10000. Hoy la Argentina tiene más de cuatro veces esa cifra de fallecidos. También intentó hacerse el canchero comparando su “gobierno de científicos” con los de otros países que luego le demostraron que no es otra cosa que un bocón.

Fernández finaliza diciendo: “Nuestro país volvió a salir en los titulares como un país que no quería deber sino crecer. Pero con la gente adentro. Por eso este año, unidos, empezamos a escribir el diario de la reconstrucción argentina y de lo que queremos ser como país”.

Desde que el kirchnerismo asumió el gobierno el país no deja de ser noticia en el mundo por las malas razones. No ha esquivado, en ese sentido, una sola área temática en la que no haya protagonizado un papelón.

En primer lugar, claro está, en materia económica, justamente en donde el presidente recalca que la Argentina le comunicó al mundo que no quería “deber sino crecer”.

En este tiempo de su gestión, el gobierno de Fernández aumentó la deuda externa más de 20 mil millones de dólares, algo así como el 45% de todo lo que pretende renegociarse con el FMI. Y eso sin contar el crecimiento de la deuda interna y de la deuda consolidada de las provincias. Es decir, la Argentina debe más ahora que cuando Macri dejó el poder.

No hace falta decir mucho en materia de crecimiento: la Argentina es uno de los cuatro países con más caída de PIB absoluto y per cápita del mundo, llegando, según algunas mediciones, a -16%. Las más optimistas lo calculan en -13%. Es decir el gobierno destruyó casi un octavo de la riqueza nacional en doce meses y tiene el tupé de decir que la Argentina volvió a salir en los titulares como un país que quería crecer. Es de no creer.

El presidente termina con una alusión a la unidad, lo cual es particularmente llamativo cuando, frente a las manifestaciones de protesta por lo grotesco de su gobierno, Fernández se animó a dividir a los argentinos en “argentinos de bien” y “argentinos de mal” y su jefa se cansó de seguir lanzando llamaradas incendiarias contra todos los que no opinan como ella.

Este spot del presidente es un buen resumen de su gobierno: impresentable, mentiroso, autor de un permanente relato inventado, burlón y que trata a los argentinos como si fuéramos un conjunto gigantesco de idiotas que no viera la destrucción que su impericia y su delincuencia le siguen generando al país. 

Por Carlos Mira

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