Otro de los engranajes importantes en el plan de copamiento de la Argentina es el dispositivo puesto en marcha para liberar presos en cárceles federales y de la provincia de Buenos Aires.
En esos aspectos, otro de los agentes orgánicos de la conspiración, Eugenio Zaffaroni, está trabajando para organizar motines en cárceles sujetas al Sistema Penitenciario Federal y al de la provincia de Buenos Aires.
Otro protagonista importante es la Comisión Nacional de la Memoria, que preside Roberto Cipriano García, el principal operador para inundar de celulares las cárceles, teléfonos que fueron luego utilizados para diseñar los motines.
En el seno de esa “comisión” se baraja la posibilidad de que los presos liberados, algunos con pesados prontuarios por asesinatos y violaciones, puedan constituirse mañana en una fuerza de choque revolucionaria o en milicias al estilo venezolano.
Yo sé que hay muchos a quienes todo esto les parece un cuento, una película de mal argumento, pero prefiero equivocarme por la exageración que por quedarme corto.
Creo que conozco bien la mentalidad fascista. La he estudiado para muchas de las cosas que he escrito profesionalmente. El fascismo es un mecanismo de poder muy sórdido, muy rudimentario pero muy eficiente en todo lo concerniente a la toma y mantenimiento del poder.
No deja ningún resorte por probar ni ningún mecanismo por intentar. Desde ese punto de vista es bien abarcativo. Pretende destruir la democracia liberal utilizando las propias herramientas que la democracia liberal le da. Y es un maestro en el arte de la infiltración y el camuflaje.
Siembra agentes orgánicos en diferentes áreas del funcionamiento democrático para pudrirlas desde adentro. En ese sentido, logró una perfecta fusión entre el comunismo intelectual de Gramsci y la rudimentaria fuerza bruta Mussolini.
Aquí hay operadores cotidianos trabajando para la instauración de un régimen. Algunos desorejados impresentables que siempre hablan (y que generalmente dicen lo que los “generales” no pueden decir por estrategia) están diciendo cosas. Y no sería la primera vez que lo que ellos dicen (y que a primera vista parece un disparate de un delirante) es lo que con el tiempo, termina convirtiéndose en realidad.
La liberación de presos viene a coincidir muy sugestivamente con el pedido para que lleguen al país “médicos” cubanos. ¡Qué casualidad que un proceso muy similar haya ocurrido previamente tanto en Venezuela como en Nicaragua! En ambos lugares se produjeron liberaciones de delincuentes que luego fueron adoctrinados por los agentes de La Habana que los convirtieron en la infantería de represión a la clase media cuando esta salió a la calle.
Ellos son los escuadrones que matan por la espalda y que enfrentan todos los focos opositores con una primera línea de fuego. Es gente jugada a la que no le interesa nada.
La variante preferida para contrarrestar razonamientos como los que se comentan aquí es la famosa “teoría conspirativa”. Inmediatamente te rotulan como un partidario de las “teorías conspirativas” y, sin expresar ningún argumento y -muchas veces- sin haber estudiado nada del tema, pretenden descalificar lo que decís.
A quienes opinan de ese modo les digo que prefiero ser exagerado con los enemigos de la libertad; prefiero excederme en los cuidados para no perder la libertad que actuar confiadamente con un enemigo tan ladino como decidido a todo.
Confieso que de todos lo que desestiman la conspiración fachocomunista los que más bronca me dan son los que no han estudiado al adversario al que nos enfrentamos; a los que opinan porque el aire es gratis.
En mi caso, llevo más de treinta años estudiando el fachocomunismo. Escribí dos libros respecto del tema y miles de artículos. En esta ocasión tengo, además, la gratuita confesión de quienes son la punta de lanza de sus aspiraciones. Bocotas enormes que, impulsados por un resentimiento sin par, hablan y publican por las redes lo que sinceramente quieren hacer.
Si hay muchos de nosotros con la suficiente inocencia como para no prestarles atención, entonces ellos pasaran a contar con un ejército de idiotas útiles que, sin formación y sin el menor interés por informarse, decidieron prestarle su servicio gratuito a quienes vienen a quedarse con todo.
El mundo ha vivido en el pasado experiencias espantosas por el peso inconmensurable de los idiotas útiles. Personas que fueron advertidas de los peligros que se corrían e hicieron oídos sordos o sacaron su rotuladora y le pegaron en la frente de quienes venían a advertirlos la leyenda de “creyente en las teorías conspirativas”. El primer ministro inglés de entonces, Sir Neville Chamberlain, quizás lleve la cucarda mundial es ese terreno.
El hecho de que alguien tenga un plan y otro tenga la suficiente información, olfato o intuición para discernirlo no necesariamente implica que haya una “teoría conspirativa”, sino que, efectivamente, alguien tenía un plan y otro lo descubrió.
Que Hitler haya tenido un plan y muchos en Alemania y en Europa lo hubieran discernido mucho antes de que el monstruo austríaco lo pusiera en práctica, no quería decir que esos que habían advertido el peligro abonaran las “teorías conspirativas”. Simplemente lo vieron antes.
Muchos dicen que tener razón a destiempo es algo muy parecido a estar equivocado. Pues bien: el mundo podría haberse ahorrado horrores alarmantes de haber escuchado a esos que tuvieron razón a destiempo. La Argentina tiene la oportunidad de escucharlos. Ojalá no la desperdicie.