Por Jorge Kersman, especial para The Post
Una cosa son los argentinos, que, sin mucho exagerar, se tragan cualquier cosa: que les prohíban salir de casa, les roben año por medio sus ahorros, los metan en un corralito sin que siquiera se den cuenta (no tenés acceso a tus pesos, si no te diste cuenta), le prohíban disponer de sus dólares, comprarlos, o venderlos a precios reales. A los argentinos les decís cualquier cosa, y en general, se la tragan. Intangibilidad de depósitos (De la Rúa), blanqueo bajo ciertas reglas (Macri), impuesto a los millonarios (Kirchner), retenciones, exacciones, confiscación de sus aportes jubilatorios (AFJPs), rebaja de sus jubilaciones (ley solidaria de Alberto hace un mes), todo aguantan.
Ahora bien, los extranjeros son un animal diferente.
Fernandez, de quien sospecho es poco leído, y desde ya desconocedor (como su canciller) de las maneras que se estilan en los países civilizados, ha craneado una foto con todos los gobernadores, como marco para hacer una oferta de pago de la deuda pública externa. Considera, en esa cabeza livianita que tiene, que mostrar una caterva de peronistas alrededor de una mesa, convencerá a los tenedores de bonos, de acceder a su propuesta.
Es una muestra infantil, esta puesta en escena que el iletrado Fernández ha diseñado para mostrar fortaleza. Una foto exudando solidaridad y apoyo, que pondrá marco a una oferta ridícula de refinanciación de la deuda, pero eso sí: “acompañado de todos los gobernadores para mostrar la unidad”…Me parece que los acreedores – para decirlo de una manera delicada – se la pasarán por los genitales.
El panorama pinta así: cuando vaya terminando lo del colonia virus (no es genial? mérito de una amiga), viene la pandemia económica: todo quebrado porque “primero la vida…” dijo el brutín, pero ahora viene la economía pibe. Y atrás, los buitres que ni bola a guzmán, Fernández/ambos, Bergoglio suplicante, Stiglitz y otros genios.
A llorar al parque, o al al South District de Manhattan, que si el Juez Griesa se fue, ahora está la jueza Loretta Preska, que – dicen – no es comprensiva.