Pasada la primera vuelta electoral ya todo el mundo comienza a sacar cálculos y a hacer sumas aritméticas para aventurar un eventual resultado de segunda vuelta.
Obviamente, en ese sentido, los votos que recibió Sergio Massa son los primeros que todo el mundo mira y a los que –se supone- los dos finalistas de las elecciones querrán apuntar.
Massa ha dicho que emitirá un documento de diez puntos para hacerle llegar tanto a Daniel Scioli como a Mauricio Macri para acordar bases programáticas.
Si ese es el caso, a primera vista parece complicado un acuerdo entre el ex intendente de Tigre y el gobernador de Buenos Aires. Todos los referentes de la Alianza UNA, incluido por supuesto el propio Massa, han dicho cosas tremendas del gobierno de los Kirchner y no han titubeado en calificar a Scioli como un continuador de esas políticas. De la Sota ha sido categórico en su calificación al gobierno central y en especial a un unitarismo y a su falta de respeto por las provincias.
Parece, en cambio, un programa más cercano al de Cambiemos. Incluso el propio Macri ha admitido que presentaban propuestas similares con diferencias de matices.
Pero en todo caso esas son especulaciones sobre acuerdos entre dirigentes –que seguramente van a existir- y no sobre acciones que tengan que ver con la gente que vota.
Parecería que los candidatos deberían hacer foco en esos ciudadanos antes de buscar la suma aritmética de porcentajes. Esas lógicas nunca se dan porque en definitiva el soberano es el individuo con una boleta de papel.
Marcos Peña parece ser quien mejor ha entendido ese contexto: no descarta las conversaciones con Sergio Massa pero antes que nada, dice, Cambiemos debe dirigirse al votante, incluidos los de Scioli.
No hay dudas de que ese es otro signo del cambio de época en la Argentina. Durante todos estos años el kirchnerismo manejó el poder con el dinero y con el apriete a caudillos regionales que le aseguraban una base de sustentación.
Esos caudillos efectivamente hicieron su trabajo, incluso hasta llegar a límites grotescos, rayanos en el fraude o en la ilegalidad directa, para asegurarles a sus patrones los resultados que buscaban.
Pero los resultados del domingo parecen ir en otra dirección. Nunca antes fue tan evidente el corte de boletas, incluso en el caso del “triunfador” Macri que recibió en la provincia de Buenos Aires 7 puntos menos de votos que María Eugenia Vidal. Es evidente que hay allí un segmento de gente que ha pensado bien lo que hacía. Ese mercado es el que los dos finalistas deberían procurar.
No parece ser, sin embargo, el primer entendimiento de Daniel Scioli que sigue imaginando una Argentina furiosa que busca a un cabrón para canalizar su rencor. Como decíamos ayer, esa etapa terminó y si Scioli sigue basando su estrategia en la creencia de que aún continúa, va a equivocarse.
El clima “blando” que practica Cambiemos parece estar más acorde con los tiempos. Fueron tantos años de soberbia y arrogancia que cuando la gente ve que alguien está dispuesto a escucharla antes que a darle sermones, reacciona favorablemente.
Sin dudas que los dirigentes deben dialogar y, en el caso de Macri y Massa, si quieren constituir, en cualquier caso, una fuerza legislativa de peso en un Congreso que va a estar muy dividido, es fundamental que lo hagan.
Pero lo importante es saber dónde se pondrán los mayores esfuerzos y en esta instancia parecería que lo inteligente es dirigirse al ciudadano.
No hay dudas de que éste también deberá dar una muestra de madurez. Incluso mayor a la que ya amagó el domingo 25. El electorado deberá distinguir entre las propuestas, las intenciones y los tiempos de cumplimiento. La herencia que el próximo presidente recibirá de la Sra de Kirchner es muy pesada y no hay ningún motivo como para no sospechar que el gobierno no utilizará el tiempo que queda hasta entregar el poder para hacer las cosas más complicadas aún.
Durante estos años muchas decisiones se han tomado en base al ejercicio de la maldad y no hay razones para creer que esa costumbre se abandone justo en el momento de la derrota.
Hay algunos indicios de bajeza que ya se han verificado como para abonar esa tesis. La presidente, por ejemplo, no llamó a ninguno de sus adversarios políticos que han vencido en las elecciones del domingo.
Solo felicitó a su cuñada Alicia, que ganó en Santa Cruz gracias a la ley de lemas. Se ve que la presidente también mantiene la creencia de que el país es aun el territorio de la furia en donde el más mal educado es el más recompensado.
Seguramente muchos analistas tendrán que revisar sus conclusiones respecto de la agudeza analítica de Marcos Peña. El jefe de campaña de Macri se ha anotado un poroto grande son su teoría del “ciudadano jefe” en contraposición a los acuerdos impuestos desde arriba. El prólogo de la final política más importante de la Argentina de los últimos años será, seguramente, un nuevo terreno para probar su eficacia.