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Boca, Cruyff y la Argentina

Como todo tiene que ver con todo y el fútbol es una expresión cultural que denota muchas veces mejore que otras expresiones rasgos de la condición nacional, me voy a tomar una licencia hoy para usar este espacio para comentar un reportaje que Juan Carlos “Toti” Pasman le hizo a Oscar Regenhardt, el nuevo coordinador general de la divisiones inferiores de Boca.

El tema me parece interesante para analizar, en un segundo plano, la insistente característica nacional de elegir lo peor.

Ragenhardt dice que llega nuevamente a las divisiones inferiores de Boca para cambiar de cuajo lo que se le inculca a los chicos en cuanto a la forma de jugar. Cuando se le pregunta que elabore un poco más el concepto el entrenador devenido a manager dice que hace años que Boca decidió –en sus divisiones inferiores copiar al Barcelona- y que eso había hecho un enorme daño; que el mismísimo Barcelona le había hecho mucho daño al fútbol.

Pasman, entre estupefacto e interesado por indagar más le preguntó que quería decir con eso. Y allí Ragenhardt desarrolla la idea madre que está por detrás de su nueva “revolución”.

Según este ex futbolista (que, en ese rol, siempre fue un tronco importante) el objetivo de jugar como el Barcelona había llevado a las divisiones inferiores de Boca a crear un fútbol horizontal, carente de verticalidad, abundante en pases, que no había servido para formar jugadores para la primera división.

Seguidamente explicó que para él era mejor llenar el área rival con centros (porque de allí algo podría salir) en lugar de entretener la pelota con pases horizontales. Una especie de confesión y de reivindicación del famoso “a la carga barraca” que precisamente intentan los equipos que no tienen una línea de juego, que improvisan lo que les sale y que se parecen más a una montonera que a un equipo de fútbol.

Con el agravante que el Sr Ragenhardt pretende empezar a “enseñarle” esto a los chicos, algo así como “chau pase; hola pelotazo”, un embrutecimiento adrede del futbolista del cual, encima, se vanagloria.

Ragenhardt, que había sido técnico de la séptima división del club, fue despedido cuando llegó a la coordinación general de inferiores Jorge Raffo, el impulsor, justamente, de un acuerdo general de Boca con el Barcelona para que el club de la ribera instrumentara en Casa Amarilla los mismos principios que en la Masía.

Ragenhardt sostiene ahora que eso fue una especie de traición al estilo de Boca y que fue una decisión “dañina”: algo así como defender la luz de vela frente a la lamparita eléctrica. Ragenhardt sostiene que Boca debe seguir iluminándose a vela porque esa es “su historia” y que lo otro es una pretensión traicionera que vulnera lo que siempre fue el fútbol de Boca.

Es posible, en efecto, que sus dotes futbolísticos personales se emparienten más con lo tosco, con lo bruto y con la falta de ductilidad para hacer un pase a un compañero de dos metros. Y que dada esa historia personal crea que salir a la “carga barraca”, “a tirar centros”, sean opciones más “verticales” que intentar armar una jugada asociada.

Para desgracia de Ragenhardt (y probablemente a partir de ahora, para desgracia de Boca) sobran los ejemplos mundiales en donde la técnica futbolística atildada y con jerarquía puede aprenderse. De hecho casi toda Europa es un ejemplo de ello. Hace 30 años los equipos sudamericanos eran infinitamente mejor técnicamente que los europeos. Estos quizás nos superaban en físico y en estado atlético, pero a la hora de asociar juego no había como los de este lado del Atlántico.

Sin embargo, de la mano de un tal Johan Cruyff, Europa comenzó a cambiar ese modelo enseñándole a sus chicos, desde las divisiones inferiores, la superioridad técnica del pase por sobre la embestida bruta y física.

Así, países enteros como Holanda, España, Gran Bretaña y Alemania, cambiaron su forma de jugar: dejaron la “carga barraca” y optaron por el fútbol asociado, que es, de paso, el nombre real y completo del deporte que nos apasiona. De hecho, el fútbol es un deporte más amplio que el “fútbol asociado”, incluyendo al rugby, al fútbol americano y al fútbol Aussie rules. Por eso la federación internacional que agrupa las asociaciones nacionales de “nuestro” fútbol se llama “FIFA” (por “Federación Internacional de Fútbol Asociado”), aludiendo a que “nuestro” fútbol es una tipo de fútbol pero no todo el fútbol.

Lo cierto es que el Barcelona es la expresión mundial más acabada de esa opción. Ustedes piensen que antes de la Masía y del Barcelona de Cruyff, el sobrenombre de la selección de España era “La Furia”, algo que seguramente a Ragenhardt le encanta pero que los españoles, para su suerte, rechazaron a tiempo hasta conseguir la Copa del Mundo de 2010 de la mano de la escuela que Ragenhardt considera “dañina”.

Pero quizás lo más impresionante de todo, sea la razón por la cual Ragenhardt considera que no es posible implementar la escuela del Barcelona en Boca. Para este muchacho, “Boca es otra cosa y no hay que enseñarle eso a los chicos”.

No sé qué parte jugará en todo esto su resentimiento personal contra Raffo, el autor intelectual de la idea de implementar una “Masía” en la Argentina. Pero lo de Ragenhardt (y aquí aparece la conexión con nuestra realidad) me suena igual que la Argentina se hubiera negado en su momento a copiar los institutos constitucionales más modernos de la Tierra porque “la Argentina era otra cosa”, porque “las tradiciones argentinas eran la montonera, la prepotencia y el venir a degüello” y había que morir con eso.

¡No, por favor, no! Me niego a eso. Lo bueno puede aprenderse. Lo bueno DEBE copiarse. El fútbol europeo actual es una muestra de que se puede. La Argentina de la Constitución de 1853 es una muestra de que se puede copiar lo mejor del mundo, llevarlo a la práctica y tener éxito.

Del mismo modo que Ragenhardt quiere que Boca vuelva a sus tradiciones, la Argentina en un momento creyó que era “dañino” copiar lo extranjero; que había que volver a las raíces y a lo que la Argentina “era”. A las pruebas me remito: desde el día que se tomó esa decisión el país no ha dejado de caer. Por creer que la fuerza de la prepotencia todo lo puede, que la “carga barraca” de la violencia muchedumbrista puede más que las instituciones de la civilización, no hemos hecho otra cosa más que convivir con la miseria.

Pobre Boca, en lo futbolístico le espera un horizonte igual.

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