Pocas veces un conjunto de populistas -que se autodenominan “intelectuales”- han resumido de modo tan magistral lo que ha ocurrido en el país, y lo que, de alguna manera, sigue ocurriendo.
Se trata del llamado Grupo Fragata que hizo público un documento en donde expone su postura opositora respecto del gobierno de Mauricio Macri.
El nudo gordiano del documento dice así:
“A diferencia del neoliberalismo de los noventa, no piensa al Estado como el problema principal. Para el macrismo el problema es la sociedad argentina, a la que considera el principal obstáculo para alcanzar una supuesta “modernización”. En consecuencia, se plantea a sí mismo como un hecho fundacional que busca desarmar “hábitos populistas” (instalados desde hace 70 años, pero también con referencias negativas a “los últimos 35 años”) rechazando un conjunto de prácticas, voces, procesos y memorias de la sociedad. Aspira así a iniciar una reorganización de la cultura, la política, la economía y en definitiva de la estructura social. Quiere volver a un orden y una dinámica política que existían antes que la inclusión democrática abarcara al conjunto de la sociedad.
Esta concepción, profundamente ideológica, busca reformular las jerarquías sociales y proponerle a la mayoría de los ciudadanos un horizonte de resignación de derechos. Da por supuesto que en el país se derrocha energía, se malgasta el agua, que los argentinos buscan “el atajo” y la corrupción o que no dicen la verdad.
Ese diagnóstico motiva un conjunto de políticas públicas que están conformadas por acciones pero también por omisiones. Por intervenciones y por un retiro por parte del Estado. Por una administración pública que es conducida con firmeza para beneficiar a ciertos sectores, pero con displicencia y hasta con una liviana vagancia en otros casos. Gobiernan a la Argentina como si fuera un país que debe achicarse, “sincerarse”, avergonzarse, retraerse. Gobiernan a la Argentina como si fuera un país de mierda.”
En primer lugar, sin mayor esfuerzo, queda desmentida la calidad de “intelectuales” de este conjunto de burros cuando hablan de “neoliberalismo”. En tanto intelectuales (si es que lo fueran de verdad) deberían saber que no existe ningún cuerpo filosófico llamado “neoliberalismo”, como tampoco ningún filósofo ni intelectual “neoliberal”. El “neoliberalismo” no es otra cosa que un invento de grupos gramscianos -como el que ellos integran, por supuesto- que, por décadas, han creído que por el sencillo expediente de agregarle el prefijo “neo” a cualquier cosa se podía denigrar aquello que intentaban destruir.
El mundo solo ha conocido dos grandes pensamientos: el liberalismo y el totalitarismo. O, lo que es lo mismo, la libertad y la opresión. Luego en la infinidad de grises que hay en el medio de esas dos purezas han aparecido sesgos hacia un lugar u otro.
Según haya sido el sesgo que los países tomaron, así ha resultado su desarrollo, su nivel de vida, su confort y la satisfacción de sus necesidades: cuanto más sesgado sea un país hacia el liberalismo, más desarrollado será, mejor y más vivirá su gente, de más confort gozará su pueblo y más satisfechas estarán sus necesidades. Cuanto más sesgo tenga un país hacia el totalitarismo, será más pobre, más miserable será su pueblo, menos necesidades tandrá cubiertas y menos nivel de vida tendrá su gente.
Es así de sencillo. No hay misterios en esto.
Pero volvamos al interesante párrafo del documento de Fragata. Efectivamente la sociedad ha adquirido unos valores de mierda. Efectivamente han acostumbrado a la Argentina a tomar como “normal” lo que es anormal y a tomar como “anormal” lo que es normal. Al tener invertida esa escala de ideas y creencias efectivamente el país se convirtió en un país de mierda, que recompensa mal, castigando al honrado y elevando al corrupto.
Por supuesto que ese conjunto axiológico debe ser dado vuelta como una media -cosa que el gobierno esta lejos de hacer o de querer hacer- para volver a hacerlo coincidir con los valores fundacionales de la Constitución.
Si uno traza una línea del tiempo y allí va colocando mojones de relevancia que tomen en cuenta el PBI, el nivel de educación, la capacidad de trabajo, la participación en el comercio mundial, la integración global y la capacidad competitiva del trabajo argentino, no hay lugar a ninguna duda acerca de cuándo comenzó la debacle. Ese declive se inicia con un comienzo suave en el primer golpe de Estado de 1930 pero se consolida definitivamente con el populismo fascista de Perón a partir de 1943. Allí sí es donde puede hablarse de un país que se “achicó” y que se “retrajo”; de haber nacido en expansión pasó a encerrarse y a aislarse como si se sintiera avergonzado de mostrase ante los demás. (Es que las cosas no son casuales, después de todo)
Desde ese momento comenzó, por imposición del propio “General” (como lo demuestran miles de documentos gráficos, audiovisuales, documentales y archivos históricos que no hay más que tomarse el trabajo de ir a buscarlos para encontrarlos [Entendemos que quizás para este conjunto de vagos, que han encontrado en la “intelectualidad” una forma de disimular su holgazanería, eso pueda ser demasiado cargoso, pero de querer hacerlo las pruebas están allí, tangibles]), una tarea de adoctrinamiento en todos los órdenes de la vida nacional (la escuela, los colegios, la universidad, la administración pública, la justicia, la cultura, la academia, etcétera, etcétera) para cambiar el sentido común medio de la sociedad y hacer coincidir el que naciera de ese esfuerzo con la “doctrina nacional justicialista”: fascismo puro.
Por lo tanto, sí, señores de la Fragata, es necesario no un cambio cultural de la sociedad sino su regreso a los valores, las ideas y las creencias que levantaron este país y que lo hicieron posible luego de ser no más que un desierto infame y analfabeto.
Por si no lo quieren admitir, dense una vuelta por las estaciones de ferrocarril, por los principales hospitales públicos, por los principales colegios públicos… Porque, ¿saben qué? Sí, todo eso que aun hoy sigue funcionando, se hizo cuando imperaban en la sociedad los valores de la Constitución, los mismos valores que el fascismo de Perón destruyó y que gente como ustedes continúa profundizando.
El país decente está harto de ustedes. Sabe de memoria que armaron un esquema de gobierno autoritario (sesgo al totalitarismo) y de sumisión que arruinó a la sociedad y transformó al país en un país de mierda, como ustedes mismos lo califican. Esta es su obra, señores, háganse cargo.
Lo dudo, pero ojalá el gobierno haya llegado a hacerse cargo del Estado para operar ese cambio en la mentalidad argentina. La tarea es enorme, inmensa. Pero si lo hiciera, desde ya que habría fundado un nuevo país, libre de vagos como ustedes, lleno de emprendedores que amen la libertad y la competencia; libre de hediondos corruptos que se disfrazan de revolucionarios para robarle la plata a los más pobres, a los más desgraciados.
El pueblo ya les sacó la careta a gente como ustedes, muchachos de la Fragata. Lo mejor que podría sucederle al país es que su Fragata se hunda en el más profundo pozo de la miseria.