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Ideas que permearon a la sociedad

“Sus ganancias son nuestras miserias: que la crisis la peguen ellos”, reza un de los spots de campaña de uno de las decenas de partidos de izquierda que se presenta a las elecciones de octubre.

Olvidémonos por un momento de esa connotación. ¿Cuántos argentinos creen ustedes que están de acuerdo con esa frase?

La izquierda, en los resultados contantes y sonantes de las elecciones argentinas, es una ostensible minoría, apenas si logra llegar al 3 o 4% de los votos. Cuando existían las PASO varias de sus opciones quedaban fuera de la elección general porque no alcanzaban siquiera el 1% de los votos.

Pero… cuándo preguntamos por sus consignas ¿son tan minoritarias?

La izquierda en la Argentina -sobre principios de los años ‘60 y acostumbrada como está a trazar planes de largo plazo- comenzó la aplicación de una estrategia (que estudios políticos posteriores llamaron “entrismo”) mediante la cual se propuso infiltrar en el peronismo para utilizar el apelativo electoral y la fuerte base de conexión de ese movimiento con amplios sectores populares como una herramienta de instalación intelectual y subliminal de sus ideas, consignas, intereses y objetivos.

Esa táctica entrista, que básicamente consistía en adoptar el disfraz peronista para empapar de pensamiento socialista las capas más profundas del mecanismo de pensamiento argentino, fue un éxito rotundo.

Hoy casi 6 generaciones de argentinos estuvieron expuestos a ese virus trasmitido desde la escuela, el colegio, la universidad, la academia, las artes, la cultura, los medios y la política.

Le batalla cultural de la izquierda contra el modelo de la Constitución la ganó la izquierda usando al peronismo como máscara.

Pareciera que el país tiene una esotérica conexión con las máscaras: nacido en 1810 bajo la fraudulenta “máscara” de Fernando VII (porque los primeros padres fundadores no tuvieron lo que había que tener para declarar directamente la Independencia), un poco más de un siglo después cayó bajo el engaño de otra máscara que tuvo como protagonistas a la izquierda comunista y al peronismo.

Años antes el propio Perón había reconocido la naturaleza nacional-socialista del peronismo y admitió haber ideado el nombre de “Justicialismo” o de “Partido Justicialista” para no usar la palabra “socialista” a la que en la Argentina se la consideraba “piantavotos”.

De modo que, desde el origen, hubo una secreta simbiosis entre el peronismo y el socialismo solo ocultada por el primero por táctica electoral y explotada por el segundo para imponer su agenda de servidumbre aunque para eso tuviera que entregarse a las manos del caudal peronista.

Pero si no hubiera habido una similitud en el sesgo filosófico de ambas tendencias, el entrismo habría fracasado porque por más decisión de infiltrarse que hubieran tenido los estrategas de la izquierda la comunión no habría sido posible dada la iniciatica incompatibilidad que habría surgido entre ambas posiciones.

Por eso es hoy posible que Kicillof o  Itai Hagman aparezcan hoy como “peronistas” cuando sus orígenes reales los ubican claramente en la izquierda.

Ya son ampliamente conocidas las reivindicaciones de Kicillof al marxismo y Hagman, por ejemplo, fue el fundador de la agrupación universitaria “La Mella” cuyo nombre pretende homenajear al comunista cubano, inspirador de Fidel, José Antonio Mella Portland.

Por lo demás, y dejando de lado la abundante evidencia histórica, si uno le preguntara a un ciudadano común medianamente informado cuál es el sesgo del peronismo (si uno que lo incline al socialismo estatal u otro que lo emparente con la libertad individual) no creo que tenga dudas al responder.

La ostensible sociedad que la izquierda y el peronismo (muy especialmente el kirchnerismo) han formalizado en la calle (esto es en la organización de revueltas, disturbios y demás desmanes) no necesita demasiado esfuerzo para ser demostrada.

La innegable explotación que, desde Perón hasta hoy, el peronismo ha hecho de la lucha de clases (más allá de su esfuerzo por explicar que no es un movimiento “clasista”) está fuera de toda duda. Las apelaciones a la “clase trabajadora” (por oposición -supuestamente- a gente que no trabaja) ha sido el corazón mismo de su discurso, pretendiendo instalar la idea de que para ser “trabajador” tenés que usar un mameluco. Si no, no sos “trabajador”.

Ese gen divisionista del peronismo es bien propio de la izquierda. De allí las veces en que, orgánicamente, la izquierda decidió ir directamente en alianza abierta con el peronismo a las elecciones en los distintos “frentes” que se fueron configurando. Cristina Kirchner confesó que en 1973 votó por Perón vía la boleta de Jorge Abelardo Ramos, el histórico comunista argentino que había echado mano a esa treta para posicionar al comunismo como “vencedor”.

A esa alianza la Argentina le debe las consecuencias de la sangrienta década del ‘70, cuyos efectos muchos consideran aún no extinguidos.

Entonces, para volver a la pregunta inicial, ¿cuántos argentinos creen ustedes que hay que aceptan la idea de la “suma cero”, esto es que en un intercambio laboral, comercial o incluso social, no puede haber dos ganadores simultáneos sino que “las ganancias de uno son las miserias del otro”? Be honest. Con una mano en el corazón ¿cuántos creen que hay?

El economista Claudio Zuchovicky -más conocido como “Zucho”- pone un ejemplo inteligentísimo para graficar la burrada escondida detrás del razonamiento “las ganancias de ellos son nuestras miserias” (que por el peso de los argumentos que explicamos hasta aquí comparten tanto el peronismo como la izquierda).

Dice Zucho: “Imaginemos a la dueña de un laboratorio científico -“Male”- que descubre una variación genética para triplicar la producción de carne. Con el mismo costo y las mismas estructuras productivas, usando la técnica de “Male” la gente pasaría de comer 1 kg de carne a comer 3. Pero “Male”dice, “atención yo me quiero llevar un tercio de las ganancias que produzca la aplicación de mi técnica porque creo que eso es lo justo para retribuir mi esfuerzo, mi empeño, mi estudio y mi dedicación… Además considero justo que me dejen decidir a mí cómo “distribuir” el producido de mi invento”.

Nótese que a pesar de lo que muchos podrían considerar la “angurria” de “Male”, la sociedad aún así pasaría a comer el doble de carne que antes. Es cierto que Male comería más aún. Pero gracias a ella los demás comerían dos veces lo que comían antes.

Muy bien ¿Qué visión tienen los argentinos de este caso hipotético?

¿Entenderían y respaldarían a “Male”? ¿O dirían que es una miserable que quiere lucrar con “la mesa de los argentinos”?

Digamos además que el ejemplo sirve para mostrar la falsedad de la teoría de “suma cero” y que no es cierto que “las ganancias de ellos son nuestras miserias” porque quedó claramente demostrado que, gracias a la genialidad de “Male”, la gente (es decir, nosotros) comeríamos el doble de carne que antes.

Voy a arriesgar yo una respuesta basada en lo que la Argentina peronista (infiltrada por la izquierda) viene haciendo en las últimas 8 décadas y con particular virulencia desde 1983 hasta hoy: los argentinos dirían que “Male” debería pagar más impuestos que antes, que su plusvalía debería ser confiscada y que el suyo es un mal ejemplo de Justicia Social.

Si esa postura se traslada finalmente al orden jurídico, lo más probable es que “Male” retire su invento, retraiga su producción y, con ello, el consumo de carne vuelva a ser de un kilo por persona. Es decir para evitar que alguien pase de comer 1 a comer 3, impedimos que TODOS pasen de comer 1 a comer 2.

Esta es la gran ranada del socialismo; su “genialidad”, su gran “viveza”: una soberbia pelotudez.

Sin embargo, la pelotudez socialista/peronista no alcanza a explicar este fenómeno inentendible. 

Hay un trasfondo de otra naturaleza -que está encriptado en la frase del spot- que sí lo explica. 

Leamos de nuevo el anuncio: “Sus ganancias son nuestras miserias: que la crisis la paguen ellos”.

Hay tres palabras clave allí: “sus”, “nosotros” y “ellos”.

Esas palabras denotan una división y un antagonismo. También describen un rencor y, en el fondo, una envidia: son “ellos” y “sus” ganancias y “nosotros” y nuestras miserias.

Ahora estamos más cerca: la envidia. Según definió Bob Sorge, la envidia es el único sentimiento humano que te puede llevar a tomar decisiones que te perjudiquen a vos mismo hasta llegar, directamente, a consumirte.

Entonces, detrás de la insostenible pelotudez económica del socialismo/peronismo, hay una explicación psicológica que torna entendible por qué no están dispuestos a aceptar la falsedad del razonamiento “suma cero” y de la inconveniencia de llevar a la práctica los principios de lo que ellos llaman “justicia social”: es la envidia lo que realmente los moviliza; no importa que se les demuestre que de las interacciones humanas puedan resultar ganadores simultáneos o que reconociendo la “desigualdad” de algunos se benefician todos (como en el ejemplo de Zucho con “Male”). Su motor es la envidia contra el diferente, no la lógica económica.

Por supuesto que en esto hay giles y vivos. Los vivos son los jerarcas que no tardaron en advertir que cuando los giles creyeron el verso de la Justicia Social a ellos se les allanó el camino hacia el poder y hacia la riqueza personal, con lo cual el fomento de la envidia pasó a ser un negocio.

Es francamente triste alcanzar la conclusión de que este discurso que apela a los más bajos instintos humanos haya sido el que finalmente caló tan profundamente en la sociedad que se terminó transformando en el principal arquitecto de la política argentina. 

Pero la fuerza de la evidencia no parece conducirnos a otra conclusión que no sea esa.

Mientras ese sustrato envidioso siga teniendo apelativo electoral en la Argentina, todas las fuerzas que se propongan un cambio basado en la idea de que hay que reconocer las desigualdades de ingreso porque de allí surgirán más beneficios que perjuicios para todos, tendrán un escaso éxito.

Podrán pegar algún golpe de efecto electoral que circunstancialmente asombre a algunos. Pero la perdurabilidad de ese cambio siempre quedará sujeta a los incesantes ataques de la envidia de los giles, que será explotada a full por la conveniencia de los vivos.

Por Carlos Mira

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3 thoughts on “Ideas que permearon a la sociedad

  1. raúl

    Hace años, dos muy buenos residentes del hospital, varón y mujer, me dijeron que España era un país rico por las riquezas robadas en América durante la conquista. Creo que no debe de haber ejemplo más representativo de la ignorancia y la disociación cognitiva de este pueblo. Excelentes médicos, pero profundamente ignorantes más allá de su profesión.

  2. Juan

    Ahí está el conocido candidato Samid
    Con la “Milonga” de la mesa de los argentinos jajajaja
    La degradación no la imagino Duhalde
    Aparecieron los pisapeatones q son
    Conductores en autos posiblemente
    Robados q pisan peatones para robarle
    Las pocas pertenencias increíble.

  3. Carlos

    El instinto de Supervivencia existe si a
    UD..una supuesta autoridad le da la
    Orden tirese debajo del tren en movimiento UD acataría esa orden
    Yo no. Hay veces q hay q decir q no.

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