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Gasto público, ingreso privado y casta

La idea de que el gasto público es una enorme masa de dinero que se reparte entre los integrantes de una comunidad privilegiada y separada de la sociedad rasa (que ve como ese conjunto numéricamente minoritario vive como reyes frente a las calamidades de ciudadano común) es un concepto completamente cierto.

Pero incompleto.

En efecto, detrás se los innumerables nombres nobles que pueden buscarse para justificar un gasto, una enorme masa de ladrones ve la oportunidad inmejorable para seguir robando dinero que es difícil de auditar y que, encima, cuenta con la pátina de (teóricamente) cubrir necesidades amaparadas por la generosa “sensibilidad social”.

Pero ese no es todo el cícurlo de “beneficiados” por el gasto público. Más allá de los cleptómanos que se sientan en los sillones del Estado, ya en el sector privado reside la otra cara de la moneda del gasto público. En esa cara encontramos dos variedades diferentes de “destinatarios” del saldo del gasto público una vez que el importe originalmente aprobado haya recibido el guadañazo de la casta política.

Esas dos variedades de beneficiarios prodríamos clasificarlos en 1) los socios privados del poder y 2) los recipiendarios de las migajas del “Estado Presente”.

En el primer grupo habitan los empresaurios que, habiendo hecho las movidas y roscas correspondientes en consonancia con los que ocupan los sillones del Estado, se llevan la parte del león del saldo que queda de la cifra original una vez que ésta haya recibido la primera poda de manos de los funcionarios. A muchos de ellos el presidente Macri (que los conocía bien poorque su padre lo integraba) los llamó el “Círculo Rojo” y, medio en serio medio en broma, deseó enviarlos en un cohete express a la luna.

En el segundo grupo se encuentran los ciudadanos para quienes las migajas del “Estado Presente” se han convertido -con el correr de las décadas de pensamiento peronista- en poco menos que su único ingreso. Allí encontramos un amplio abanico que cubre desde empleados públicos formales hasta beneficiarios de miles de planes sociales, pasando por otros receptores indirectos cuyos beneficios provenían en muchos casos de curros concretos (como ha sido el caso de los discapacitados que treparon de 70000 a dos millones en las dos décadas de gobierno kirchnerista) como de facilidades cuyo costo era socialmente distruibuido y disimulado en una compleja gama de impuestos que la sociedad paga sin saber qué financia con eso.

Proponer terminar con estos curros desde una tribuna política, cuando el país todo venía de ser testigo de uno de los robos públicos más espeluznantes de la historia mundial, no diría que fue fácil (porque el nivel de destrucción que tiene la capacidad argentina para enteder lo que pasa es sorprendente y es lo que en parte también explica el destino que ha tenido el país), pero si que era un discurso tentador y con un fuerte apelativo electoral.

Esto fue lo que ocurrió con Javier Milei: la gente interpretó el mensaje de que una proporción muy pequeña de argentinos (la casta) embolsaba personalmente a través de diferentes cursos de afano el dinero que con mucho esfuerzo había generado el trabajo argentino.

Pero si bien es cierto que la tajada principal de ese robo se la ha llevado históricamente un conjunto de parásitos a los cuales nunca se les ha conocido un trabajo en el mundo productivo sino solo puestos en el sector público, hay otra parte (el saldo remanente de la cifra originalmente aprobada en las partidas de “gasto”) cuyo destino no eran los bolsillos de los funcionarios sino los bolsillos de dos clases de argentinos diferentes pero “privados” ambos: los empresaurios, socios de los funcionarios y los pobres idiotas útiles a quienes se compró con el precio de la demagogia y el populismo.

Estos últimos constituyen el mayor problema. Si bien lo que reciben individualmente es, efectivamente, una limosna, esa limosna para ellos es muchas veces todo lo que tienen (porque el peronismo los acostumbó a eso) y para la sociedad (que ellos sin darse cuenta tambien integran y, entonces, de alguna manera también pagan -via inflación, economía en negro, informalidad, inseguridad, etcétera) son miles de millones de dólares. Quizás el ejemplo más directo de esto sean las jubilaciones: lo que gana un jubilado (gracias al formidable achatamiento soviético que el peronismo kirchnerista impuso sobre el sistema) es una miseria. Pero esa miseria multiplicada por 5 millones de jubilados es una fortuna incalculabe.

En el particular caso de los jubilados es donde la repartición socialista se refeja con más crueldad: mientras cada uno, por la aplicación del sentido común, puede creer que los descuentos que se le operan a su salario mientras está en actividad pasa a ser un seguro actualizado para la vejez, cuando la vejez llega advierten que todas aquellas exacciones no sirvieron para nada porque el manejo politico populista y demagógico las robó para repartirla entre gente sin derecho a tenerla y otra que hasta recibió el beneplácito sensible de los idiotas que no se daban cuenta que la plata que iba a parar allí era su plata.

La gente votó a Milei porque creyó que detrás del “gasto público” solo había una banda de ladrones sentados en los sillones de Estado y (a lo sumo) una pequeña comunidad de “privados” prendidos en el curro. Pero no sospechó que lo que el presidente llamó “motosierra” derivaría INDEFECTIBLEMENTE en un recorte de sus propias migajas.

“¡Pero esa es la demagogia con la que te compraron convenciéndote durente décadas de que no podes hacer nada por vos mismo y que estas muerto si el “Estado Presente” no te ayuda!”, fue la coherente y verdadera explicación de la ortodoxia económica y hasta filosófica.

Pero por más verdadera que sea esa respuesta, las necesidades inmediatas de esa gente quedó a la intemperie. Y hasta que aprendan a no depender del Estado Presente para valerse por sí mismos gracias a que el Estado no les va a robar el fruto de lo que puede ser su trabajo, pueden pasar años.

Al lado de estas realidades que algunos podrian llamar “efectividades conducentes”, obviamente, apareció el dragón golpista del peronismo listo para pegar donde más duele y donde más carnadura hay, teniendo en cuenta parte de la personalidad nacional.

La tendencia a atender temas que lleven como título genérico “sensibilidad social” llevó al peronismo y a otros partidos de oposición a imaginar campos de acción que tuvieran la capacidad de mover gente en la calle. Y allí operaron sobre las jubilaciones, la salud y la educación.

Ya no importa que, por ejemplo, en el campo que se atrinchera bajo el argumento de “los fondos para la educación” confiesen abiertamente por los medios públicos de comunicación que lo que quieren es que “se arme un estallido social”. Ya están tan cebados que hasta se olvidan de sus propias excusas y con total sinceridad sacan a la superficie lo que realmente quieren: que se pudra todo, otro 2001.

La presión y el empuje se transforma en cotidiano, incesante, implacable: todo por volver a disponer de la masa de guita que quieren afanar. Cuentan con la ayuda del millonario (en número, no en dinero) grupo de personas que recibían las limosnas de la demagogia. ¿Pero a ellos qué les importa? Como dijo Bergoglio quieren “hacer lío”. No sé por qué cuando recuerdo esas palabras de alguien que aun no me explico cómo llegó a ser Papa, mi asco retrospetivo se profundiza notoriamente.

En esta instancia se encuentra la Argentina. El gobierno cuyo discurso prometía “sacarte al Esatdo de encima” no explicó con total docencia que en el primer tiempo de ese proceso solo se iban a ver las consecuencias de la desparición de muchas de las mentiras del Estado Presente pero que, sin embargo, para muchos individuos y familias esas mentiras eran de las que vivían. Hasta que esos argentinos empiecen a saber usufructuar lo que significa no depender de un ingreso dadivoso de la demagogia porque lo que puedan generar con trabajo propio será casi 100% de ellos (sin las exacciones del distribucionismo socialista) van a pasar años. Además muchos de esos argentinos han sido adormecidos durante todo estos años y, sencillamente, no saben hacer otra cosa más que pararse en una fila para recibir la ración de un funcionario.

Es curioso que, con una escena como esa comienza justamente la película que cuenta la historia de los dos Papas (Bergoglio y Ratzinger). Allí, subido a una tarima en medio de una villa miseria, el que en ese momento era Arzobispo de Buenos Aires, reparte, él mismo, platos de una olla popular a una fila de pobres argentinos que quizas estuvieran consumiendo allí su única comida del dia. Bergoglio (Jonathan Pryce, en el film) disfruta el instante con una sonrisa de oreja a oreja como si ese fuera el éxtasis de su modelo social ideal.

Desenrrollar este nudo de complicidades en el que de un lado y otro del mostrador del gasto público hay hijos de puta y pobre gente explotada y usada va a ser muy difícil. Y con un gobierno que en un momento pareció entender cómo combinar sus necesidades con las hipocresías de la política y que luego, envalentonado por sus triunfos, perdió esa muñeca pícara que le había dado tanto rédito, todo será mucho peor.

Si encima se entregan hechos poco claros en terrenos en donde la paciencia social con el afano ya llegó a un límite máximo, todo será más complicado y el gobierno puede perder su mayor activo: el haberle empezado a hacer entender a la gente al menos la mitad del problema. Resta saber qué hubiera hecho la gente si se hubiera enterado a tiempo de la otra mitad. Pero eso es otra historia. El drama del gasto público -lamentablemente- no se explica solo por una manga de ladrones sino tambien por los que se dejaron comprar por los ladrones pensando (y creyendo firmemente) que así, su vida sería más fácil.

Por Carlos Mira

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3 thoughts on “Gasto público, ingreso privado y casta

  1. Carlos

    Me rindo ante la evidencia…..
    Hay un viejo dicho q dice LAS CUENTAS
    CLARAS CONSERVAN LA AMISTAD….
    paso a contar lo q me paso tengo 67 años hice un viaje en bondi d haedo sur a haedo norte a calle Rosales tenia un
    Saldo en SUBE de 11.000 $ ayer use y
    Tengo 1 saldo d 1800 $ si sabia me iba
    En Limousine blindada y me salia + barato
    Las CUENTAS NO ESTAN CLARAS

  2. Carlos

    Yo cometi un error nobleza obliga a emendar sobre el tema SUBE dije q me habian debitado mal el viaje y no fue asi
    Lo q pasa q tenia cargas pendientes q
    No habia validado xq mi celu no tiene
    Tecnologia NFC
    Ahora lo q señalo q x 3 remedios antes
    Pagaba $ 6000 y ahora x 1 pague 41.000

  3. Juan

    Hace unos cuantos años cuando se abandono “la convertibilidad” tuve una
    Discusion con un pariente en el q yo
    Señalaba q era un error abandonar la
    Convertibilidad. Y quedamos “CONDENADOS AL EXITO” recuerda y
    Hasta ahora no podemos cambiar esta
    Maldicion. Algo se puede poco.

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