
Imaginate arrancar el motor en El Chaltén, con el Fitz Roy despidiéndote en el retrovisor y la ruta abierta hacia el norte, prometiendo lagos de aguas transparentes, bosques eternos y pueblos que invitan a bajar la velocidad. Un viaje entre El Chaltén y El Bolsón no es solo trasladarse: es una forma de adentrarse, curva a curva, en la Patagonia más salvaje y generosa.
La primera parada obligada es El Calafate. Aunque ya lo conozcas, vale volver a frenar para ver el glaciar Perito Moreno, o al menos estirar las piernas a orillas del Lago Argentino y probar unas empanadas patagónicas bien calientes en Mi Rancho, un clásico sin pretensiones. Si querés algo dulce, una chocotorta en Ovejitas de la Patagonia no falla.

Desde El Calafate, la RN40 se vuelve compañera de largas rectas, guanacos curiosos y la cordillera asomando a lo lejos. Si querés romper la monotonía, hacé noche en Gobernador Costa o Esquel. Esquel es ideal para explorar el Parque Nacional Los Alerces: senderos sencillos, cascadas escondidas y la posibilidad de navegar por el Lago Futalaufquen. Dormí en alguna hostería familiar y al día siguiente regalate un desayuno con torta galesa y café bien cargado.

Volviendo a la ruta, un desvío recomendable es Trevelin, pueblo de herencia galesa, donde podés almorzar en Casa de Té Nain Maggie, rodeado de jardines floridos y mesas con vajilla de época. Si te gusta el té, este es el lugar. Si no, igual pedite la torta negra galesa.

Siguiendo la 40 rumbo a El Bolsón, vas a sentir que los paisajes se vuelven más verdes y húmedos. Antes de llegar, hacé una parada en Lago Puelo: la playa de arena fina y el agua turquesa son un buen premio para mojar los pies o remar en kayak. Si el día acompaña, un picnic con productos locales en la orilla es la postal perfecta.

Finalmente, El Bolsón te recibe con su vibra relajada, ferias de artesanos y la promesa de cerveza artesanal en cada esquina. No te pierdas el mercado de la plaza principal si coincidís con un día de feria. Para comer, probá la pizza de masa madre de Jauja, la hamburguesa de cordero de Patio Cervecero Otto Tipp o un brunch natural en La Gorda.

Si te quedan energías, subí al Cerro Piltriquitrón o acercate al Bosque Tallado, una galería a cielo abierto con esculturas de madera que dialogan con el viento y las nubes. Y para dormir, nada mejor que alguna cabaña rodeada de bosque y río, donde el silencio solo lo rompa el rumor del agua.

Este road trip no tiene apuro: la magia está en frenar, bajar, mirar. Dejar que la Patagonia te cuente su historia de a poco, entre mate, viento y asado compartido. Porque de El Chaltén a El Bolsón no hay una sola ruta, sino mil maneras de recorrerla.
English version
A road trip from El Chaltén to El Bolsón: landscapes, stops and local flavors

Picture starting your engine in El Chaltén, with Mount Fitz Roy fading in the rearview mirror and an open road leading north — endless lakes, ancient forests and small towns that invite you to slow down. A trip from El Chaltén to El Bolsón isn’t just about covering miles: it’s about discovering Patagonia curve by curve.
Your first must-stop: El Calafate. Even if you’ve been there, it’s worth it to visit the Perito Moreno Glacier or stretch your legs by Lago Argentino and grab some warm Patagonian empanadas at Mi Rancho. Got a sweet tooth? A chocotorta at Ovejitas de la Patagonia is a winner.

From El Calafate, the RN40 becomes your companion: long straight stretches, curious guanacos and the Andes peeking through the horizon. Break the monotony with an overnight stay in Gobernador Costa or Esquel. Esquel is perfect for exploring Los Alerces National Park: easy trails, hidden waterfalls and boat rides on Lake Futalaufquen. Spend the night in a cozy inn and wake up to coffee and Welsh cake.

Next up, a detour to Trevelin — a Welsh heritage town where you can enjoy afternoon tea at Casa de Té Nain Maggie, surrounded by flower gardens and old-style china. Tea lover or not, don’t miss the classic Welsh black cake.

Back on Route 40 towards El Bolsón, the landscape turns greener and wetter. Stop at Lago Puelo: sandy shores and turquoise water perfect for dipping your feet or paddling a kayak. On a sunny day, a local picnic by the water is pure bliss.

Finally, El Bolsón welcomes you with its laid-back vibe, artisan markets and local craft beer on every corner. Check out the town’s main plaza if there’s a fair day. For food, try sourdough pizza at Jauja, a lamb burger at Patio Cervecero Otto Tipp, or a wholesome brunch at La Gorda.

Got more energy? Hike up Cerro Piltriquitrón or wander through the Bosque Tallado, an open-air sculpture forest where wood carvings meet wind and clouds.

This road trip isn’t about rushing: the magic lives in pulling over, stepping out, taking it all in — letting Patagonia tell its story slowly, mate in hand and wind on your face. From El Chaltén to El Bolsón, there’s not just one road — but countless ways to make it yours.

