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Paradojas socialistas

La bandera brasileña contiene dos palabras en la banda blanca que atraviesa una constelación de estrellas del hemisferio sur, que son paradigmáticas y sugestivas.

Más allá de que es de por sí raro que una bandera contenga palabras escritas, el sentido de esas palabras es muy sugerente.

“Orden y Progreso” se puede leer allí. Cualquiera diría que son, en los términos forzados de la política actual, palabras que se identifican con la “derecha”: la típica referencia al progreso material que anhelan los que defienden el capitalismo y también al orden que quienes se ubican en ese espectro ideológico rescatan como básico para una sociedad, porque sin orden no hay convivencia pacífica posible.

Quienes enfrentan esas ideas, sin embargo, se han apropiado de una de esas dos palabras. En efecto, la izquierda y el socialismo en particular han logrado transmitir a la sociedad la idea de que los “progresistas” son ellos, valiéndose naturalmente del fuerte apelativo que tiene, en sí misma, la palabra “progreso” (porque no creo que nadie, a priori y desde el punto de vista conceptual, vaya a admitir que sostiene ideas que propenden a la involución o al retroceso).

Así, con el uso sistemático del término “progresistas” para referirse a ellos mismos, los socialistas lograron captar la atención de sectores que se convencieron de que era el socialismo el que iba por más, entendiendo que, precisamente, ese “ir por mas” era el ‘progreso”.

En la práctica “el ir por mas” se tradujo en la consolidación de un orden jurídico basado en la confiscación de la riqueza producida por unos para ser entregada o repartida entre otros (con los socialistas del poder quedándose con la parte del león mientras operaban el arbitraje). Ese es el sentido del “progreso” socialista: el avanzar cada vez más sobre la riqueza producida por un sector de la sociedad para generar el doble efecto de hacer demagogia política para conseguir votos por un lado, y tener más dinero para robar por el otro.

El terreno tributario entrega un ejemplo práctico de esta tergiversación: se logró instalar la idea de los impuestos “progresivos” para hacer referencia a los tributos cuya tasa crece a medida que se aplica sobre fortunas más grandes. Esto es, los que tienen más no solo pagan más porque la misma tasa aplicada sobre una fuente mayor genera más volumen sino también porque a ellos se les aplican tasas diferenciales más altas.

Probablemente, desde el punto de vista de la acepción clásica de la palabra “progreso”, no haya método más eficiente para producir lo contrario del “progreso” (esto es involución, miseria y retraso) porque, sencillamente, la gente con capacidad de inversión (que es la que posibilita la creación del trabajo y del mejoramiento de las condiciones de vida -en otras palabras, la que posibilita el “progreso”-) se retira de las actividades productivas gravadas para proteger su patrimonio, cancelando, de ese modo, todos los efectos benéficos que se habrían generado para otras personas que se hubieran beneficiado de trabajos nuevos, de mejores salarios, etcétera.

Con todo, de las dos palabras de la bandera brasileña, la palabra “progreso” -pese a todas las contradicciones prácticas que hemos señalado- no es la que entrega las curiosidades más interesantes de este análisis.

Quizás sea porque en el fondo nadie quiere ser señalado como un “no-partidario” del progreso. Entonces, justamente, a pesar de que sus políticas en términos prácticos generan lo contrario del “progreso’’ (como lo hemos demostrado recientemente), los socialistas son los primeros en llamarse a sí mismos “progresistas”.

Es la palabra “orden” la que produce un verdadero estrépito cuando se contrastan las posiciones de lo vulgarmente definido como “derecha” o “izquierda” o, para usar términos más académicos, cuando se enfrentan los partidarios del “liberalismo” y del “socialismo”. No sin adelantar, desde ya, que aquí también terminan generándose paradojas notables y hasta graciosas, si no fuera por los dramas humanos que generan.

En efecto, de las dos palabras “orden” y “progreso” es con la palabra “orden” con la que el socialismo mundial tiene una cuestión. Y de hecho, lo que el activismo socialista se propone enfrentar y desestabilizar es el “orden” social.

Mediante diferentes prácticas (entre las que no se descarta el uso del terror y las actividades delictivas) el socialismo tiene como objetivo romper el “orden” pacifico de la sociedad. Consciente de que la primera condición del progreso real es la paz, el socialismo se propone generar un clima de desasosiego dentro del cual las personas se sientan tan inseguras que reemplacen sus motivaciones de ascenso social por el simple hecho de mantenerse a salvo.

Obviamente, es muy difícil que en un clima de efervescencia como ese haya gente dispuesta a invertir, a generar trabajo, a inventar nuevos desarrollos, etcétera. No es raro, entonces, que las condiciones de vida en un lugar así se deterioren, plantando el escenario ideal para la llegada de los redentores.

Por eso (si bien en general los enemigos de la libertad utilizan esquemas de pinzas por los cuales atacan a las sociedades libres desde muchos flancos al mismo tiempo) es el aspecto del “orden” el que los partidarios de la servidumbre  están más interesados en derribar primero.

Ese aflojamiento del músculo social remueve las resistencias que el socialismo está interesado en que se remuevan. Sin esos diques de contención (derivados justamente del “orden”) les será más fácil penetrar el poder, hacerse de él y luego perpetuarse allí.

En los países en los que desgraciadamente el ciclo se completa se produce la paradoja de que a aquel revolucionismo que se proponía destruir el “orden” pacífico de la sociedad, le sigue la instauración de un orden policial en donde la vida libre se pierde para siempre y se impone un orden marcial en el que hasta la propia vida está en peligro.

Entonces, a la vuelta de este análisis de las palabritas de la bandera brasileña, fíjense adónde llegamos: el socialismo, que tiene alergia por el sentido tradicional de “progreso”, pretende reemplazarlo por la imposición de un orden que ellos llaman “progresista” pero que, en los hechos, dirige a los países que lo practican a la miseria; y también, luego de desafiar (incluso utilizando prácticas directamente delictivas) el “orden” tradicional (tal como siempre fue entendido: lo que está bien, está bien y lo que está mal, está mal) termina (si su intento es completamente exitoso) imponiendo un “orden” policiaco en donde los ciudadanos corren riesgo de vida si lo desafían.

Obviamente, desde el punto de vista táctico, hay que sacarse el sombrero frente a los cerebros que han inventado este monstruo y que han diseñado las estrategias para tornarlo ‘exitoso” en términos de ganar el poder. Pero desde el punto de vista de la gente común (que es lo que importa) uno no puede menos que sentir una enorme pena por todos aquellos que, por las razones que fuere (resentimiento, envidia, odio de clase, lo que sea), han caído bajo el influjo opiáceo de esta mierda.

El sentido original de las palabras “orden” y “progreso” nunca debió ser desafiado. Si lo que realmente la gente quiere es vivir en paz y en un sistema en donde los hijos vivan mejor que los padres, son los principios del sentido común liberal los que aseguran ese horizonte. Todo profeta que invite a los demás a hacer lío creyendo que de ese revuelo saldrá algo bueno para los que tienen menos, o tiene mala fe, es un bruto o es cómplice del desasosiego y de la miseria.

Por Carlos Mira

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4 thoughts on “Paradojas socialistas

  1. raúl

    El Reino Unido comienza a parecerse a la distopía que Orwell imagina en su novela 1984. Le adjunto el link del artículo de la periodista Karina Mariani en la página “gaceta.es”. Imperdible y muy alarmante. Se limita a extremos increíbles, ya no la libertad de expresión, sino la de pensamiento. La “policía del pensamiento” en vías de hacerse realidad.

    https://gaceta.es/europa/desinformacion-la-coartada-perfecta-para-silenciar-europa-20250601-0920/
    Un solo ejemplo. Pueden arrestar a una persona por criticar al colegio de sus hijos, o por decir que una mujer trans es hombre. Por fortuna, el Tribunal Supremo estableció hace días que el sexo está definido por la biología.

  2. Ricardo

    Me resulta productiva la nota de Karina Mariani

  3. Hugo Alberto D'Angelo

    interesante, voy a buscar y leer el articulo que menciona el lector Raúl, y sobre esto ¿que les parece el amigo de Milei, Viktor Orbán? tiene mucho de lo que menciona Raúl, y lo peor es que anda a los abrazos con nuestro presi, parece, nuestro presi, identificarse totalmente con este engendro.

  4. raúl

    Señor DÁngelo: la diferencia es que en el Reino Unido la agenda woke está exacerbada. La política de Orban es de signo contrario, lo que hoy se llama ultraderecha.
    Recuerde lo sucedido al futbolista Edinson Cavani, sancionado moralmente y multado por llamar “negrito” a un compañero, apodo cariñoso muy común entre nosotros; la persecución a la escritora Rowling por defender los sexos biológicos. O la reescritura de obras de Agatha Christie, Roald Dahl y otros para no ofender susceptibilidades progres. La “dictadura de los ofendidos”, lo llamó hace un tiempo la periodista Karina Mariani.

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