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Independencia vs Libertad

Juan Bautista Alberdi, el padre de la Constitución

Independencia y Libertad no son conceptos necesariamente intercambiables. Especialmente cuando hablamos de países.

Un país puede ser independiente pero no libre, al revés, puede ser dependiente pero libre.

A mi criterio eso se deriva de que “independencia” es un término generalmente utilizado para naciones o colectivos de personas y “libertad” es una noción que tiene que ver con los ciudadanos, con los individuos, con las personas.

Obviamente lo ideal es que los países sean independientes (es decir no dependientes de las imposiciones de otros) y libres (es decir en donde sus ciudadanos sean dueños de sus vidas y tomen por sí mismos y sin intervención del Estado todas o la mayoría de sus decisiones).

América Latina ofrece, en ese sentido, un teatro viviente de las diferencias.

Hay una enorme cantidad de países, lamentablemente, que son técnicamente independientes desde el punto de vista jurídico-institucional, pero en los que sus ciudadanos no son libres para tomar sus propias decisiones o dónde estas están sujetas a una interminable cantidad de limitaciones impuestas por la regulación y la intervención estatal en la vida privada.

Desafortunadamente diría que esa es la regla en lo que antes había sido la America española. 

La mayoría de los países que durante el siglo IXX declararon su independencia de Madrid establecieron, con el correr de los años, sistemas que replicaron, en sus ya soberanos territorios, los mecanismos de control, centralismo e intervención que caracterizaron a la Casa de Contratación de Sevilla, el órgano creado por la Corona para la regulación del comercio que, a los fines prácticos, solo servía, justamente, para prohibir el comercio o hacerlo a tal punto difícil que era lo mismo que estuviese prohibido.

Ese esquema fiscalista contra el cual se habían revelado las colonias españolas había penetrado a tal punto las culturas locales que, puestos a andar solos, los nuevos países no supieron hacer otra cosa que lo que habían aprendido de España, solo que ahora lo hacían con himno, escudo y bandera propia.

Las ex colonias españolas se habían independizado pero no conseguían que sus ciudadanos fueran libres (o quizás las élites encaramadas en el gobierno no lo querían).

La Argentina (que celebró un nuevo aniversario de su independencia ayer) fue, en ese sentido, un caso singular.

Quizás haya sido el país de América Latina donde más claro quedó planteado desde un principio el choque de dos sistemas completamente incompatibles: el de la libertad ciudadana y el de la pretensión del control estatal de la vida.

Por empezar, la Argentina fue el único país que fue independiente sin declarar la Independencia, luego de los híbridos sucesos del 25 de mayo de 1810.

Luego de 1816, todo parecía indicar que el sesgo del nuevo país tendía a reproducir las instituciones de control que la cultura local había absorbido de España a lo largo de tres siglos.

No obstante, la influencia de las corrientes liberales del mundo -lideradas por el libre comercio inglés y por la Constitución de los Estados Unidos- empezaban a tener en algunos pensadores y sectores locales cierto peso, suficiente incluso para desafiar a quienes pretendían extender las tradiciones intervencionistas y personalistas heredadas de España y ahora presentes en la república independiente.

Esa situación de tensión entre los partidarios de la libertad ciudadana por un lado y los partidarios del control estatal por el otro alcanzó un nivel de paridad tal que impidió la organización nacional durante 43 años, hasta que la disputa se resolvió como se resolvían las disputas en la época: por las armas.

El 3 de febrero de 1852 las fuerzas liberales vencieron a los partidarios del intervencionismo y del caudillismo personalista. Eso dio paso a la sanción y jura de la Constitución (un poco más de un año después) en base a los modelos preparados por Alberdi, cuyas fuentes eran las constituciones estaduales norteamericanas y la propia Constitución federal de los EEUU.

El resultado del experimento dio nacimiento al primer país latinoamericano independiente y a la vez libre, es decir donde no había lazos políticos de dependencia de otros gobiernos y dónde sus ciudadanos eran libres de tomar sus propias decisiones con independencia de los planes, los gustos o las preferencias del gobierno.

Ese esquema de independencia y libertad rápidamente hizo escalar al país de modo muy rápido en la pirámide mundial de nivel de vida: la Argentina pasó, en poco más de 50 años, de ser un desierto infame a ser el primer PBI per capita de la Tierra.

Veinticinco años después de ese cenit todo se derrumbó. Luego de que el PIB absoluto argentino llegara a ser mayor que todo el PIB combinado del resto de América Latina (incluidos Brasil y Mexico) los ciudadanos decidieron, voluntariamente, entregar su libertad y volver a las raíces de la Colonia.

El orden jurídico liberal de la Constitución fue reemplazado por un Nuevo Orden dentro del cual las decisiones individuales de los ciudadanos quedaron supeditadas a la primacía de lo colectivo, regulada y definida por quienes se sentaban en los sillones del Estado.

No hace falta invertir muchas palabras para explicar lo que sucedió a partir de allí: está a la vista y todos lo sabemos.

En un nuevo aniversario de la Independencia quienes más se llenan la boca con ella (y con la “patria”, con el “pueblo” y con “los argentinos”) son justamente los responsables de haber gestado un monstruo que terminó con la independencia, con la patria y con el pueblo.

Porque, efectivamente, esta lacra ha hecho que hasta la propia independencia (que durante un tiempo fuera nominalmente cierta aunque los ciudadanos no fueran libres) se haya perdido porque hoy el país debe andar pidiéndole la escupidera a medio mundo para poder vivir, incluidos y empezando por, los países en donde menos libres son sus ciudadanos y cuyos modelos políticos estos impresentables argentinos admiran. 

Parecería que a estos agentes de la servidumbre no les molesta hacer depender al país del comunismo chino, aunque sí se muestran muy ofendidos por cualquier atisbo de acercamiento con EEUU, el país cuyas instituciones iluminaron nuestra propia libertad.

Curiosa situación la de la Argentina: un país cócoro y llamado a llevarse el mundo por delante, reducido a las cenizas por los fanáticos de una independencia que, paradójicamente, solo nos dio esclavitud.

Por Carlos Mira
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2 thoughts on “Independencia vs Libertad

  1. Andrés

    No hay que olvidarse de Urquiza, quizás con N.A. v z logrado el triunfo en Caseros no se embriagó del poder, sino que puso Normas ; la Constitución del 53.
    Seguro que Alberdi escribió el texto de la CN de 1853, pero el que la implementó fue Urquiza. Más aún cuando años más tarde tuvo que elegir entre el poder y el proyecto; eligió el proyecto. Eligió que preservaran las reglas y no se enfermó de poder. Esta cualidad no la veo tanto en nuestros dirigentes políticos.

  2. Carlos

    Voy a ver si me como los Australes con ketchup. Ahh ketchup no tengo usare
    Los Australes en el baño ya q papel higienico no tengo o empapelo una pared con billetes .
    Hubo un Politico hdp q abandono el Peso convertible y nos condeno al Exito. Sus
    Hijos y nietos estaran en el exterior.
    ahi tiene su castigo.

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